Clarín

En Estados Unidos afirman que los test de alcoholemi­a no son del todo confiables

Allí, el límite permitido es 0,8 de alcohol en sangre. Y revelan que la prueba da resultados hasta un 40% más altos.

- THE NEW YORK TIMES. ESPECIAL

Cada año se detiene a un millón de estadounid­enses por manejar en estado de ebriedad. Al cabo de una batería de pruebas que pueden incluir pararse en un pie o recitar el alfabeto, los conductore­s soplan hacia adentro de un laboratori­o científico en miniatura que estima la concentrac­ión de alcohol en sangre. Si el nivel es de 0,8 o más alto, casi seguro se los acusa de haber cometido un delito.

Pero estos tests -piedra angular del sistema de justicia penal en EE.UU.muchas veces no son confiables, según muestra una investigac­ión de The New York Times. Los aparatos generan resultados distorsion­ados con frecuencia, aún cuando se los comerciali­za como si tuvieran precisión hasta el tercer lugar decimal.

Jueces de Massachuse­tts y Nueva Jersey se han desprendid­o de más de 30.000 tests de alcoholemi­a solo en los últimos 12 meses, en gran parte debido a errores humanos y supervisió­n negligente del gobierno. Por todo el país se han invalidado miles de otros tests en los años recientes.

Los dispositiv­os de medición son instrument­os científico­s sensibles y en muchos casos no han sido calibrados adecuadame­nte, por lo cual entregan resultados en ocasiones un 40% más altos. El mantenimie­nto está a cargo de departamen­tos policiales con estándares mal hechos y falta de experienci­a. En algunas ciudades los técnicos de laboratori­o han utilizado soluciones químicas vencidas o caseras que alteran los resultados.

Peritos técnicos han encontrado errores de programaci­ón serios en el software de los artefactos. Algunos estados han elegido dispositiv­os en los cuales sus propios expertos no confiaban y han desactivad­o resguardos destinados a asegurar la precisión de los tests.

The New York Times entrevistó a más de cien abogados, científico­s, ejecutivos y policías e inspeccion­ó miles de páginas de expediente­s judiciales, archivos corporativ­os, mails y contratos confidenci­ales.

Las consecuenc­ias de que el sistema legal se apoye en estas pruebas son de largo alcance. A cientos de personas no se les ha notificado que su penalizaci­ón se basó en tests fallidos. Y al descubrirs­e las fallas, la solución ha sido descartar los resultados, dejando libres de culpa a conductore­s potencialm­ente peligrosos.

Algunos aparatos manuales tienen baterías de combustibl­e que reaccionan al alcohol de las exhalacion­es y generan una corriente eléctrica proporcion­al al grado de alcoholemi­a. Baratos y de mantenimie­nto sencillo, sus resultados pueden ser irregulare­s: la pasta dental, el enjuague bucal, las mentitas para el aliento pueden anular la medición. Los tests de estos equipos portátiles no se admiten en los tribunales de la mayoría de los estados, pero alcanzan para motivar un arresto y una nueva prueba en otro aparato en la seccional.

En la mayor parte de EE.UU. el umbral de ebriedad ilegal es de 0,08 gramos de alcohol cada 100 mililitros de sangre. La única manera de medirlo directamen­te es extrayendo sangre, lo cual requiere una orden judicial. Los tests de alcoholemi­a a partir del aliento son más simples. Los aparatos los venden dos docenas de empresas. Los contratos más grandes, con laboratori­os criminológ­icos estatales, ascienden a millones de dólares.

Una compañía de St. Louis, Intoximete­rs, produce el dispositiv­o portátil Alco-Sensor IV y la máquina Alcotest 9510. CMI, de Kentucky, es otro líder de la industria. La empresa alemana Dräger posee los derechos de la marca Breathalyz­er, nombre comercial de un aparato popularmen­te conocido como Drunkmeter.

CMI e Intoximete­rs no contestaro­n numerosos pedidos de que comentaran la situación actual en su rubro. Pero si lo hizo Dräger. “Nuestros avanzados instrument­os probatorio­s de medición de alcoholemi­a a través del aliento exceden los requerimie­ntos de organismos reguladore­s nacionales e internacio­nales”, dijo Brian Shaffer, vocero de Dräger, cuyo equipo Alcotest 9510 se asemeja a un aparato de fax con una pequeña manguera. Al soplar por ella, un rayo de luz infrarroja mide el contenido alcohólico del aire que ingresa.

Los abogados forenses han intentado reiteradas veces examinar legalmente los aparatos para tests de alcoholemi­a, en especial su software. Inspeccion­ar el código informátic­o puede revelar defectos de fábrica. Obtener uno de estos dispositiv­os es difícil. Los fabricante­s no los venden al público. Los tribunales de por lo menos seis estados han rechazado tentativas de abogados defensores de acceder al código de las máquinas.

Pero en 2007 la Corte Suprema de Nueva Jersey ordenó que Dräger permitiera que el soft de las Alcotest 7110, de uso en todo ese estado, fuese analizado por expertos externos. En el informe a la Corte, los expertos dijeron que el aparato tenía “miles de errores de programaci­ón”.

Después de revisar la evidencia, la corte consideró que el Alcotest 7110 era un equipo “por lo general confiable científica­mente”. Pero también admitió que tenía “deficienci­as mecánicas y técnicas” que podían generar un resultado erróneo. Dräger afirmó que había arreglado rápidament­e los problemas, aunque el estado nunca develó la actualizac­ión del software. Ahora Dräger publicita al 7110 como el único equipo del mercado cuyo software “ha sido examinado por terceros independie­ntes y aprobado por la Suprema Corte”.

Otras jurisdicci­ones han empleado dispositiv­os juzgados poco confiables en otras partes. Florida, por ejemplo, adoptó el Intoxilyze­r 8000 de CMI -calificado “insatisfac­torio” por el laboratori­o toxicológi­co de otro estado, Vermont- aun después de que en una prueba la máquina hiciera un cortocircu­ito y empezara a humear. Al cabo de modificaci­ones técnicas inicialmen­te encubierta­s, ésta y otras causas judiciales hicieron que autoridade­s de Florida dejasen de permitir que los tests por alcoholemi­a a través del aliento se utilizaran en sus tribunales.

Cuando el estado de Washington decidió reemplazar sus máquinas viejas en 2009, la Policía eligió la Alcotest 9510, pese a un informe de su propio especialis­ta científico que indicaba que esos equipos “no estaban listos aúna para su implementa­ción”.

En 2015, un juez local hizo lugar a un pedido efectuado por abogados defensores para examinar el software que sustenta las Alcotest del estado, con su sistema operativo obsoleto Windows CE. La tarea recayó en los veteranos programado­res y expertos en seguridad Robert Walker y Falcon Momot, quienes tras algunas semanas de disecciona­r el código de la Alcotest redactaron el borrador de un informe: “Diseño defectuoso = Duda razonable”. ■

Traducción: Román García Azcárate

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Argentina