El mito de “Orfeo y Eurídice” vuelve al Teatro Colón
La ópera de Christoph Willibald Gluck se presenta con puesta y coreografía de Carlos Trunsky.
Una de las óperas más trascendentes del repertorio, Orfeo y Eurídice, de Christoph Willibald Gluck, vuelve esta noche, a las 20. Las cuatro funciones tendrán un único elenco, integrado por dos canadienses: el contratenor Daniel Taylor como Orfeo y la soprano Ellen McAteer (Amor), junto a la argentina Marisú Pavón, como Eurídice. En el podio estará el español Manuel Coves, al frente del Coro y la Orquesta Estable. Con escenografía de Carmen Auzmendi, vestuario de Jorge López e iluminación de Rubén Conde, la puesta en escena y la coreografía son obra de Carlos Trunsky, con amplia experiencia como bailarín y coreógrafo y algunos trabajos como régisseur.
Basada en el mito de Orfeo, la obra marca la primera colaboración de Gluck con el poeta italiano Ranieri de’ Calzabigi, con el que se propuso llevar adelante una reforma del género operístico y alejarlo de los excesos virtuosísticos del barroco.
“La obra es maravillosa desde el punto de vista musical, y tanto lo conceptual que la ópera tiene en sí como el tema, transformaron mi vida”, cuenta Trunsky. “La puesta me llevó un año de estudio y de trabajo en el que me dediqué sobre todo a esto, a tratar de comprender el mito y ver qué enfoque podíamos darle a esta puesta en la actualidad. De alguna forma el rol de Orfeo ha pasado a lo largo de la humanidad por diferentes lecturas: los griegos, los romanos, la Edad Media y con los últimos pensadores. La mirada del siglo XX y la actual hacen que el enfoque sea distinto de cuando se estrenó la ópera (1762). Me apoyé mucho en una versión de Maurice Blanchot, que sugiere que lo único que Orfeo necesita de Eurídice es poder cantarla. Si tiende tanto a lo apolíneo es porque de alguna forma huye de lo dionisíaco. Esa línea de pensamiento me ayudó, junto con la idea de Nietzsche de que el origen de la tragedia es la amalgama entre lo dionisíaco y lo apolíneo, y habla de la danza dionisíaca: ahí entra mi pasta como coreógrafo para trabajar el cuerpo danzante, oponiéndose a la figura de Orfeo”.
Otros componentes aportan novedad a la visión de Trunsky: “Hay una visión homoerótica bastante posible de Orfeo”, dice, “y eso me dio la chance de trabajar con un grupo de doce bailarines, que juegan la contradicción del héroe durante toda la obra. También, a nivel danza generé un personaje que es Perséfone, una contrafigura del personaje de Amor. Si pensamos todo esto en relación con Orfeo, la pregunta que surge es ‘¿y Eurídice qué?’. Aquí ella se presenta de distintas formas. La primera es entender que el texto de Calzabigi resulta ser absolutamente actual, muy diferente de la visión que los pensadores griegos y romanos tienen de ella, que es la de una bella ninfa sin voz y casi sin identidad. Orfeo, desde mi punto de vista, está enamorado del aspecto más etéreo de la ninfa, no del carnal. Si ella tiene una voz tan actual en la que lo provoca y lo cuestiona, lo llama traidor, después de semejante palabra ya no hay vuelta atrás”.
Ceñidos a las convenciones de la época, Gluck y su libretista dieron un final feliz al mito, pero la visión de Trunsky propone una nueva vuelta de tuerca: “Ahí empieza a jugar la cuestión de qué hace Eurídice frente a alguien que la obliga a volver al mundo de los muertos a partir de un error. Por otro lado, el personaje de Amor dice ‘por gloria mía yo te devuelvo a Eurídice’, y ella queda en la categoría de regalo. Desde mi punto de vista, Eurídice tiene la chance de, a partir de una danza bastante dionisíaca, decidir no quedarse con Orfeo. Si éste la reconoce en su completitud, puede que se encuentre con aspectos ninfomaníacos en ella y posiblemente eso lo espanta. Entonces genero la separación definitiva de Orfeo y Eurídice. Y en el coro final -el gran himno del Amor- hay casi un gesto irónico, que al mismo tiempo deja a Orfeo en un estado de absoluta soledad... Tratamos, a través de los signos, de darle la vuelta a este final y plantear la posibilidad de que Eurídice elija dejarlo solo”. ■
“Eurídice es una mujer de estos tiempos... No se queda con el deseo del otro: impone el suyo.”