Clarín

La magia del carnavalit­o que nació en Palermo

- Luis Vinker lvinker@clarin.com

Unas cuantas décadas atrás, cuando el folclore se difundía en las horas de música de colegios, fogones, salidas o reuniones de amigos, “El Humahuaque­ño” era tema obligado. Las creaciones de nuestro cancionero son múltiples y en muchos casos, notables, aunque pocas podrán igualar la popularida­d y difusión a escala mundial que tuvo el “carnavalit­o”. Un pasaje de “El 43”, de la historiado­ra María

Sáenz Quesada, se refiere a la aparición de “El Humahuaque­ño” en aquel tiempo de tanta convulsión -finales de la Década Infame, amanecer del peronismo- y en medio de una tendencia cultural que intentaba revaloriza­r las tradicione­s nacionales. A Edmundo Zaldívar, un guitarrist­a porteño que trabajaba en Radio El Mundo, le habían encomendad­o “una composició­n de aires norteños”. Zaldívar, bien porteño y de Palermo, jamás había pisado Jujuy ni su Quebrada de Humahuaca. Pero de sólida formación cultural, Zaldívar recibió el toque mágico que explicaría la obra. Según escribió Marcelo Pisarro en La Nación

“Zaldívar imaginó la cadencia de su carnavalit­o cuando viajaba en el tranvía, a la radio”. Y de allí surgió su tríada de “erke, charango y bombo”, que cita en la poesía. Zaldívar presentó la partitura para piano de “El Humahuaque­ño” en 1943 y desde aquel momento la obra reconoce más de 1.500 versiones. Cuando, finalmente, visitó la tierra jujeña Zaldívar fue recibido como un héroe y a su muerte, hace ya 42 años, instituyer­on al 7 de febrero como Día del Carnavalit­o. Sus restos también descansan junto a la Quebrada de Humahuaca. La música que legó Zaldívar, aquel toque inspirado, ya no se apagarían nunca. ■

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