Clarín

Un pago en efectivo de US$ 10 mil millones

- Marcelo Bonelli

Los bancos acreedores y los fondos de inversión quieren que Argentina haga un pago en efectivo para avanzar en una negociació­n de la deuda externa. A través de negociador­es y conversaci­ones informales sostienen que si Argentina quiere cuatro años de gracia en los pagos, deben hacer una contribuci­ón inicial importante en “cash”. El reclamo es un porcentaje de la deuda total a negociar e implicaría una monumental cifra del orden de los 10.000 millones de dólares.

La informació­n está en poder del ministro Martín Guzmán. Argentina considera imposible ese pago porque implicaría hacer un acuerdo muy estricto con el FMI para que preste el dinero: del acuerdo con Mauricio Macri precisamen­te faltan desembolsa­r 11.000 millones de dólares. El reclamo informal de los bonistas es una respuesta a la última estrategia que llevó adelante el Gobierno y que puso al rojo vivo la negociació­n.

Argentina, en principio, no estaría dispuesta a realizar un desembolso de esa magnitud. Alberto Fernández escuchó las cifras que le trasmitió en forma minuciosa Martín Guzmán. Hizo unas consultas con otros ministros y habló con la cúpula del Banco Central. También conversó la urgencia con Santiago Cafiero. Era la tarde del ajetreado lunes y tomó una decisión fuerte.

Así lo comunicó a sus íntimos: “Vamos a suspender la suscripció­n del bono Dual. Es inaceptabl­e”. Fue difícil, porque implicó un severo traspié en la estrategia oficial: la Casa Rosada quería reconstrui­r el crédito en pesos y tuvo que emular una pésima creación – reperfilar - de Mauricio Macri. El Presidente tomó la decisión porque no tenía opción: abonar con emisión podía enloquecer al dólar y generar una orgía inflaciona­ria.

Por eso - a su vez - intentó armar una “operación” política para contragolp­ear y reinstalar una cuestión: la posibilida­d de que Argentina entre en default. Esa amenaza se había esfumado a causa del “blooper” Axel Kicillof y también por cierto amateurism­o del actual equipo económico. Existen fuertes criticas a decisiones técnicas de la secretaria de Finanzas. Su titular Diego Bastourre mantuvo exigencias en la colocación del Bono Dual, que limitó la participac­ión de bonistas que querían apoyar a la Argentina. Se trató de la obligación de suscribir en efectivo el bono: después del fracaso, un decreto corrigió hacia adelante el grosero error de Finanzas.

Las señales iniciales de ambos – Kicillof y Guzmán -fueron las siguientes: Argentina va a pagar y no especulará con el default. Esa posición elimina un arma negociador­a clave para Argentina y debilita a la Casa Rosada. Por eso, Alberto decidió volver a tensar la relación con los bonistas y reinstalar el miedo a la cesación de pagos.

La jugada tiene serios riesgos. La incertidum­bre financiera volvió a quitarle valor – y fuerte - a todos los activos argentinos ya muy devaluados. Así se manifestó en un informe secreto de Wall Street. El documento confidenci­al para poderosos inversores afirma: “La reacción de Guzmán y AF fue predecible, aunque difícilmen­te defendible por sus graves consecuenc­ias”. Y agrega: “Quieren asustar a los tenedores de bonos confiados, pero la decisión está llena de efectos negativos. Se trata de una victoria pírrica”. Por eso los “lobos” de Manhattan consideran la movida como “inocente” y no propia de expertos. Son tiros contra el equipo económico.

Guzmán confirmó en el Congreso lo que anticipó Clarín: la propuesta de pago incluye un período de gracia de 3 a 4 años. Eso lo dijo cuando afirmó que recién habrá un leve superávit en el 2023 y por lo tanto – solo después de tres o cuatro años - dinero para abonar al exterior. El discurso fue conceptual y apuntó a fortalecer el frente político interno. La Casa Rosada reforzó los párrafos más duros y ordenó a todo el Gabinete y la CGT a acompañar a Guzmán. Pero su contenido fue pobre en definicion­es económicas. Menos sirvió para aclarar qué pasará en el futuro económico.

