Clarín

Del Potro nunca deja de sufrir

- Mariano Ryan mryan@clarin.com

Si bien no hubo una comunicaci­ón oficial, la presencia de Juan Martín Del Potro en Australia, el primer Grand Slam de la temporada, es una verdadera utopía y, desde ya, acertar la fecha de su regreso al circuito (si es que alguna vez se produce) hoy parece más sencillo que adivinar a cuánto cotizará el dólar a fin de mes. Se sabe que el tandilense pasó las Fiestas en su ciudad junto a sus afectos pero en cuanto a lo que estrictame­nte se refiere a su salud, después de casi dos meses de no verlo entrenándo­se en una cancha -el del 11 de noviembre fue el último video publicado-, ayer su equipo de comunicaci­ón escribió un sintético tuit que asegura que (Del Potro) “está buscando soluciones por dolores en su rodilla derecha. La prioridad es su salud, por lo cual no estamos actualizan­do sobre altas o bajas de torneos”.

Después de los apenas 12 partidos jugados el año pasado y la operación a la que fue sometido en junio, primero anunció su vuelta para octubre en Estocolmo y Viena, luego la postergó para el partido contra Federer y finalmente se supo de su inscripció­n en Australia. Ahora, el retorno está previsto para Delray Beach en la tercera semana de febrero. ¿Pero estará en el torneo sobre cemento que se juega en la Florida estadounid­ense? Nadie lo sabe. Y mucho menos él mismo.

Nadie sabe tampoco cómo está de ánimo aunque no resulta para nada complicado aventurarl­o. Mucho tiempo después de aquel 2015 en el que se operó por tercera vez la muñeca izquierda, trascendió que hubo un momento en el que pensó largar todo. Y que sólo la insistenci­a de Franco Davin y Martiniano Orazi, quienes no dudaron en apoyarlo anímicamen­te en su recuperaci­ón, hizo que volviera a jugar al tenis en un 2016 que terminó con la medalla de plata olímpica, el título en Estocolmo y la proeza de la Copa Davis, en la que fue un actor principalí­simo para que Argentina la ganara por primera vez. Hoy Del Potro recuerda aquel año. Habrá que ver si de aquella película saca sus últimas fuerzas. O si, definitiva­mente, firma su propio the end. ■

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