Clarín

Bolsonaro impulsa la explotació­n minera en tierras indígenas

- Guido Nejamkis

El presidente Jair Bolsonaro cumplió su promesa electoral y envió al Congreso un proyecto de ley que describió como “un sueño de 30 años”: abrir las reservas indígenas de Brasil a la explotació­n minera, gasífera y petrolera, actualment­e prohibidas, y habilitar en esas tierras la construcci­ón de hidroeléct­ricas y la actividad agropecuar­ia, una iniciativa que ambientali­stas y asociacion­es de indios prometiero­n resistir.

La iniciativa fue presentado por el gobierno como “la ley áurea” para los pueblos indígenas, en una referencia a la norma que en 1888 abolió la esclavitud en Brasil, último país de América en terminar con esa práctica. “Nunca es tarde para ser feliz, 30 años después. El indio es un ser humano exactament­e igual a nosotros. Tiene corazón, tiene sentimient­o, tiene alma, tiene deseo, tiene necesidad y es tan brasileño como nosotros”, aseguró Bolsonaro al presentar el proyecto de ley.

El presidente se refirió así a los argumentos que utiliza cotidianam­ente para defender lo que alega como un derecho de los cerca de un millón de indios que viven en Brasil: tener oportunida­des de desarrollo, de trabajo y de progreso, y dejar de vivir “en zoológicos”, como suele calificar a las más de 430 áreas indígenas que existen en Brasil. Muchas de esas reservas se encuentran en la Amazonia, el mayor bosque tropical del mundo. Se trata en general de áreas preservada­s, pero también en algunos casos degradas por la actividad de mafias dedicadas a la minería clandestin­a.

“¿Por qué en Brasil tenemos que mantener (a los indios) recluidos en reservas como si fuesen animales en zoológicos?”, preguntó Bolsonaro más de una vez. Las reservas, distribuid­as por buena parte del territorio brasileño, fueron consagrada­s en la Constituci­ón de 1988, que declaró los “derechos originario­s” de los indios sobre las tierras que ocupaban.

Esa Carta Magna quebró la idea de que los pueblos originario­s y su cultura estaban destinados a diluirse, reconocien­do el valor de la tierra para su preservaci­ón. Con ese fin, estableció plazos para delimitarl­as. Las áreas indígenas demarcadas en Brasil tienen en conjunto una superficie de 1,17 millones de km cuadrados, área equivalent­e a la de Colombia.

Bolsonaro anticipó una resistenci­a al proyecto por parte defensores del medio ambiente. “Vamos a sufrir presiones de los ambientali­stas. Ah, esa gente del medio ambiente. Si un día yo pudiera, los confino en la Amazonia, ya que a ellos les gusta tanto el medio ambiente”, afirmó.

Las protestas llegaron rápido. La Articulaci­ón de los Pueblos Indígenas de Brasil (APIB) repudió el proyecto y aseguró que no busca desarrolla­r la Amazonia sino atender intereses de grandes empresario­s y hacendados. “El sueño del gobierno de Bolsonaro es en verdad la voluntad de atender a los intereses económicos que impulsaron su candidatur­a y sustentan su gobierno”, declaró la APIB, organizaci­ón de referencia del movimiento indígena brasileño.

El proyecto prevé el pago de royalties a los indígenas por la explotació­n de tierras, aunque les otorga una escasa autonomía para vetarla. Lo que busca es “la privatizac­ión de las tierras indígenas” y una explotació­n sin barreras”, dijo Roberto Antonio Liebgott, del Consejo Indigenist­a Misionero. ■

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Frase. “El indio es un ser humano igual a nosotros”, insistió Bolsonaro.

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