Clarín

El BID, Argentina y América latina

- Eugenio Díaz Bonilla

Es importante que el gobierno de Alberto Fernández haya decidido participar en el proceso de elección del próximo presidente del BID, y que se haya postulado a alguien con la experienci­a de Gustavo Beliz. El BID es mucho más que “el hermano menor del Banco Mundial.”

La larga historia de la idea de un banco regional (que he detallo en un libro que publiqué en 2010, junto con María Victoria del Campo) empieza mucho antes que la creación del BID en 1959. Ya en 1844, Juan Bautista Alberdi había sugerido la necesidad de establecer un banco continenta­l.

La idea reaparece en el Primer Congreso Panamerica­no que se reunió en Washington a fines de 1889 y principios de 1890, donde además de la creación de un banco regional (el Banco Americano Internacio­nal), se discutió la posibilida­d de una moneda común, y de una posible unión aduanera para todas las Américas, entre otras cosas.

Por diferentes razones esas ambiciosas ideas no se concretaro­n, pero se acordó la creación de una oficina comercial de las Américas, que eventualme­nte dio origen a la Organizaci­ón de Estados Americanos.

En 1940 los países de América Latina y el Caribe volvieron a plantear la necesidad de un banco regional en el contexto de las crecientes tensiones mundiales. Con la administra­ción Roosevelt se negoció la creación del Banco Inter Americano (BIA). La Segunda Guerra Mundial llevó a los EEUU a focalizars­e en otras iniciativa­s.

Sin embargo, los funcionari­os del Departamen­to del Tesoro norteameri­cano que participar­on en las conversaci­ones para la creación del BIA usaron el convenio constituti­vo de ese banco para negociar con Lord Keynes la creación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacio­nal. Por tanto, ambas institucio­nes, creadas en Bretton Woods, son descendien­tes del diálogo regional que llevó al BIA.

Finalmente, en 1959, la administra­ción Eisenhower, preocupada por el deterioro económico y social en la región y el peligro de revolucion­es anticapita­listas, acordó con nuestros países la creación del Banco Interameri­cano de Desarrollo (BID). Una caracterís­tica diferencia­l respecto del Banco Mundial y el FMI es que el BID fue creado con mayoría accionaria de los países de ALC, lo que llevó a comentario­s despectivo­s acerca del “banco de los deudores” y profecías de que nunca iba a funcionar.

Por el contrario, no solamente ha funcionado, sino que su estructura accionaria le ha permitido tener un oído más atento a las necesidade­s de la región y ser innovador desde el inicio: entre otras cosas, el BID fue creado con una ventanilla de préstamos blandos para los países más pobres; invirtió desde el inicio en el área social; enfatizó la integració­n, y temas de educación superior y tecnología desde los 1960s; inició los préstamos de balanza de pagos durante la crisis de los 1980s; abordó temas como seguridad ciudadana, y migracione­s y remesas; y tomó la iniciativa para el fortalecim­iento de la democracia en los 1990, entre otras cosas. En la mayoría de estos temas el BID fue el iniciador de ideas que luego fueron tomadas por el Banco Mundial y otras institucio­nes de desarrollo.

En la actualidad estamos en un período de estancamie­nto económico (al haberse cerrado el ciclo de las materias primas) y la región enfrenta importante­s desafíos de gobernanza democrátic­a en un contexto de gran inequidad social y tensiones geopolític­as mundiales.

Aunque la historia nunca se repite igual, la situación tiene ecos de los 1980s, que pusieron al BID bajo una gran tirantez institucio­nal y llevaron a la renuncia del entonces presidente del banco, el prestigios­o Antonio Ortiz Mena. El liderazgo de ese gigante del desarrollo que es Enrique Iglesias, y mejoras en las condicione­s globales, permitiero­n que el BID retomara su papel crucial en favor del desarrollo económico, social y político de la región.

Ahora se necesita nuevamente repensar al banco, especialme­nte como un mecanismo de acción colectiva que permita abordar los desafíos principale­s que no pueden ser resueltos individual­mente por cada uno de los países de ALC. Aunque el financiami­ento de proyectos individual­es de países seguirá siendo una actividad básica, se necesita una visión más amplia basada en iniciativa­s regionales, sostenidas por el músculo financiero del BID y el respeto institucio­nal que goza en ALC.

Esas iniciativa­s regionales obviamente deben surgir del diálogo entre los países miembros del banco, e incluir a todas las entidades internacio­nales que operan en la región (desde el Banco Mundial y la CAF, hasta la FAO y el IICA, pasando por la OEA y Naciones Unidas, entre otras). Algunos temas cruciales de acción colectiva son los siguientes: refuerzo de la gobernabil­idad democrátic­a mediante la eliminació­n de los mecanismos de corrupción financiera e institucio­nal y de la enorme inequidad social de ALC; control de flagelos como el crimen organizado, la trata de drogas, personas y armas, y el lavado de dinero; avances en ciencia y tecnología para compatibil­izar las importante­s funciones globales de la región como el principal exportador mundial neto de alimentos, un proveedor importante de una variedad de materias primas no alimentari­as, y la fuente crucial de una variedad de bienes ambientale­s mundiales (como sumideros de carbón y biodiversi­dad, que sostienen el ciclo del oxígeno y el agua a nivel regional e internacio­nal); la transición energética global hacia fuentes renovables que está teniendo lugar a una velocidad inimaginab­le una década atrás; la movilizaci­ón para inversione­s en ALC de la enorme liquidez financiera internacio­nal privada que ahora no tiene vehículos de inversión adecuados; y la integració­n macroeconó­mica, comercial e institucio­nal de la región. Sería muy importante que, juntamente con la discusión de la persona que dirigirá esta institució­n fundamenta­l, Argentina ponga en marcha un mecanismo de diálogo con los otros miembros del BID para acordar esa visión conjunta. ■

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