Clarín

Jorge Navarro: toda una vida haciendo jazz argentino

A punto de cumplir 80 años, el gran pianista -que empezó a los 16- lo celebra con dos noches recorriend­o clásicos.

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“Aunque la mayoría de la gente pensaba otra cosa, éramos un grupo de músicos bastante sanos; no usábamos marihuana y nunca vi a nadie consumir cocaína; el más problemáti­co justamente era yo... con el alcohol”, confiesa el legendario pianista Jorge Navarro, a punto de cumplir 80 años (20 de enero), de los que pasó 63 haciendo jazz.

A comienzos de los ‘60 fue parte de la vanguardia jazzística porteña junto con Gato Barbieri, Rubén Barbieri, Rodolfo Alchourron y el Chivo Borraro; cofundador junto con Ernesto Acher de La Banda Elástica en los ‘80 y hoy, músico ineludible dentro del jazz local. Festejará su 80 años con el lanzamient­o de su disco Jorge Navarro y amigos, que presentará hoy y mañana en Bebop (Moreno 364, Capital; entradas, entre $700 y $950).

Mientras escuchaba con 16 años a los Swing Timers en Radio Excelsior no se imaginaba que poco tiempo después estaría tocando con ellos. “Un vecino que tenía piano y los conocía les habló de mí y los invitó a escucharme sin que lo supiera; una tarde me cuenta que iban a venir a escucharme los fundadores del grupo, el clarinetis­ta Mauricio Percán y el contrabaji­sta Jorge Negro González. Le dije: ¡Pero vos estás loco, cómo que le dijiste que vengan a escucharme! Estaba muy asustado. La cuestión es que me escucharon y me citaron en Radio Excelsior, frente al Tortoni, en una habitación bastante mugrienta, en el último piso, donde ensayaban pero, además, estaba su pianista, Eduardo Barretto, lo que me hizo vivir una situación horrible, muy desagradab­le porque ya le habían dicho que era yo su reemplazan­te. Barretto era una persona hermosa, encima me ayudó con los temas pasándome los acordes. En fin, así con 16 años entré en ese mundo. Aprendí muchísimo con ellos; fue un sueño para mí”, recuerda Navarro, uno de los pocos músicos, quizás el único, que mantiene una actividad musical permanente con sus ocho décadas sobre la espalda.

El pianista va recorriend­o anécdotas y surge la historia del Jamaica, en la calle Reconquist­a hacia fines de los años ‘50 y ‘60, un cabaret de un comisario retirado, de apellido Martínez, que entre otras cosas le presentó a Ubaldo De Lio a Horacio Salgán, que tocaba casi todas las noches. Evidenteme­nte, un hombre con buen oído. “El lugar era ínfimo y empezó a caer por ahí Sergio Mihanovich, que le gustaba mucho como tocaba al dueño; y Sergio llevó a Gato, porque eran amigos y atrás vinieron todos los demás y de cabaret pasó a club de jazz”, cuenta.

“No había músicos norteameri­canos que no pasaran por Jamaica... y sí, lo de Jim Hall es cierto: había venido con Ella Fitzgerald, sería en 1958, y se quedó un mes en Buenos Aires. Le gustaba tocar con nosotros, pero también se enamoró de Caro, una chica que le presenté; le gustaba esa bohemia de Buenos Aires y las interminab­les jams del Jamaica, como nuestras veladas en un boliche frente al club, casi una borracherí­a, donde nos juntábamos a comer entre set y set. Fue en Jamaica donde viví una noche especial. El pianista oficial del lugar era Baby López Fürst, que tocaba con el Flaco López Ruiz y Pichi Mazzei. Un sábado después de tocar con los Swing Timers pasé por el club, que estaba abarrotado de gente (yo ya había ido a escuchar a Ella y Hall, en el Ópera y pensaba que quizás estaba alguno de ellos por el local). No estaba Baby y alguien me agarra del brazo y me lleva al piano; estaban tocando Topsy Jim Hall con el Flaco y Pichi. Me pongo a tocar, llega mi solo y de pronto escucho una voz que improvisa, levanto los ojos y era Ella que cantaba con una copa de champagne en la mano, el tema duró una hora y después pidió hacer un blues. Al final, me abrazó, me felicitó y nos invitó a Sergio y a mí a su mesa donde estaba Norman Granz, el legendario productor, al que le dijo que estaba muy entusiasma­da con nosotros y que quería que viajásemos a Estados Unidos para tocar. Yo recuerdo que no seguí ese tema, no me interesó y al ratito me levanté de la mesa y me fui; creo que tuve miedo, me asusté y por otro lado, ya estaba tomando y comenzaba a tener problemas con el alcohol. Sergio sí terminó viajando a los Estados Unidos.

-¿Después llegaría Nuevo Jazz, vanguardia del jazz porteño?

-Sí, por esta época se estaba pergeñando lo que se llamaría Nuevo Jazz, que nació de tocar en casas donde había un piano. Nos juntábamos tocábamos, comíamos y tomábamos... ■

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Blancas y negras. En los ‘60, Navarro formó parte del Nuevo Jazz con “nenes” como el Gato Barbieri.

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