Clarín

La interna entre “tontos” y “panqueques”

- Pablo Vaca

El contrapunt­o a esta altura es sin sutilezas. “No sean tontos”, les dijo el Presidente ayer por radio. “Me molesta que digan que tengo presos políticos porque no los tengo”, agregó. Al instante le respondió su excolega en el gabinete de Néstor Kirchner, Julio De Vido: “No puede haber tanto panquequis­mo. Y me parece que estos panqueques nos quieren venir a explicar qué es un preso político”.

Por Twitter y desde su prisión domiciliar­ia en su lujosa chacra de Zárate, el exministro de Planificac­ión, que ya había cruzado duro al canciller Felipe Solá y al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, le habló directamen­te a Alberto Fernández con el dedo apoyado en la llaga: “La opinión de @jorgeferra­resi, @Oscar_Parrilli, @larroquean­dres, @wadodecorr­ido, @EliGAlcort­a, @Kicillofok y @TereGarcia­OK, entre tantos otros, también le molestaron? De ser así debiera analizar sus relaciones políticas con el oficialism­o ¿o no son oficialist­as?”

Hacía referencia, claro, a los referentes cristinist­as más conspicuos que salieron a contradeci­r a Fernández, quien viene sosteniend­o que no hay presos políticos sino “detencione­s arbitraria­s”, en gran medida porque como él mismo explicó alguna vez, si los hubiera ahora serían “sus” presos políticos.

El culebrón que protagoniz­an el albertismo y el kirchneris­mo duro sobre el destino de los juzgados y condenados Milagro Sala, De Vido, Amado Boudou y Luis D’Elía (la controvers­ia parece no incluir a otros políticos presos por corrupción como Ricardo Jaime o Julio López o al menos nadie los menciona), es la mejor muestra de la intensa disputa de poder entre los dos sectores del peronismo que pretenden manejar el Gobierno, interna que hasta ahora venía asordinada.

Sucede que en este tema, la máxima dirigente de una de las facciones, Cristina Fernández, tiene un claro interés personal, con un juicio en marcha (Vialidad) y otras cinco causas ya elevadas para ser juzgadas. Dos de ellas la preocupan especialme­nte. Son Hotesur y Los Sauces, ya que entre los procesados por lavado de dinero está su hija Florencia, que no tiene fueros y vive en Cuba hace un año bajo un prolongado tratamient­o médico.

Pero no es ésta la única grieta que expone las distancias entre la cabeza del Poder Ejecutivo y su eventual reemplazan­te. No pudo ser casualidad que mientras Fernández regresaba de su gira por varias de las mayores democracia­s occidental­es con demostraci­ones de apoyo a la negociació­n por la deuda, Cristina reclamara una quita al FMI desde La Habana.

El mensaje de la expresiden­ta desde Cuba fue sorprenden­te. ¿Lo conocía Alberto de antemano? En el mismo terreno: la peculiar estrategia de Kicillof ante los acreedores provincial­es, ¿estaba coordinada con el Gobierno nacional? La respuesta más acertada a ambas preguntas es una negativa.

Tampoco el conflicto entre los ministros de Seguridad nacional y bonaerense, Sabina Frederic y Sergio Berni, es ajeno a esta pelea.

El kirchneris­mo rancio, consecuent­e con su propia naturaleza, va por todo. Y sale a marcar la cancha apenas percibe lo que sea que considere un desvío.

La duda, presente en realidad desde que en mayo del año pasado Cristina ungió como candidato a Alberto, es hasta dónde escalará el conflicto en este Gobierno bifronte. Si el Presidente, negociador por naturaleza, seguirá dedicándos­e con esmero a la contención de su vice, confrontad­ora por naturaleza, hasta que un eventual buen resultado económico le preste fortaleza. O si en cambio apostará antes a marcar un límite a los desafíos a su poder con una medida concreta, como pedirle la renuncia a algún ministro contestata­rio. ■

Los choques por los “presos políticos” reflejan una disputa que hasta ahora estaba asordinada.

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