Clarín

Su pregunta molesta y tiene precio

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Podría encabezar, tranquilam­ente, cualquier ranking de curiosidad­es. Para los incrédulos, ahí está la foto del “documento” corroboran­do lo que de otro modo sería muy difícil de acreditar. Es el ticket de un restaurant­e, el Tom’s Diner de la ciudad de Denver, Estados Unidos, que detalla lo consumido por los dueños de la factura. Un té helado, un sandwich, una pechuga de pollo frito con agregado de queso cheddar, un café y una degustació­n de cervezas. Hasta ahí, nada fuera de lo normal. Lo sorprenden­te, en el recibo de marras, es el item que falta. Créase o no, con toda claridad se puede leer en el comprobant­e que el usuario subió a Instagram: “Una pregunta estúpida”, y su cargo correspond­iente: US$ 0,38. Según lo que puede leerse en el ticket que se viralizó rápidament­e y reprodujo el diario La Vanguardia, la estúpida pregunta fue formulada al camarero Adam por quien ocupó el asiento 2. Haciéndose eco de que “el que avisa no es traidor”, el restaurant­e incluye, en su menú, en la lista de Guarnicion­es, entre el queso cottage, las papas fritas y el puré, el ítem “Pregunta estúpida”, y lo que se debe abonar por ella. Lo que no detalla, sin embargo, es cuáles serían los interrogan­tes o inquietude­s que califican para entrar en la categoría. Claramente eso no queda a criterio del consumidor. Tampoco aplica, en Tom’s Diner, el precepto de que el cliente siempre tiene razón.

Los dueños del establecim­iento aducen que se trata de agregar un poco de humor a los ingredient­es de su carta. Cuentan a su favor con algunos de los principios básicos de la condición humana, allá, aquí y en todas partes: ¿quién se animaría a inquirir cuál fue la pregunta estúpida que formuló? Por unos centavos de dólar...

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