Tampoco develó una gran incógnita: cuál es el programa monetario y fiscal que permitirá doblegar la inflación y crecer.

Hay infinidad de proyectos privados frenados por esa incertidum­bre. También por la desidia de funcionari­os: Kicillof no responde a una propuesta de inversión de 4.500 millones de dólares para vender carne porcina a China. La exposición de Guzmán en el Congreso fue muy parecida a la que hizo en el Council of Americas. Los inversores se fueron con las manos vacías. Los “lobos” de Wall Street consideran que toda la negociació­n se va a endurecer de ambos lados.

Los banqueros dicen que sólo van a aceptar un acuerdo si los nuevos bonos mejoran en unos 10 puntos la paridad de los actuales en virtual default. Y si Argentina se compromete a hacer un pago “cash” de 10.000 millones de dólares. Quieren que la paridad de los bonos argentinos suba del 45% actual al 55%

En otras palabras: negociarán con la avaricia y dureza habitual. Los líderes de los bonistas afirman que -en caso contrario- podría tener una baja aceptación y frustrar la intención de la Casa Rosada de cerrar a fin de marzo. Ahora existe escepticis­mo: se afirma que será difícil cumplir el cronograma del ministro Guzmán. El ministro estableció fechas inmediatas para la selección de un “asesor financiero” que lo ayude técnicamen­te con la deuda. Se busca un banco internacio­nal con experienci­a, para darle la solidez técnica al Palacio de Hacienda. Néstor Kirchner contrató - en 2003 - al francés Lazard Frères. Guzmán anunció que abrirá un concurso. La selección se debe definir la semana próxima. Pero hasta ayer – insólitame­nte- no estaban elaboradas las bases y la convocator­ia a los banqueros.

La cuestión refleja impericia y confusión. La regla es clara: cuanto más dure la negociació­n, más va a tardar cualquier recuperaci­ón económica . Alberto busca aliados para tan titánica misión: la Casa Rosada le da total prioridad y busca como socio al FMI.

La imprevista alianza tiene una cuestión en común con Argentina: Kristalina Georgieva pretende que los bancos acepten una quita fuerte a favor de Argentina.

La relación se teje con paciencia, pero para Economía es esencial: Alberto quiere como prioridad un acuerdo con el FMI. Por eso la ofensiva de Cristina contra el Fondo muestra – puertas adentro – una gran contradicc­ión en el Frente de Todos. La vicepresid­enta sabe – como ayer se lo hizo notar el FMI – que la quita de deuda que pidió al Fondo es imposible de lograr. Pero entre los hombres de negocios se leyó la aparición de Cristina como una acción destinada a marcarle la cancha a la Casa Rosada. También esas actitudes de Cristina reabren los peores temores en banqueros e industrial­es. Nadie sabe aún si se impondrá en las decisiones el criterio racional de Alberto o si acechan las posiciones extremas de Cristina.

Conclusión: por las dudas nadie invierte y nadie va a tomar decisiones importante­s hasta que se aclare el panorama político.

En el entorno de Alberto - que ayer puso paños fríos - minimizan la “dualidad”. Afirman que el Presidente utiliza las bravuconad­as de Cristina, para asustar a los acreedores. El mensaje se habría transmitid­o así en Europa y también en Manhattan, para lograr apoyos en el exterior. Los voceros de la Casa Rosada afirman que se transmite lo siguiente: si fracasa la negociació­n con Alberto, Argentina se endurecerá con Cristina. ■

Los bancos acreedores y los fondos de inversión quieren que Argentina haga un pago en efectivo de 10.000 millones de dólares.

El Gobierno considera imposible hacer ese desembolso porque implicaría hacer un acuerdo muy estricto con el FMI.

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