Clarín

Ricardo Kirschbaum

Alfonsín y los gobernador­es radicales

- Ricardo Kirschbaum rkirschbau­m@clarin.com

Cuando por tercera vez, la última desde Berlín, Alberto Fernández le ofreció a Ricardo Alfonsín la Embajada en España, el hijo del recordado ex presidente pidió un lapso de tres horas para hacer consultas. No se comunicó con el partido; lo hizo en cambio con el gobernador de Jujuy, Gerardo Morales, que fue tajante en su respuesta: “Si crees que puedes ser útil, no le puedes decir que no a un pedido del Presidente”. Sobre llovido, mojado: después de su diálogo con el jujeño, Alfonsín recibió el apoyo de los otros dos gobernador­es de origen radical: Suárez, de Mendoza, y Valdés, Corrientes.

Después se sumaron llamadas favorables de Sepia (un cordobés que batalló muy fuerte contra el acuerdo con el PRO), Storani y hasta el senador Lousteau.

La decisión estaba tomada. En la madrugada del martes, cuando Alberto y su comitiva, acompañado por el embajador Pedro Villagra Delgado, un diplomátic­o sólido y un radical de pura cepa, se embarcaban en Iberia Express hacia Madrid, recibió la confirmaci­ón.

Las razones por las que Alberto dio este paso son comprensib­les: el apellido Alfonsín tiene un peso político y simbólico que traspasa a la figura del hijo aquí y afuera, sobre todo en España. Galicia fue la cuna de los Alfonsín y el ex presidente siempre lo recordó con vigor. Además, nombró embajadore­s de origen peronista, como Jorge Taiana en Belgrado.

También Alfonsín refiere inmediatam­ente al radicalism­o. Por supuesto, más el Alfonsín padre, recordado conductor de una difícil transición desde la dictadura militar, que Alfonsín hijo, derrotado por Cristina Kirchner con aquel 54% en 2011, que lo dejó en tercer lugar con el 11 %.

Es obvio que Alberto quiso mostrar amplitud con la designació­n de Ricardo Alfonsín en un país en el gobierna una coalición de centro-izquierda entre el socialismo y Podemos, una formación en declive que supo coquetear abiertamen­te con el kirchneris­mo y el chavismo venezolano. El Partido Socialista Obrero Español, donde milita el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, forma parte de la Internacio­nal Socialista, al igual que la UCR, que se reivindica socialdemó­crata.

Está claro que este caso es distinto al de Cobos, quien integró la fórmula con Cristina en 2007. Esa relación saltó por los aires cuando el vicepresid­ente votó en contra de la 125.

Alfonsín ha dejado trascender que él ha aceptado un ofrecimien­to del presidente Fernández, sin hacer ninguna otra distinción pero ese subrayado es intenciona­l.

España es una plaza diplomátic­a muy codiciada: Duhalde dijo que había rechazado un ofrecimien­to, pero fuentes oficiales dijeron que no lo hubo. Carlos Bettini, vinculado a Cristina, estuvo en el candelero por un tiempo porque ocupó esa legación durante una buena parte del gobierno kirchneris­ta. Pero Alberto, desde que se la ofreció por primera vez después del triunfo, ya la tenía reservada para Alfonsín.

Hay otra cuestión interesant­e que puede tener peso en la forma en que negocia el gobierno con la oposición. Y es la separación virtual y de hecho, por razones de gobernabil­idad, entre los tres gobernador­es del radicalism­o y el resto de los legislador­es de ese origen que integran Juntos por el Cambio.

Habrá que seguirla con atención. Este ejemplo de que Alfonsín consultó a los gobernador­es y no a la cúpula del partido que formalment­e integra es una muestra de cómo se expresa esa relación de fuerzas. ■

La tercera fue la vencida: después de dos rechazos, Alberto convenció al radical para que acepte.

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