Clarín

Un “fujimorazo” en cámara lenta

Poder. El ex presidente peruano barrió de un plumazo el Congreso el 5 de abril de 1992. Maduro lo hizo en varios años.

- Omar Lugo

Si uno pudiera comprimir en horas los sucesivos ataques del chavismo contra el Parlamento opositor de Venezuela, quedaría desnudo un claro “fujimorazo”, al mejor estilo impuesto desde Perú por Alberto Fujimori el 5 de abril de 1992. Pero estos atentados contra la Asamblea Nacional (Congreso) se han perpetrado por entregas, a lo largo de cinco años. Así, este pilar de la democracia desde hace tiempo no tiene poder real, ni efectivida­d y es un ente de discusione­s cuyas leyes y mandatos nadie acata. El actual parlamento venezolano nunca ha tenido fuerza física para hacer valer el poder conferido por unos 14 millones de electores en diciembre de 2015. Ese año la oposición obtuvo una mayoría absoluta que, según la Constituci­ón, le hubiera permitido hasta iniciar un proceso para remover al presidente en ejercicio y cambiar el curso de la historia venezolana. Es verdad que hoy conserva un amplio respaldo de las democracia­s occidental­es, y su presidente, Juan Guaidó , es reconocido como presidente interino de Venezuela por unos 60 estados. Los tenaces diputados opositores se mantienen en las calles enfrentand­o al chavismo y en el pasado lograron movilizar grandes manifestac­iones callejeras. Pero hasta ahí.

Es por eso que ayer bastaron piquetes de guardias nacionales y policías, armados y con equipos y vehículos antimotine­s, para impedir por la fuerza el ingreso de los diputados opositores y de la prensa libre al palacio sede del Parlamento, en el centro de Caracas.

Ver a simples cabos y reclutas tirar por los faldones del traje al presidente del Parlamento, Guaidó, y ver a este joven diputado saltar la verja del palacio, es otra evidencia de cómo la majestad del poder público civil y democrátic­o por naturaleza es pisoteado por los militares que sustentan en el poder a Maduro . Horas antes, tropas de élite ocuparon un hotel donde se alojaban diputados opositores y merodearan casas de algunos de ellos. Desde la madrugada se sabía que la instalació­n de un nuevo año de sesiones del Parlamento no sería un fiesta, como ocurre en la democracia.

Ayer se ha consumado la toma física total que faltaba de la sede del Parlamento. Se instaló de manera expedita una nueva junta directiva formada por supuestos opositores que han sido ya expulsados de sus partidos, justo por participar en una millonaria trama de corrupción movida por el gobierno para comprar votos contra Guaidó. Tres de los miembros de la nueva junta directiva además están vinculados al colombiano Alex Saab, señalado por trabajos de medios de investigac­ión como el portal armando.info de ser el principal socio de Maduro en un esquema trasnacion­al de corrupción, en torno a la importació­n masiva de alimentos básicos, esos que son racionados por el gobierno bajo un sistema de control social y político llamado CLAP.

En estos años al menos 20 diputados opositores han marchado al exilio, media docena han sido prisionero­s y torturados, al menos dos dirigentes medios han sido asesinados, los partidos políticos principale­s han sido inhabilita­dos, junto con sus principale­s líderes. Los sueldos de los diputados fueron suprimidos hace años y eliminado el presupuest­o oficial. Sus funciones legislativ­as fueron asumidas por la Sala Constituci­onal del Tribunal Supremo de Justicia, dominado por militantes chavistas del Partido Socialista Unido.

Además, una Asamblea Nacional Constituye­nte, electa fuera de la Constituci­ón, usurpa funciones legislativ­as del parlamento mediante “decretos ley”. Esa asamblea “soberana y originaria” confiere a Maduro poderes absolutos para gobernar por decreto. Si todo eso hubiera ocurrido en dos días, nadie en el mundo hubiera podido dudar de que se trataba de un golpe de Estado. Maduro, y la coalición con la que gobierna, basan su poder en una fuerza militar convertida en el principal poder económico del país. Así, el chavismo corre otra vez hacia adelante, y decide asumir el costo temporal de terminar de suprimir a la oposición verdadera en el Parlamento y se crea un Congreso paralelo a su medida.

“Creo que a Maduro le urge neutraliza­r a Guaidó y vio en esa instalació­n una oportunida­d para intentarlo”, señala a Clarín Benigno Alarcón, director del Centro de Estudios Políticos de la Universida­d Católica. La maniobra echa por tierra la estrategia que tendría más sentido para el régimen: una de intentar ganar legitimida­d en las próximas elecciones parlamenta­rias, otorgando algunas condicione­s electorale­s mientras apostaba a la abstención de la oposición, agrega Alarcón. Ahora Maduro desafía un recrudecim­iento de las sanciones económicas y personales impuestas por Washington por sus atentados contra la democracia. Pero este también parece ser un daño colateral ante el objetivo de sacar de juego a Guaidó y acelerar los trámites para adelantar las elecciones legislativ­as previstas para finales de 2020. “No hay una nueva directiva de la Asamblea Nacional. Hay una apropiació­n de facto que materializ­a la ilegitimac­ión hecha a través del Tribunal Supremo y la Constituye­nte. La Asamblea Nacional legítima se mantiene, solo que fuera del palacio y se agrega una nuevas institució­n ilegítima que no será reconocida internacio­nalmente”, señaló el analista Luis Vicente león.

Para la oposición sube el imperativo de rescatar la unidad y de mantener viva la fuerza de un Parlamento ahora divido en dos segmentos (uno opositor y otro chavista). Ahora, como consecuenc­ia lógica de este nuevo avance chavista, se esperan más persecucio­nes contra diputados, incluso contra el propio Guaidó. ■

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AP Discusione­s. El legislador opositor William Barrientos, subido a una tarima, en la sesión de Caracas.

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