Un festejo que puede convertirse en un problema en diciembre
La primera victoria de Alberto Fernández en la política internacional podría convertirse también en su problema más complejo en ese terreno. El presidente electo llevaba varios meses trabajando en público y en privado por conseguir la libertad de Lula Da Silva, condenado por corrupción en su país y que acaba de ser liberado para que pueda esperar en su casa la confirmación o revocación de su condena que deberá decidir la Corte Suprema de Brasil.
Las gestiones de Fernández por la liberación de Lula generaron la furia de su principal enemigo político, Jair Bolsonaro, el controvertido presidente de Brasil. El enojo de Bolsonaro creció con la victoria de Fernández y el malestar entre los dos escaló en cada oportunidad en que el argentino se manifestó a favor de la libertad del brasileño.
Todo está dispuesto para que, con Lula haciendo política en las calles otra vez, y con Fernández instalado en la Casa Rosada, Bolsonaro jugará a tensar la cuerda al máximo.
El brasileño, además, está envalentonado por los números que muestran la recuperación de la economía de su país tras una larga recesión y por el mal contexto en que asumirá Fernández. Si la relación política sigue viciada, la Argentina de Fernández estará en peores condiciones de engancharse al tren de la recuperación brasileña, que suele ser, por el tamaño de su mercado y la potencia de su industria, la locomotora que tira hacia adelante la economía argentina.
Hoy, según los últimos datos disponibles y con unas exportaciones que no despegan a pesar de la ventaja cambiaria, el superávit comercial con Brasil explica un tercio de todo el superávit comercial de la Argentina.
Fernández lo sabe bien, y por eso, entre otras cosas, le dio tanta importancia a su viaje a México, la segunda economía de la región. Su idea es incrementar las exportaciones a ese país, aunque la Argentina tendrá que emprender un larguísimo y arduo recorrido para poder reemplazar con ventas a México lo que podría dejar de exportarse a Brasil si Bolsonaro decide usar el látigo de la economía para castigar las posiciones políticas de su socio del Mercosur.
La imagen de un Lula aclamado en Buenos Aires y saludando de la mano de Fernández y de la próxima vicepresidenta, Cristina Kirchner -si es que el presidente electo lleva a cabo su plan de invitar al brasileño a la ceremonia de asunción- hará infinitamente más visible el vacío que dejará la ausencia de Bolsonaro. ■