Clarín

“Si haces las cosas bien, viene algo bueno”

- Julieta Roffo jroffo@clarin.com

Estaba en la plaza central de la ciudad mendocina en la que nació, en la que vive y en la que cría a sus cuatro hijos cuando escuchó que le gritaban que qué bien, qué ejemplo, que siguiera así. Algunos conocidos y otros desconocid­os se acercaron a saludarlo, a darle la mano y las gracias por ser un modelo a seguir. Saúl Jiménez, el albañil que encontró 250.000 pesos entre los escombros de un local que estaba terminando de desmantela­r y que los entregó a sus dueños, escuchó todos esos halagos este martes. Fue su primer día en un trabajo estable después de muchos años de changas.

La noticia corrió rápido y ocurrió la semana pasada. Saúl estaba en la planta baja de una construcci­ón -un poco local y otro poco casaque se había incendiado por un cortocircu­ito. Estaba removiendo unos escombros cuando encontró 250.000 pesos. “Estaban en fajos pero sin nada más, sin una bolsa, sin un bolso. Nada. Los vi y no dudé: a mí me educaron para que no me quede con nada que no es mío. Así que los agarré y se los llevé al dueño del local”, recuerda Saúl, en diálogo con Clarín desde General Alvear, en Mendoza.

Oscar Calvo (57), el propietari­o, creía que había perdido todo bajo las llamas. “El dueño se emocionó mucho cuando se los devolví. Se puso a llorar y me dijo que me iba a seguir dando trabajo”, cuenta Saúl, que tiene 31 años. Ese trabajo, suma, serían más tareas como plomero y albañil. Cuando hubiera algo para hacer. Lo más seguido posible, le habían prometido. Pero el viernes de esa misma semana sonó el teléfono y alguien le dijo que lo esperaban el lunes a primera hora en la municipali­dad, que tenían algo para ofrecerle.

“Fui y el intendente me propuso que empezara a trabajar en el área de Obras Públicas, que empezara al día siguiente. Me ofrecieron un contrato y un sueldo fijo. Y yo necesitaba eso: no encontrarm­e plata y quedármela, sino tener asegurado un ingreso todos los meses, no depender de las changas, que en el último tiempo estuvieron muy paradas y se hace difícil juntar para sostener a la familia”, dice Saúl. Tiene un hijo de 13, una de 11, otro de 4, y un bebé de seis meses.

“Hubo algunas noches de invierno en las que los adultos no tuvimos para comer. Los chicos sí, aunque fuera poquito. Pero nosotros no. Porque si hacés changas, dependés de la plata que puedas hacer en el día. Y hay días que no hacés nada”, explica.

El trabajo que le ofrecieron cambió las reglas del juego: esas aptitudes que tiene para la albañilerí­a y la plomería estarán al servicio del municipio a cambio de un salario fijo. “Somos tres en el equipo: mis dos compañeros me recibieron muy bien. Me trataron como a un amigo de entrada, y me felicitaro­n por haber devuelto la plata. Fue muy lindo”, se entusiasma Saúl por teléfono.

Este martes -ese primer día de trabajo con horario fijo- le tocó empezar por hacer algunos arreglos en los baños de la municipali­dad. De ahí, fue a la plaza central de General Alvear -donde viven unas 30.000 personas- a arreglar los bebederos y las fuentes, y las bombas que alimentan esa manzana nuclear de la ciudad cuyana.

“Ahí fue donde algunos vecinos me reconocier­on y me saludaron, me felicitaro­n. Me puso muy contento. Es muy lindo que valoren lo que uno ha hecho, aunque yo no dudé ni un instante. Pero es lindo, se siente bien”, cuenta Saúl. Y agrega: “Pienso que esto que me pasó, esto de que me ofrecieran este trabajo con contrato, puede servir para que otros crean que si hacés las cosas bien, puede surgir alguna buena oportunida­d. Eso me gustaría que pase, que la gente apueste a que si hacés lo que hay que hacer, viene algo bueno. Aunque tampoco sé si todos van a tener la suerte que tuve yo”.

Ahora Saúl trabaja todos los días a la misma hora: empieza a las siete de la mañana y termina a la una del mediodía. El tiempo que le queda disponible puede usarlo para hacer trabajos como plomero o albañil y sumar un dinero extra. “Con este ingreso vamos a estar mucho mejor. Nada de despilfarr­o ni nada parecido, pero voy a saber con qué cuento para darles de comer y vestir a mis hijos”, explica.

Consultado sobre si hubo quienes le dijeron que tendría que haberse quedado con la plata, responde: “Hubo algunos, sí. Varios, aunque la mayoría haya estado de acuerdo en que había que devolver el dinero. Esos que me decían que había sido un boludo me decían también que con esa plata podría haber solucionad­o muchos de mis problemas. Deudas, algo de la casa. Pero para mí no, para mí los problemas se solucionan con algo que todos los meses me garantice que voy a tener lo que necesito para ocuparme de mis hijos”, reflexiona.

Y agrega: “Igual la mayoría de los que tuvieron algo para decir, dijeron cosas positivas. Que había estado bien, que esto es lo que hay que hacer”.

Como apenas empezada la charla, Saúl insiste en que esto de encontrar 250.000 pesos y dárselos inmediatam­ente a su dueño es lo que le enseñaron. “Mis padres, mi familia, aprendí de ellos. Por eso no tuve ni un segundo de duda: sabía que eso era lo que me habían enseñado y que eso era lo que había que hacer”, cuenta, orgulloso y con la voz firme.

Entre los que celebraron su acción -y la oferta laboral que llegó después- están sus tres hijos más grandes, que sonríen cuando ven la cara de su papá en los noticieros que pasan por televisión. “Me dicen que están muy contentos, que hice algo que está muy bien. Les llama la atención que me reconozcan en la calle y eso los alegra. Para mí es importante mostrarles esto. Ojalá funcione como ejemplo de que hacer las cosas bien trae cosas buenas, porque es lo que yo les quiero dejar a ellos”, explica Saúl.

Ahora que sale en la tele y en los diarios y que en la plaza central de General Alvear lo paran para felicitarl­o, Saúl dice que todo eso lo hace sentir bien. “Es lindo sentirse valorado. Yo estaba seguro de que lo que había que hacer era devolver la plata. Pero es lindo que eso haya traído cosas buenas”, insiste. ■

Saúl Jiménez encontró 250.000 pesos cuando hacía una changa en una obra y los devolvió. Por el gesto consiguió un trabajo fijo.

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LOS ANDES Albañil. “La plata estaba en fajos, sin nada más, sin una bolsa, sin un bolso. Cuando la vi no lo dudé y se la di al dueño del local”.
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La noticia, en Clarín. El mendocino Saúl Giménez contó cómo encontró el dinero.

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