De Leningrado a San Nicolás con menos dedos
Durante el tristemente célebre “sitio de Leningrado”, los alemanes optaron por dejar morir a quienes habían quedado como rehenes dentro del perímetro de San Petersburgo –o Petersburgo, como le decía Hitler y todos repetían-. ¿Cómo sobrevivir al frío y a la falta de alimento? Así: “A comienzos de 1942 Petersburgo se llenó de hordas de caníbales”. Lo cuenta el periodista Federico Lisica en su segunda novela, Mi abuelo caníbal. Salto temporal y generacional y ahora el relato está en boca del nieto de Sergio Paltsev, sobreviviente de aquellos episodios, inmigrante ucraniano con pasaporte polaco con destino a Misiones, que termina, por error, en San Nicolás. Paltsev tiene, sugestivamente, tres dedos menos en una mano. La historia de este nieto se entrelaza, a su vez, con la de ese abuelo, la de su tío y la de su padre. Y lo que nos quiere decir, metafóricamente, este joven autor es que “todos somos caníbales de nuestra propia historia”.