Beijing utiliza la vieja propaganda para ganar la batalla ante la opinión pública
Mensajes de ánimo, aparición presidencial en TV, ataques a EE.UU., censura y purgas, entre otros métodos.
Pantallas gigantes con mensajes de ánimo, apariciones presidenciales retransmitidas en televisión, ataques a Estados Unidos, censura en los medios y purgas a funcionarios: frente al nuevo brote del coronavirus, el régimen chino apuesta por la vieja propaganda para ganar la batalla de la opinión pública.
Desde que estallara una inusual tormenta de críticas por la gestión de la epidemia, en particular tras la muerte la semana pasada del doctor Li Wenliang, el primero en dar la alarma y ser reprendido después por “difundir rumores”, el Gobierno chino ha intensificado sus mensajes para paliar el descontento.
Unos días después de que estallaran los reproches, el presidente chino, Xi Jinping, reapareció ante el público -portando mascarilla y rodeado de cámaras- al visitar una comunidad de vecinos y un hospital de Beijing para, según los medios oficiales, autoproclamarse “comandante en la lucha del pueblo chino contra el coronavirus”.
Y es que la presencia de la propaganda es omnipresente a lo largo del país y se atestigua en sus calles: “La prevención y el control de la epidemia son responsabilidad de todos”, reza una pancarta colgada a la entrada de una de las zonas turísticas más populares de Beijing, ahora completamente vacía, mientras que en una concurrida plaza comercial una enorme proyección proclama: “¡Animo, China!”.
Entretanto, purgas en la provincia de Hubei, epicentro del brote. ¿El motivo? Algunos expertos consideran que el PCCh pretende apaciguar los ánimos para que las emociones no se desborden, y recuerdan que el propio Xi ya avisó de que se debía “guiar” a la opinión pública y fortalecer el control informativo: el próximo paso es convencer de que “la economía no va a sufrir” por la crisis.
“Más chinos se han quejado de la forma en que se ha manejado la crisis del coronavirus, pero las consecuencias políticas serán limitadas”, anticipa el director del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Baptista de Hong Kong, JeanPierre Cabestan. “El Gobierno chino no va a cambiar. Se ha comparado la gestión de esta crisis con la de la catástrofe nuclear de la central de Chernóbil en 1986. El problema es que Xi Jinping no es Mijaíl Gorbachov (el padre de la Pereistroika y último dirigente de la Unión Soviética), es más bien un Leonid Brezhnev (representante del ala dura del comunismo soviético)”, argumenta el académico.
De ahí que “Xi ha movido pieza para asegurarse el apoyo del público y calmar la crisis”, dice Cabestan, quien destaca el hecho de que se haya enviado un equipo de investigación para indagar en la muerte del doctor Li o que el PCCh haya criticado a todo aquel que “quiera usar su muerte para culpar al régimen”.
“El PCCh ha reactivado su maquinaria propagandística. Xi quiere usar la crisis para consolidar su legitimidad y la del régimen, así como mantener débiles y silenciados a los críticos”, agrega.
En Wuhan, capital de Hubei, la prensa estatal se ofrece como testigo a la internacional, que tiene limitado su acceso a la ciudad: “El Departamento Central de Propaganda del PCCh ha enviado 300 periodistas allí para generar publicidad positiva”, asegura el analista Joseph Cheng. “Xi quiere mantener su poder y su prestigio, demostrar que está al mando. Pero, sobre todo, desea evitar culpas”, indica. ■