Clarín

De la predilecci­ón por Del Potro a sus ganas de aprender y mejorar

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Desde que puso un pie en suelo argentino, Roger Federer sintió ese calor especial del público local. Ese que lleva a las declaracio­nes de amor de las estrellas de rock, a la sorpresa de los deportista­s que acostumbra­n a otro tipo de aficiones... Desde quienes se abalanzaro­n sobre su figura al bajar del avión privado que lo depositó en Ezeiza a la locura por una firma suya para quienes se agolparon en la puerta del hotel Hilton, Federer recogió afecto en cada paso.

“Es una de las cosas más increíbles que vi incluso hasta hoy -dijo el suizo sobre los fanáticos argentinos-. Una de las más movilizant­es. Cuando vine en 2012 recuerdo que cantaban mi nombre; es algo único porque uno no suele tener estos fans en el mundo. Quise volver antes, pero nunca había encontrado el momento perfecto. Para este año lo pensamos y empezamos a preguntar cómo lo haríamos. No podría venir todos los años porque es mucho trabajo, pero cuando salió el tour estaba totalmente comprometi­do. No aguantaba más la espera”.

Federer maravilla a los argentinos por la misma razón que enamora al mundo: porque pinta líneas de arte con los golpes de su raqueta. Eso sí: si debe elegir un golpe de alguno de los muchos rivales de este país que debió enfrentar, se queda con dos. “El drive de Del Potro y el revés de Nalbandian, que me causó muchos problemas. Esos dos son de los mejores golpes que vi en mi vida”, señaló. En una batalla entre ambos símbolos del tenis sudamerica­no, el suizo decide inclinarse, aunque por poco, por su vencedor en la final de Flushing Meadows 2009. “Cuando Juan Martín está encendido es más difícil porque tiene muchísima potencia con el saque y la derecha. Es mucho más complejo controlarl­o. Con David, por su forma de jugar, sentía que quizá igual tenía alguna chance”, sostuvo.

Alexander Zverev fue por buena parte de la presentaci­ón del evento casi un partenaire (aunque divirtió a todos cuando le pidió por favor a Federer que invitara al partido a Diego Maradona). Donde no es un mero espectador es en la cancha, donde es parte de una generación de jóvenes que pone en aprietos a los viejitos liderados por Federer. “En algún punto me sorprende jugar a este nivel con estos chicos. Ni sabía que estaría jugando a los 38 años y acá estoy. Me siento bárbaro y vengo de dos años muy buenos físicament­e. Cada generación trae algo nuevo: fuerza, movimiento, táctica... Siempre se puede aprender y mejorar y yo lo sigo haciendo”, afirmó.

Este año Federer no pudo conquistar su 21° Grand Slam. Pero la mira está calibrada. “Me quedé muy cerca en Wimbledon y quiero volver a ganarlo, pero no me sorprender­ía ver nuevos campeones ahí. Tengo algunas rivalidade­s y tal vez me vuelva a pasar con esta generación. Quizá el año que viene ellos tomen el control y sería genial porque el tenis quedaría en buenas manos. Si Nadal, Djokovic y yo no nos cuidamos, hay chances de que nos sorprendan por todos lados”, afirmó. ■

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ARIEL GRINBERG Idolo. Mucha gente se juntó en el hotel de Puerto Madero para tener un autógrafo de Federer.

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