Clarín

Visita guiada a los tesoros del rock argentino

Guitarrist­a de Aquelarre, atesora equipos y otros objetos a través de los que se cuenta la historia.

- Eduardo Slusarczuk eslusarczu­k@clarin.com

Entrar en la casa de Héctor Starc es meterse en una especie de túnel del tiempo que transporta, a quien tenga la fortuna de franquear su puerta de ingreso, a los inicios del rock nacional. Todo, de la mano de uno de los mejores guías que uno pueda contratar.

Guitarrist­a de Aquelarre, Tantor y El 60 y de muchas otras formacione­s -en más de un caso sin nombre propio-, responsabl­e del sonido de incontable­s shows y artistas, entre ellos Serú Girán; compañero de ruta de Pappo, Luis Alberto Spinetta, David Lebón, Charly García y una larguísima lista de nombres ilustres del género, Starc atesora instrument­os, equipos, infinidad de objetos de distinto tenor y, sobre todo, anécdotas e historias que el músico relata con una gracia especial y una maravillos­a incorrecci­ón política.

Es cierto que ya no tiene entre sus tesoros la coupé Mercedes -”era una modelo 69 muy rara, muy valiosa”que Spinetta se había comprado “con la guita de la reunión de Almendra”, que años más tarde le vendió a Héctor, y de la cual que el guitarrist­a no se atrevió a desprender­se mientras vivía el Flaco. “Luis era un tipo tan peculiar que le hubiera molestado que vendiera el auto”, dice. Pero enseguida el anfitrión explica que tener un auto y no usarlo es un drama y confiesa que de su venta salió buena parte de lo que pagó por el lugar en el que estamos ahora. “Por eso, en parte, le debemos a Luis algo de esta casa”, admite el músico, que hoy hará en el CCK (entradas agotadas) un repaso de las distintas etapas de su trayectori­a, con las dos formacione­s de Tantor incluidas.

-Tenías algo de Sandro también, ¿no?

-No, de Sandro no tuve nada. Yo no le daba mucha bola, porque era de otro palo. Él tenía una guitarra, una Gibson de caja hermosa que la pintó de blanco para hacer un espectácul­o con luz negra. Pero ahí te das cuenta por qué no era de mi palo. ¿Cómo vas a pintar con spray blanco una Gibson de caja lustrada? Había que ser un hijo de puta para hacer algo así. Yo sabía que existía, y siempre la quise recuperar. Inclusive le pregunté a mi luthier si la podía restaurar. Pero justo Sandro murió, y no lo hicimos.

Mientras habla, Starc se para frente a un miniescena­rio donde todo está dispuesto como para que Aquelarre suba a tocar ya mismo. El bajo que Emilio del Guercio traía desde la época de Almendra, la batería de Rodolfo García (también con algunos elementos de los tiempos de su banda anterior), con sus parches originales, el primer plato que tuvo y otro que había cortado para que no se siguiera rajando.

Más allá, el teclado que usaron para la reunión del grupo, en 1998, y al fondo un baffle y un cabezal Fender que se elevan poco más de un metro y medio. “Ese equipo es igual al que usaba yo, que era el de Pappo en Los Gatos. Es un Fender Dual Showman 1969. Ellos habían traído dos, uno para el bajo y otro para la guitarra. Cuando Pappo se fue de la banda, se lo quedó Alfredo Toth, con quien yo había tocado antes de que se juntara con Litto Nebbia, y se lo compré. Pero como se ve que en ese tiempo era bastante pelotudo, lo vendí”, cuenta.

La reunión de Aquelarre lo impulsó a rastrearlo, y se enteró de que había pasado a manos de “un tipo que tocaba con Víctor Heredia, que cuando se mudó había tirado el baffle a la basura”, y que había vendido el cabezal por Segundaman­o. “¿Cómo vas a tirar el baffle Fender que era de Los Gatos? Pero hay gente que le chupa un huevo todo eso”, se pregunta y se responde Starc.

El guía señala, entonces, el equipo de Del Guercio, y retoma: “Cuando fuimos a Europa, él se llevó un Ampex que era una mierda. Pero cuando estábamos en España, justo vimos Pink Floyd en Pompeya, donde Gilmour tenía equipos HH. Así que agarramos el Volkswagen mío y el de Moris, y nos fuimos a Londres. Ahí empezó mi empresa de sonido, porque me traje cuatro baffles, la stage box donde se enchufaba todo y la primera ‘manguera’ que hubo en la Argentina para poner la consola alejada del escenario. De todo ese viaje lo que queda es esto. Tengo alguna foto en la que están Moris, Emilio y Rodolfo empujándol­o por las calles de Londres”. Con apenas girar y dejar detrás la etapa Aquelarre y los monitores que usaba Serú, la mirada se encuentra, de un lado, con el teclado Farfisa que usó Ciro Fogliatta para grabar La Balsa, otro con el que Diego Rapoport grabó en los discos de Lebón y Spinetta y, al lado un equipo Acoustic de Jaco Pastorius. “Se lo compró Milrud, que le hizo el sonido”, dice, y bromea: “Lo cambió por una bolsa”.

Hay más; un par de órganos Hammond -uno comprado a un concertist­a y el otro a un cura de San Cayetano-, una vitrina dedicada a guitarras Gibson, otra a Fender y muchas guardadas en sus fundas. “Colgar una guitarra de caja me parece un sacrilegio”, advierte. -¿Sabés cuántas son?

-No las cuento. Cuando me preguntan: “¿Cuántas guitarras tenés?”, digo que la pregunta correcta es ‘cuáles’. Porque si quiero, me voy a Honk Kong con 1.000 dólares y me traigo un montón. Acá, cada cosa tiene una historia.

Entonces, para certificar lo que dice, Starc vuelve a Spinetta y saca de una funda la Stratocast­er roja y blanca “con la que Luis grabó Artaud”, que merecerá, según dice, una vitrina exclusiva. Posiblemen­te al lado de lo que quedó de la acústica que el cantante rompió en pedazos después de caer de espaldas en el escenario al errarle a la silla. -¿Las tocás?

-No. Lo más lindo es cuando de tanto en tanto abro un estuche y digo: ‘Uh, qué bueno’. Pero la mayoría de las guitarras nunca fueron enchufadas. Las tengo porque forman parte de mi vida. Hoy, mi conexión con la música es tocar. Estaría bueno tener un lugar, una sala en el CCK o algo así, donde pueda llevar todo y dar charlas, contar las historias. Así, tengo un trabajo para cuando sea un viejo: tengo la silla de ruedas con motor Harley Davidson preparada y la gente puede disfrutarl­o”. ■

Héctor Starc se presenta hoy desde las 20:30 en el CCK, Sarmiento 151.

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El coleccioni­sta. Starc y parte de los tesoros de su personal museo.

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