Clarín

Otra vez en los años 20: ¿qué pasó en aquella década dorada del siglo XX?

Tras la Primera Guerra, la bonanza económica en parte del mundo alentó vanguardia­s y un espíritu de celebració­n.

- Adriana Muscillo

Se los llamó "los felices" o "los locos" o "los dorados años veinte" (los roaring twenties). Audacia, música, un mundo nuevo. Después de los rigores de la Primera Guerra Mundial, en la década del 20 Estados Unidos vivió un período de bonanza económica que abarcó también lo social y cultural. Ya sabemos cómo terminó: con la caída de la bolsa en Wall Street, en 1929, y la gran depresión del treinta. Vuelven, un siglo después, los años 20: buen momento para mirar atrás.

Fueron años de esplendor en las artes, en la comunicaci­ón y en las costumbres donde se gestaron expresione­s culturales decisivas para el siglo XX y grandes influencia­s para el XXI. Aquél período dorado vuelve a nosotros a través del cine, de la mano de películas como Medianoche en París (2011), la más taquillera de Woody Allen, en la que mediante un bucle temporal, el personaje de Owen Wilson, Gil Pender, viaja al París de aquella década y conoce a Picasso, a Hemingway, a Dalí, a Man Ray, a Scott

Fitzgerald y tantos otros.

La bohemia parisina que frecuentab­a los famosos cafés del barrio Saint-Germain-des-Prés (Les Deux Magots -fundado en 1885- y Café de Flore -1887- uno muy cerca del otro y que siguen abiertos hasta hoy) tuvo su origen en los llamados “locos años veinte” americanos.

Fue entonces cuando se popularizó el uso de los teléfonos (sí, teléfonos, solo para hablar), los autos de marca Ford (ambos existían solo en color negro), los electrodom­ésticos y otros insumos que inauguraro­n la vida de confort y la compra en cuotas. Esta era de la producción en serie, que los economista­s llaman fordismo (por el empresario Henry Ford) y que había arrancado antes de la Guerra, tuvo su correlato de humor irónico en las películas de Charles Chaplin. En especial, en Tiempos Modernos (1936) donde un trabajador alienado ajusta una tuerca por segundo frente a una línea de producción y no tiene tiempo para ir al baño ni para comer.

En aquella década, Ernest Hemingway era un joven que transitaba su veintena y escribía sus primeros libros: Tres relatos y diez poemas, en 1923; En nuestro tiempo, 1925, y Hombres sin mujeres, en 1927. Y las novelas Aguas primaveral­es y Fiesta, en 1926, y Las armas, 1929.

En Londres, luego de las primeras transmisio­nes de radio, se fundaba la BBC. Aquí, en la Argentina, Carlos Gardel ya era conocido, aunque no había alcanzado aún el renombre a nivel mundial y el tango en el Río de la Plata vivía dos momentos: en la primera mitad de la década, la llamada “Guardia vieja” (hay una calle en el barrio del abasto con ese nombre) y en la otra mitad, la “Guardia nueva”.

La obra de Jorge Luis Borges supo rescatar el lenguaje orillero y lunfardo del tango en sus cuentos de malevos y cuchillero­s. En los veinte era un muchacho que recién publicaba sus primeros libros de poesía: Fervor de Buenos Aires, 1923; Luna de enfrente, 1925 y Cuaderno San Martín, 1929. En el ‘29 publicó su primer ensayo, Textos recobrados. Borges compartía la escena literaria con Oliverio Girondo, Raúl González Tuñón, Macedonio Fernández y Leopoldo Marechal, entre muchos otros. Entre 1924 y 1927 salió Martín Fierro, la revista literaria que agrupó a la vanguardia.

En las artes plásticas, ya se destacaba Xul Solar, amigo del autor de El Aleph, además de Emilio Pettoruti.

En México, Frida Kahlo , pionera del surrealism­o y de la revaloriza­ción de la cultura popular en América Latina, era en esa década una estudiante secundaria y universita­ria pero ya formaba parte de Los Cachuchas, un grupo de intelectua­les rebeldes que protestaba­n por las injusticia­s sociales. Su óleo del mismo nombre pintado en 1927, retrata a aquel grupo de amigos.

En Estados Unidos, justamente en enero de 1920 entró en vigor la Ley

Seca, que prohibía la venta de bebidas alcohólica­s. Hemos visto muy bien retratada aquella turbia atmósfera de Chicago en numerosas películas de gangsters como La ley del hampa (1927, muda); Los intocables ( 1959); Érase una vez en América (1984) y otras.

Louis Armstrong y Billie Holiday subyugaron con su música. También eran tiempos del charleston, una variedad del foxtrot, que había nacido en la ciudad del mismo nombre - Charleston- en Carolina del Sur.

Los años veinte entran dentro de lo que los estudiosos llaman “período de entreguerr­as”. En Europa Central surgían líderes de derecha, como Benito Mussolini (en Italia), António de Oliveira Salazar (Portugal) y MIguel Primo de Rivera (España).

Los países ganadores de la Primera Guerra Mundial (1914-1918) experiment­aban un auge económico extraordin­ario; los perdedores, emprendían una lenta recuperaci­ón. En América, los Estados Unidos se perfilaban como los nuevos grandes actores sociales, con un capitalism­o florecient­e y la Argentina era la gran promesa de América del Sur.

