Al calor porteño
El calor agobia en la Ciudad de Buenos Aires. Y, muchas veces, cuando uno busca fresco termina encontrando también mucha gente. Sin embargo, incluso cerca de los refugios verdes más concurridos, hay otros espacios preciosos para explorar y refrescarse.
El Microcentro no tiene la mejor fama para tomar sombra. Pero hay una plaza modesta que no suele fallar. Fue cementerio en la época colonial, asilo de huérfanas en el siglo XVIII y sede de una dependencia oficial durante siete décadas. En 1971 se convirtió en plaza, la Roberto Arlt, y sobrevivió durante más de 40 años, entre vandalismo, deteriorada. En 2018 se volvió a transformarse: es la primera dedicada a la diversidad sexual de Capital. Otra, célebre pero que no siempre está repleta, es Plaza Italia. En la zona del Jardín Botánico y el Japonés y el Rosedal de Palermo, entre otros imanes convocantes, ofrece además un “viaje” a Roma de hace más de 2.000 años: recibió el fragmento de una columna del Foro Romano, donada por esa Ciudad, en 1955. ¿Otro rosedal? Buenos Aires tiene tres: el de Palermo, el de Puerto Madero y el Parque Chacabuco, creado en los ‘30 y puesto en valor en 2016, con mil rosales, cuatro pérgolas, una Fuente de los Sapitos -de 25 metros, 20 menos que la original- y apoyo de la Asociación Coreana local.
En Retiro, cerca de Plaza San Martín -con sus barrancas, sus vistas y sus monumentos, uno de los oasis porteños más lindos-, hay un jardín bellísimo y singular: el del Museo de Arte Hispanoamericano Isaac Fernández Blanco, ex Palacio Noel (1922, Suipacha 1422), uno de los pocos locales con impronta neocolonial. Muestra una palmera esbeltísima y cítricos; fuentecitas; cerámicas de Talavera de la Reina -España- y balcones con ecos de los de Lima virreinal, puestos en valor el año pasado. Y se puede visitar con entrada gratis, incluso los fines de semana (martes cerrado).
Las calles arboladas son otra opción, “abierta”, para cuando se puede caminar. El de Melián al 1800, en Belgrano R., con sus tipas, casonas de aires ingleses y empedrado, es una celebridad. Pero, en Forest entre La Pampa y Los Incas, crece un “túnel verde” exótico, con ejemplares de Ibirá Pitá, árbol originario de zonas selváticas que fue introducido en los ‘30 y del cual -según fuentes oficiales- hay poco menos de 500 ejemplares en toda la Ciudad.
Esta lista será necesariamente incompleta y arbitraria. Y, por esto último, esta opción es la que más se le parece: cerca de la Reserva Ecológica, que cada fin de semana atrae -con razón- a miles de visitantes, está la rambla porteña. Desde 1918 la gente pasaba para ir a bañarse al río. Ya en los ‘60, por la contaminación, nadar quedó prohibido. Pero el paseo fue restaurado y lo reabrieron en 2017, con 600 metros de extensión y rejas, entre la maravillosa Fuente de Las Nereidas y la glorieta con la estatua a Luis Viale. De un lado, se ve la Laguna de los Coipos y del otro, torres de Puerto Madero. Y aunque no es un lugar solitario ofrece la promesa, al menos, de más sombra que visitantes. Igual refresca siempre. ■