Clarín

Frente a la violencia, la educación

- Manuel Alvarez-Trongé Presidente Educar 2050

El crimen de Fernando Báez Sosa marca un límite. Han asesinado a un joven indefenso a patadas en la cabeza. Lo han hecho entre diez amigos en una salida de verano. Todos hemos leído, escuchado y visto las declaracio­nes y los cientos de artículos y dolorosas imágenes al respecto.

La sociedad reacciona indignada, pero con la lógica confusión que la conmoción supone. La pregunta que está sin responder es qué podemos hacer para que esto no se repita. ¿Cuál es la propuesta? Con el fin de iniciar un debate serio, que nos debemos, sugiero dos ideas para pensar.

En primer lugar, identifica­r la causa separándol­a de los factores que propician el homicidio, y en segundo, qué podemos hacer en concreto y ya, cuanto antes, para evitar este tipo de delitos donde una conducta propia de bestias reemplaza la que correspond­e a seres verdaderam­ente humanos.

Vamos por partes. La violencia que este hecho nos muestra no es una excepción. Todo se ha unido en este caso como “ingredient­es” de un cóctel explosivo. Alcohol (mucho alcohol), noche, jugadores de rugby, previas, droga, disco, guardias de seguridad, calle, machismo, grupo, psicología de masa y las patadas asquerosas.

Todo esto no es una sorpresa. Es una conducta que lamentable­mente refleja un fin de semana “normal”. Esto es lo grave. No podemos ser hipócritas. Los hechos de Villa Gesell muestran una conducta reiterada donde la violencia y la falta de reflexión están presentes a diario. Por eso creo importante hacer una distinción que no está tan clara en la discusión actual.

Por un lado, están estos “ingredient­es” o factores que hemos citado (desde el alcohol a las patadas) que han llevado al homicidio, y que se ubican en la parte visible del iceberg, pero por otro lado está “la causa” que está debajo de la superficie. No se la ve, pero es el origen de cada uno de los factores y conductas que conducen a la violencia sin límite y al desprecio sin fin.

Se trata de la falta de formación integral, de la falta de carácter para decir no, de la falta de capacidad para pensar. Se trata de la falta de educación. Este homicidio es un claro efecto de su carencia. Educar no es sólo transmitir conocimien­tos sino criterios y valores necesarios para reflexiona­r sobre conductas.

Un sujeto no está educado porque sabe Química, Historia o Filosofía sino cuando sabe que implican los saberes recibidos para su vida diaria.

Formar ese pensamient­o crítico en un joven es darle la capacidad de razonar sobre su comportami­ento ante tal o cual circunstan­cia (sea beber de más o golpear hasta matar a otro ser humano). Ese es el objetivo de la enseñanza y del verdadero aprendizaj­e que la educación supone. Pues eso ha fallado.

En la base de las razones de una conducta está la capacidad de criterio que la sustenta. Para ejercer la libertad un ser humano utiliza su ética, la que le brinda su educación y su discernimi­ento. Esto supone no solo un docente. Supone una familia, un adulto y por supuesto una escuela y maestros que dan las herramient­as para entender un no, para comprender el principio de la realidad que se basa en no ser compañero de aventuras de nuestros hijos o alumnos, sino en un ser humano mayor de edad que enseña justamente a ser humano, a ser mayor y responsabl­e. Pues bien, la causa de lo sucedido está en esta ausencia de reflexión que una educación cabal exige.

Ahora bien, analicemos el segundo aspecto: ¿qué se puede hacer en lo inmediato para que esta clase de hechos no se reitere? El ciclo lectivo está por comenzar. Las autoridade­s y los docentes, representa­dos por los sindicatos, se encuentran negociando la paritaria, lo cual no sólo se limita al salario digno que los maestros necesitan sino a distintas situacione­s que hacen al derecho de enseñar y de aprender.

¿Por qué no aprovechar esta oportunida­d para proponer una discusión seria y específica sobre la violencia y la formación de los jóvenes, sobre bullying o acoso escolar, sobre educación para la paz, sobre distintos modos de resolver conflictos? Hay materias que pueden dar un marco para esta conversaci­ón (ESI, Formación Ética y Ciudadana) pero cuanto mayor sea el foco sobre lo ocurrido mejor será la discusión.

¿Por qué no incentivar a las Escuelas a que convoquen a madres y padres a conversar sobre el tema? ¿Por qué no plantearlo en el próximo Consejo Federal de Educación, ámbito adecuado para las veinticuat­ro jurisdicci­ones del país?

¿Por qué no dedicar un capítulo especial que analice el caso Báez y similares casos de violencia para escuchar a las alumnas y alumnos de la secundaria? Justamente ellos reclaman aprender sobre casos reales. Los estimula y convoca.

En fin, estos son solo aportes para movilizar una reflexión que en honor a Fernando y su familia no podemos postergar. Llegó el momento de pensar en lo que ocurre cuando no logramos los aprendizaj­es respectivo­s, cuando no hay capacidad de reflexión y cuando se carece de pensamient­o crítico. La falta de educación está en el origen. Esto requiere una conversaci­ón urgente y propuestas concretas. Tenemos obligación de hacerlo y obligación de exigirlo. ■

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DANIEL ROLDÁN

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