¿Cuán maquiavélico era realmente Maquiavelo?
Nicolás Maquiavelo (1469/1527) nunca fue “maquiavélico”, analizando su figura y su íntimo pensamiento. Personaje usado como sinónimo de perfidia y ambición, al enfrentar las furias y crueldades que sus contemporáneos consideraban normales. Describiendo de modo crítico y ácidamente el comportamiento de los hombres relacionados al poder, demostraba que la política nunca tuvo nada que ver con la moral, sabedor de primera mano de las andanzas de los hombres relacionados al poder, sujetos a pasiones y vicios. Detestaba la imbecilidad hecha poder, soltando entre burlas y sarcasmos verdades sin reparo ni decoro. Condición incomoda en 1.512, como en la actualidad, si se procede honestamente.
En su libro, parcialmente tiránico, “El Príncipe” expresa: “Procure pues el príncipe ganar y mantener el estado; los medios que utilice serán siempre juzgados honrados y alabados por todos, ya que el vulgo se deja cautivar muy fácilmente por la apariencia y el éxito”. En este antiguo tratado de “auto ayuda para gobernantes”, sacralizado para muchos dirigentes, “El vulgo” refería esencialmente al pueblo. Resultante de su docilidad para dejarse cautivar eternamente por el poder y las apariencias mediáticas. Épocas y personajes mediante, la denominación de “maquiavélico” resulta antojadiza e inapropiada. Atribuida exclusivamente por los poderes que combatía dialécticamente, en relación con su humilde origen y posición económica, que lo catalogaban socialmente incapaz para actuar públicamente. Similar al moderno nepotismo, disfrazado de meritocracia. Su personalidad e irónicas palabras proponen reflexionar ante su inalterable permanencia donde algunas actitudes, aún prevalecen claramente en el ideario político: “Quien adquiere y desea conservar su poder en el Estado, necesita dos condiciones: una, extinguir la dinastía del anterior príncipe otra, no alterar las leyes ni los impuestos”.
Nuestros políticos eternamente el primer consejo lo cumplen a rajatablas; el segundo, siempre lo han obviado. ¿A quién llamar maquiavélico, entonces?.