“¿Qué tan difícil es ser honestos?...”
Si pudiéramos comprender que más allá de las leyes humanas (imperfectas y que no siempre cumplimos), existen leyes universales y perfectas que sí se cumplen a pesar de nosotros, podríamos amigarnos con nuestra vida y estar en armonía con la naturaleza y con todo lo que nos rodea. Lamentablemente, en nuestro país, vemos el fracaso permanente de una “clase política” que no encuentra el rumbo adecuado para lograr superar los intereses personales y aportar las mejores ideas en pos de un objetivo de bien común que nos permita salir de esta encrucijada a la que hemos arribado hoy día...
Ningún sistema -por más elaborado y pensado- tendrá éxito sino se contemplan estas leyes universales. Cumplir con la ley del amor no es una frase para leerla en los libros sagrados de alguna religión; es “algo” en lo que cotidianamente estamos inmersos. Cada sonrisa o apretón de manos que damos, cada palabra que sale de nuestra boca para aportar luz o llevar oscuridad en el ámbito en que actuamos, cada pensamiento y sentimiento de unión o desunión está “enmarcado” en esta ley fundamental.
¿Qué tan difícil es ser honestos con nosotros mismos y con todos los que nos rodean? Ser transparentes en nuestro modo de actuar. La mentira y el engaño sólo nos permitirá “persuadir” a personas confiadas y de escaso discernimiento que siempre esperan que un Mesías salvador haga por ellos lo que ellos no son capaces de hacer por sí mismos... y el resultado será el dolor de un nuevo fracaso.
Uno más... ¿Cuántos fracasos más vamos a soportar?. Es la hora de elevar nuestras voces y nuestras oraciones para que aquellos que hoy tienen la oportunidad de dirigir nuestro país tomen conciencia de su gran responsabilidad y cambien, o den un paso al costado para permitir que una nueva dirigencia tenga la oportunidad de cumplir con la ley del amor y llevar a este país a su destino espiritual de ser faro del mundo. Ese mundo que está esperando nuestro cambio. De nosotros depende.