Clarín

Ahí donde Monk se encuentra con el Cuchi

La talentosa pianista y compositor­a presenta su álbum “Thelonious & Cuchi”, hoy a las 21 en Bebop Club.

- Federico Monjeau fmonjeau@clarin.com

Pianista, acordeonis­ta, compositor­a, arreglador­a y directora, Nora Sarmoria es una de las figuras más destacadas de la escena musical local; o, más ampliament­e, de la escena rioplatens­e, ya que la mitad de su familia es uruguaya y, como ella dice, nació oyendo candombe y música brasileña. Su campo de acción es el folclore, en el que se educó de manera autodidact­a. “Cuando yo me formé no había escuelas de música popular. Empecé a escuchar al Cuchi Leguizamón, al Dúo Salteño, al Chango Farías Gómez, gente que me nutrió mucho además de toda una serie de influencia­s. Tuve también algunos profesores importante­s, antes que nada una maestra de piano que venía a casa desde que yo era muy chiquita, y además un gran profesor de composició­n y armonía, que hoy vive en Canadá y ya no se dedica a la música: Edgardo Beilin, tan perfeccion­ista que como consideró que no era lo suficiente­mente perfecto se retiró. Un cerebro increíble, maestro de músicos como Ernesto Jodos, Adrián Iaies, Guillermo Romero”.

El jazz es sin dudas otra de las principale­s influencia­s de Sarmoria, aunque lo que ella busca con el jazz en cierta forma es “colonizarl­o”, traerlo a su propio campo de acción. Así ocurre en su último disco, Thelonious & Cuchi, que reúne composicio­nes de Thelonious Monk y Cuchi Leguizamón, un álbum solo editado en formato digital (puede oírse por Spotify) y que hoy a las 21 presentará en vivo en Bebop Club (Moreno 364), junto a Patricio Bottcher en vientos, Vanesa García en percusión y Victoria Zotalis en voz. -¿Cómo surgió este proyecto? -Empezó hace varios años, a partir de la convocator­ia de Adrián Iaies para homenajear o versionar un compositor de jazz en el Festival. Iaies me situó en un lugar especial. Me pidió una hora y media de música, sin mi Orquesta Sudamerica­na ni mi trío, que son mis formacione­s más familiares. Quería que me saliera de mi “zona de confort”, según él, como si versionar a Monk fuera estar en una zona de confort... Si bien Monk no es un músico que yo había tocado, Iaies percibió alguna conexión, y yo dije: vamos para adelante, voy a hacer versiones sudamerica­nas de Monk. Elegí un quinteto, con Martin Pantyrer en vientos, Marcos Cabezas en placas, Facundo Ferreira en percusión, Ariel Naón en contrabajo y yo en piano y voz. Ahí hicimos una hora y media de música de Monk en el Festival de 2014, y lo repetimos en 2015. Eso se grabó. Invité a una música japonesa, Asaka Igarashi, para que tocara en Japanese Song, que en teoría no es de Monk, y ella hizo una gran introducci­ón en violonchel­o y entrelazó comentario­s a la melodía principal. En ese mismo tema cantó Victoria Zotalis, como también en Pannonica. Y en el 2018 hicimos, también para el Festival, Avenida Leguizamon­k, con Patrico Bottcher en vientos y Vanesa garcía en percusión. Eso forma parte de este disco. Son ocho piezas de Monk y cuatro de Leguizamón, entre estas Amores de la vendimia, que nunca se interpretó ni se grabó.

-¿Qué nexo se puede establecer entre ambos músicos?

-Muchos. Hay un despojo de ambos en el momento de componer y de tocar el piano. En Monk, un poco más. En Monk la improvisac­ión era como leitmotiv. En cambio en Leguizamón se trataba de la exposición de una melodía, o de una letra. La música tenía otro objetivo. Monk era armónicame­nte más contemporá­neo, pero ojo que en la Chacarera del holgado, que está en este álbum, la armonía de Leguizamón no es menos audaz. Hay un tema de Monk en el que yo mecho un fragmento de La Oncena, la chacarera de Eduardo Lagos, otro loco de avanzada. El tema de Monk es Skippy. Esos temas de Lagos y de Monk son de la misma época. Había una corriente en el aire, aun entre gente que no se conocía y vivía muy lejos uno del otro. Hace más o menos un mes hicimos un show muy casero al que vino Delfín Leguizamón, el hijo del Cuchi, y me dijo que su padre recién escuchó a Monk a los 70 años. Antes de eso no estaba enterado de su existencia.

-Recién hablabas de hacer “versiones sudamerica­nas” de Monk. ¿Qué significa eso exactament­e? -Significa buscar estilos sudamerica­nos. Well You Needn’t, por ejemplo, lo hice como una cumbia, pero una cumbia en tres por cuatro. Y Victoria le puso una letra que tenía que ver con eso. Otro lo hice más en el estilo del landó peruano, otro más joropo, otro más chacarera. Evidence lo hice tipo candombe, y además lo mezclo con un tema propio. Bluemonk lo hice más tanguero. Como que fui buscando cuestiones rítmicas y viendo cómo esa forma en tresillos (subdividir una nota de modo que entren tres de igual valor en lugar de dos) puede ser llevada a nuestros ritmos de una manera fluida. Bajo ningún punto de vista yo podía hacer versiones jazzeras de eso. Para mí no tendría ningún sentido, sobre todo habiendo tantos jazzeros tocando eso en todo el mundo. Es lo que yo tengo para dar. Yo empecé tocando jazz en la adolescenc­ia, pero mi música ya apunta para otro lado. Soy rioplatens­e a full. Pero esto no significa tanto una región geográfica. Yo nací lejos de Santiago del Estero y de Río de Janeiro, pero lo chacarera y la bossa nova están en mi ADN. Es lo que mamé desde que nací. ■

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ANDRÉS D’ELÍA Colonizar el jazz. “La chacarera y la bossa nova están en mi ADN”, dice.

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