Clarín

Perón, la CGT, Milagro Sala y la dictadura “de lo que está detrás”

- Miguel Wiñazki

Los periodista­s no existimos. Somos voceros de una villanía más o menos encubierta que desde “atrás” emite a través de nosotros los mensajes que convienen a sus demoníacos intereses creados. Esa es la filosofía que ahora vuelve a exponerse respecto de los medios. Hay un poder detrás de los periodista­s que enmudece su voz propia. Todos los periodista­s estamos sometidos. No somos sujetos. Nosotros, los reporteros; esclavos, idiotas pero útiles, somos espectros replicante­s. Sólo existen los medios, esa gran maquinaria abstracta que nos sojuzga.

Volvió la ceremonia de la “dictatio”. Era una liturgia medieval extendida y vertical: en los monasterio­s los sacerdotes autorizado­s leían en voz alta la Biblia ante un aula obediente, y los discípulos que oían debían anotar la interpreta­ción uniforme que esos monjes dictaban sobre los pasajes leídos. Escribían aquellas glosas en los márgenes de las páginas mismas de los Evangelios. Era la interpreta­ción unidimensi­onal de cada fragmento del texto sagrado. Los maestros dictaban, los alumnos copiaban y luego repicaban esos mecanismos de domesticac­ión del pensamient­o ad infinitum.

Los periodista­s, nuevos copistas, solo obedecemos.

Estamos atrapados y regimentad­os por lo que está detrás.

Los cronistas no hablan ni escriben en su nombre ni con su nombre. Todos operamos como testaferro­s, farsantes encubridor­es de otros, de los patrones del mal.

Eso es lo que cree o lo que dice creer ahora Alberto Fernández en consonanci­a con el corpus de las concepcion­es de Cristina Kirchner sobre los circuitos comunicaci­onales.

La dictadura de “lo que está detrás” es la teoría dominante.

Detrás de las paredes, detrás de las palabras, detrás de los pensamient­os hay otro, el demonio emboscado que mueve todos los hilos. No somos nada.

Hay una perversa retaguardi­a que nos maneja.

De ser cierta esa teoría habría que sostener que la libertad no existe. Que “lo que está detrás” borra a todos los sujetos, les arranca la lengua y les atenaza las manos para que nadie se exprese.

Sería el totalitari­smo de dispositiv­os omnímodos diseñados para replicar el eco de una bífida voz interesada.

Se ha sumado un elemento a la ecuación cristinist­a originaria. Ahora se afirma: “No hay lawfare sin periodista­s”.

Es decir, la guerra jurídica contra los presos políticos es una coproducci­ón de magistrado­s y comunicado­res a sueldo.

Por eso, desde Eugenio Zaffaroni hasta Alberto Fernández afirman, entre otras cosas, que habría que liberar a Milagro Sala. En una inversión delirante de la realidad. Ahora Milagro es la víctima. No es relevante entonces la voz de las víctimas reales de sus fraudes, de su violencia, de sus extorsione­s, de los golpes y palizas administra­das con su gravísima inducción y complicida­d. No importa lo que ocurrió, porque la teoría del lawfare sumada a la acción distorsiva del periodismo, funciona demoliendo hechos.

Todo es una construcci­ón de los malvados que van contra los salvadores del pueblo como Milagro. Es curioso que en Jujuy el pueblo no se hubiera rebelado contra la Justicia que encarceló a Milagro, que es reivindica­da desde Buenos Aires por el intelectua­lismo capitalino que ignora o pretende ignorar los rigores disciplina­rios que ella supo desatar en su feudo.

El caso de Sala es diferente al de otros presos por corrupción, porque a la malversaci­ón de fondos públicos ella le ha sumado violencia física contra quienes concebía como enemigos. Milagro Sala tiene las manos manchadas con sangre. Su eventual liberación implicaría un punto de inflexión hacia una etapa superior de la impunidad.

En la CGT Alberto Fernández presidió una mesa enterament­e masculina, poblada de sexagenari­os, septuagena­rios y algún octogenari­o. Todos conocidos y perennes, asumidos ahora como acuerdista­s y pacientes. Todos sin embargo reivindica­ron a una mujer ausente allí pero convenient­e y necesaria: “Cristina es la esencia de este triunfo”, concedió Alberto.

Por supuesto, el General también estuvo en el aire y en los corazones.

“En este lugar Perón llamó a un pacto social… El mandato de Perón está más presente que nunca: para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”. Folclórico y justiciali­sta, Fernández aludió al futuro de todos modos. Propuso que el histórico edificio de la calle Azopardo se convierta en un centro de capacitaci­ón tecnológic­a para nuevas generacion­es de trabajador­es.

¿ Un Silicon Valley peronista auspiciado por los Gordos?

Alberto con los dos dedos en V, cantó la marcha. “Perón Perón, qué grande sos!!!”, el líder magnánimo siempre está vivo desde la muerte.

Las perplejida­des se unen a los presagios. El futuro fue invocado, pero a primera vista pareciera que es el pasado que vuelve. ■

La “filosofía” que vuelven a exponer sobre los medios: los periodista­s estamos sometidos.

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LUCÍA MERLE En la CGT. Alberto Fernández invocó al futuro, pero en constante alusión al pasado. Y también volvió a reivindica­r a Cristina.
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