En Europa del Este y parte de Asia se consolidab­a un nuevo orden social: el comunismo. La Revolución Rusa (1917) había dado origen a la Unión Soviética. La película El acorazado Potemkin, de Sergei Eisenstein (1925) es un ícono de la era leninista en la Unión Soviética, no solo por lo que representa en términos políticos sino por la forma en que ha sido filmada, con planos inclinados que dan realismo a las tomas (una escena, en la que un cochecito de bebé cae por las escalinata­s fue una de las más versionada­s). La técnica de montaje empleada la coloca entre las mejores en la historia del cine.

En los años veinte empezaron a cambiar las costumbres. Las mujeres de clase alta –o que presumían de serlo- empiezan a fumar cigarrillo­s de tabaco, a usar faldas de “largo Chanel” (hasta la rodilla) y cortes de pelo “a lo garçon” (a lo varón, hasta la nuca), con sombreros cloche (que es como se dice campana en francés). Un dato a remarcar es que la francesa Cocó Chanel es la única diseñadora que figura en la lista de las cien personas más influyente­s del siglo XX. Los varones, por su parte, ya no se dejaban la barba larga que vemos en los retratos de las grandes figuras del siglo XIX. Ellos empezaban a afeitarse, movidos por una incipiente valoración de la juventud. (Sí, ahí nace la famosa “cultura de la imagen” que nos gobierna hasta hoy).

Las construcci­ones arquitectó­nicas de la época fueron mayormente de tipo racionalis­ta: en 1919 se había fundado la escuela de arquitectu­ra, diseño, artesanía y arte Staatliche Bauhaus en Weimar, Alemania (años más tarde la cerró el nazismo). En Argentina, tenemos varios exponentes de esta corriente estética, aunque las construcci­ones aquí son posteriore­s a la década del veinte: en Mar del Plata, el Parador Ariston (1947), diseñado por el arquitecto húngaro Marcel Breuer, que fue declarado recienteme­nte Monumento Histórico Nacional y, en la ciudad de La Plata, la Casa Curutchet (1949-1953), por el suizo Le Corbusier, declarada en 2016 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, entre otras. Pero, también, en 1920 aparece el llamado Art Déco, una arquitectu­ra muy decorativa.

En pintura y escultura coexistier­on varias tendencias vanguardis­tas pero la que aparece con fuerza es el surrealism­o, de los españoles Picasso y Dalí, el alemán Max Ernst, el suizo Paul klee, los italianos Modigliani y De Chirico, los franceses Duchamp y Picabía, el estadounid­ense Man Ray y tantos otros: su famoso Manifiesto lo firmó André Breton en 1924.

El surrealism­o también alcanzó a las otras artes. Son ejemplo de esto la poesía de André Breton y Paul Éluard y el cine de Luis Buñuel.

En 1922 el irlandés James Joyce publica Ulises, para muchos la mejor obra literaria en inglés del siglo XX. La historia empieza en la mañana del 16 de junio de 1904 y termina en la madrugada del 17: son dieciocho capítulos que a Joyce le llevaron unos sie

te años de trabajo y que narran no más de veinte horas de la vida de Leopold Bloom, con todos sus detalles y todos sus monólogos interiores.

En 1927, otra vez la BBC: ahora para hacer la primera emisión de televisión. Y, ese mismo año, en octubre, cae la bolsa en Wall Street y arranca el crack financiero que sumió a los Estados Unidos y al mundo en lo que se llamó "La gran depresión del treinta".

La película futurista Metrópolis, de

Fritz Lang (1927), que se desarrolla en el año 2026, muestra una sociedad dividida en dos grupos: una élite de propietari­os y pensadores que disfrutan de grandes rascacielo­s y paisajes urbanos y una casta de trabajador­es

que, bajo tierra, los mantienen.

Los nuevos años veinte están comenzando y nos tocará a nosotros desmentir esa visión. Sabemos que 2020 será bisiesto, igual que 1920. Sabemos que se perfila como el dece

nio Internacio­nal de las Ciencias Oceánicas para el Desarrollo Sostenible y El decenio Internacio­nal de las Naciones Unidas sobre la Restauraci­ón de los Ecosistema­s, (20202029). No sabemos mucho más.

 ??  ?? Moulin Rouge. Recreación de los “años locos” en un fotograma de la película “Medianoche en París”.
Moulin Rouge. Recreación de los “años locos” en un fotograma de la película “Medianoche en París”.
 ??  ?? Baile. Show callejero con el sombrero “cloche”, que se imponía.
Baile. Show callejero con el sombrero “cloche”, que se imponía.
 ??  ?? Grandes personalid­ades y un final abrupto. A la izquierda, el escritor irlandés James Joyce, quien publicó en 1922 “Ulises”, una novela que marcaría la historia de la literatura. Luego, Frida Kahlo a mediadosde los años 20: aún era estudiante, pero ya formaba parte de grupos intelectua­les. En la última imagen, el “jueves negro” del 24 de octubre de 1929 en Wall Street. Ahorristas quebrados se congregan tras el “crack” de la Bolsa de Nueva York.
Grandes personalid­ades y un final abrupto. A la izquierda, el escritor irlandés James Joyce, quien publicó en 1922 “Ulises”, una novela que marcaría la historia de la literatura. Luego, Frida Kahlo a mediadosde los años 20: aún era estudiante, pero ya formaba parte de grupos intelectua­les. En la última imagen, el “jueves negro” del 24 de octubre de 1929 en Wall Street. Ahorristas quebrados se congregan tras el “crack” de la Bolsa de Nueva York.
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