Como embajador a la tierra de los ancestros
Ricardo Alfonsín ya durmió en el Palacio Argüeso, la residencia del embajador argentino en España. Fue cuando acompañó a su padre en un viaje a Lisboa para participar en la Internacional Socialista como ex presidente y en la escala en Madrid pasaron la noche en la propiedad del barrio Almagro. Descendiente de gallegos, cada vez que regresó de vacaciones paró en el hotel II Castillas, cerca de la Plaza del Callao y la Librería Central, una de sus paradas obligatorias. Ahora se prepara para instalarse con su mujer y posiblemente Federico Polak, ex vocero de Raúl Alfonsín, una vez que el Senado apruebe su designación.
Dice que le costó aceptar el cargo, que en un principio lo rechazó en noviembre en el departamento del entonces presidente electo en Puerto Madero. Que volvió a negarse en diciembre y que la tercera fue la vencida con el llamado telefónico desde Berlín. Alfonsín pidió tres horas para confirmar, y al primero que llamó fue a Gerardo Morales, a quien considera un amigo, y por la posición favorable al Gobierno que había expresado el mandatario de Jujuy al pedir a los legisladores de Juntos por el Cambio que bajaran a dar quórum para tratar la ley de Emergencia. Luego enumera los respaldos de Gustavo Valdés, Rodolfo Suárez, Martín Lousteau, Facundo Suárez Lastra y Federico Storani antes de la respuesta positiva y que le llegaran las críticas, como las de Luis Brandoni: “Es penoso, abre la grieta en el radicalismo”. Con Macri se había negado dos veces a ser candidato a diputado: por provincia de Buenos Aires en 2017 y por la Ciudad en 2019. Suele rechazar las interpretaciones sobre qué posición hubiera tomado su padre ante una situación: “No está él para desmentirlo, que se abstengan algunos que dicen que lo quieren tanto”. También ironiza sobre los actos de homenaje: “A veces no sé si en realidad le están pidiendo disculpas”. Se muestra convencido de que el ex presidente avalaría su decisión de aceptar el cargo de embajador: “Puedo decir que le hubiera parecido muy bien, porque él en alguna medida hizo esto”, asegura sobre una mediación en Venezuela a pedido de Néstor Kirchner: “Decía que la obligación es acompañar las decisiones que se consideran correctas, más allá del costo político”.
Se tomó su tiempo para dedicarse a la política: su primer cargo electivo fue en 1999, a los 48 años, como legislador bonaerense. Lo atribuye a que cuando su padre era "influyente" prefería evitar que lo acusaran de “portaapellido” y que por eso arrancó más tarde, aunque de cualquier modo cargó con el estigma. Aun así reivindica su postulación a la presidencia en 2011, como el mejor resultado de un radical desde la renuncia de Fernando De La Rúa (en 2007 y 2015 el partido no presentó aspirantes propios), pese a que quedó tercero con el 11% a más de 40 puntos de Cristina Kirchner. Considera que la buena relación entre Alberto F. y Pedro Sánchez puede favorecer su gestión en la embajada. También la imagen de Raúl en España y sus vínculos con dirigentes del PSOE. “A algunos ya los conozco, he estado charlando con Josep Borrell”, dice sobre el Alto Representante de la Unión Europea, en una oficina con vista a la esquina de Esmeralda y Paraguay, mientras palpita su mudanza para la primavera de Madrid. ■