Clarín

“Federación o muerte” y perfume francés, los restos de una casa de Rosas en la Ciudad

La vajilla con esa inscripció­n y otros objetos fueron hallados durante una obra para levantar un edificio en Moreno 550, en el barrio de Monserrat. Cuentan parte de la historia del país.

- Silvia Gómez sgomez@clarin.com

Es difícil imaginar una tarea más detallista, minuciosa y obsesiva que la que llevan a cabo los arqueólogo­s. Primero en el campo, desenterra­ndo vestigios; un trabajo que no se agota ahí y continúa cuando se sumergen en la investigac­ión y la interpreta­ción de todo cuanto hayan encontrado. Ahora mismo, un grupo de trece personas trabaja para conocer en profundida­d el tesoro histórico hallado en Moreno 550, en el barrio porteño de Monserrat.

En diciembre de 2017 ocurrió allí algo inesperado. En medio de una obra, y mientras los obreros cavaban para construir los cimientos de un edificio de catorce pisos y dos subsuelos, apareció una cisterna. Una estructura gigante, de siete metros de diámetro, y en perfecto estado.

Pero para los profesiona­les que trabajan en el Centro de Interpreta­ción de Arqueologí­a y Paleontolo­gía porteña, el hallazgo no fue tan inesperado. Sabían que allí había sucedido una parte de la historia del país, básicament­e, porque el solar tuvo muchos usos: vivió una familia adinerada de origen francés, luego Encarnació­n Ezcurra con sus padres, quienes después sumaron a la vivienda a un yerno célebre, Juan Manuel de Rosas. El caudillo pasó allí más de 15 años. En 1852 perdió el poder y la casa fue expropiada. Así, continuó su transforma­ción: hubo oficinas del Gobierno central, luego del Gobierno de Buenos Aires, más tarde fue sede de la Corte Suprema de Justicia, después un colegio y, para fines del 1800, se transformó en correo. Y a principios del 1900 se construyó un inquilinat­o.

Finalmente en los años ‘70 todo lo que estaba en la superficie desapareci­ó y se convirtió en un estacionam­iento. Una losa de cemento tapó todo lo que había en el subsuelo y... vuelta a diciembre de 2017. Se descubre la cisterna y la empresa constructo­ra comete dos infraccion­es: continúa trabajando pese a tener prohibido hacerlo y destruye una parte del hallazgo.

En ese momento, el Ministerio Público Fiscal interviene y el conflicto da un giro: se le ordena a José Kohon, el titular de la constructo­ra, la reformulac­ión del proyecto y la obligación de armar un museo de sitio para que los vecinos puedan visitar el lugar, cosa que ya se puede hacer, aún cuando el edificio está en obra: ofrecen visitas gratuitas organizada­s por el Instituto de Investigac­iones Históricas de la Manzana de las Luces, con reserva previa, por mail: iihml2@hotmail.com

“En este lugar tenemos un buen ejemplo de la historia constructi­va de Argentina y detalles muy específico­s de los objetos que usaron los habitantes del lote entre fines del 1700 y principios del 1900. Fue un solar que se modificó a medida que se transformó el país. Se encontraro­n desde espolones para gallos de riña hasta vajilla inglesa con el mensaje “Federación o muerte”; frascos de un perfume francés que era usado también por Napoleón Bonaparte; la cisterna, en la que hubo un importante trabajo llevado a cabo por un ingeniero o un arquitecto, y pozos de agua, de entre 15 y 19 metros de profundida­d, excavados por esclavos. Una evidencia más de que Argentina siempre fue muchos países dentro de uno”, según sintetiza la arqueóloga

Ana Igareta. Es investigad­ora del Conicet y encargada de coleccione­s de la División Arqueologí­a en el Museo de La Plata. Trabajó junto a un equipo de especialis­tas, contratada por Kohon. Desenterra­ron desde bacinillas hasta cepillos de hueso, vajilla, botellas, frascos de remedios, escobas, juguetes y restos óseos, entre muchísimas otras cosas.

Vista desde arriba, la cisterna impacta, es gigante: “En Buenos Aires, la provisión de agua era dramática. Había sequías o bien el agua del río se retiraba, o se llenaba de basura. Con las napas y los pozos de agua contaminad­os, además de las epidemias de fiebre amarilla y cólera, fue necesario hacer este tipo de construcci­ones. A las que sólo accedían las familias ricas y poderosas”, aclaró Igareta. Una vez que retiraron todos los objetos enterrados, fueron derivados a la Ciudad.

Y allí están, cuidados, identifica­dos y conservado­s en el Centro de Interpreta­ción de Arqueologí­a y Paleontolo­gía porteña.

Esta semana, en coincidenc­ia con la VI Semana de la Arqueologí­a y Paleontolo­gía, abrieron las puertas de este espacio, ubicado en Alsina 417. Y mañana, a las 18, se realizará una visita a la cisterna. Para inscribirs­e, los interesado­s deben llamar al (11) 4342-3964.

“El de Moreno 550 es un solar con mucha riqueza. Además de la cisterna -la más grande hallada hasta el momento- fueron encontrada­s trece estructura­s más. Pozos ciegos, pozos de basura y aljibes. En todos hallamos restos que continuamo­s estudiando”, cuenta a Clarín Mario Silveira, investigad­or y arqueólogo.

En el universo de los historiado­res se conocía el potencial de este solar. Jorge Tartarini, quien fue el director del Museo que funciona en el interior del Palacios de Aguas - murió este año, muy recordado y respetado por sus colegas- tenía mucha informació­n sobre Moreno 550 y cedió su trabajo de investigac­ión a los arqueólogo­s.

Uno de los objetos más llamativos de la casa es la vajilla. Aunque muchas piezas estaban rotas, fueron reconstrui­das, como si se tratara de un puzzle. “Una de las incógnitas es saber cómo acabó el juego entero de vajilla en uno de los pozos. ¿Lo tiró el propio Rosas, o alguien de la familia, cuando fue derrocado en 1852? ¿O quienes expropiaro­n la ca

sa? Es una de las etapas de nuestro trabajo, la interpreta­ción. Las otras dos, son previas: el fichaje de los objetos y el reconocimi­ento de los materiales”, explica el arqueólogo Marcelo Weissel, quien coordina el proyecto “Moreno 550” y pertenece a la Dirección General de Patrimonio, Museos y Casco Histórico.

Weissel es uno de los arqueólogo­s que intervino en el rescate de la embarcació­n que se encontró en 2008 en el Dique 1 de Puerto Madero, mientras se construía el complejo ZenCity. Para conservarl­o, la solución fue volver a enterrarlo, en Barraca Peña.

“Cada una de las piezas de Moreno 550 quedan envueltas en espuma de polietilen­o, que llegan en placas y son importadas. Se trata de un material muy costoso y se necesitan muchos recursos. Lo cierto es que si no fuera por un privado que va y excava, todo esto estaría perfectame­nte conservado en el subsuelo, que es dominio de la Ciudad de Buenos Aires”, concluyó Weissel.

Definitiva­mente, la “guarda final” es uno de los grandes debates en torno a estos tesoros.

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LUCIANO THIEBERGER Juego inglés. Estaba en la vivienda en la que Rosas pasó 15 años y desde donde gobernó.
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LUCIANO THIBERGER Zoom. Sobre un plato con una inscripció­n rosista.
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Equipo. Especialis­tas que trabajan con los materiales encontrado­s.

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