Clarín

¿Y si la oposición para Alberto F. está dentro de su propia coalición?

Claves. De los roces con Berni y Kicillof a la charla con CFK. Los lamentos ante el FMI. Y el silencio de Macri, Vidal y Larreta.

- Santiago Fioriti sfioriti@clarin.com

“Comment is free, but facts are sacred”, escribió el editoriali­sta Charles Prestwich Scott en 1921. El artículo se titulaba “A Hundred Years” y hacía referencia a la práctica del periodismo en el centenario de la fundación del diario británico The Guardian. La frase se convirtió con los años en un manifiesto en defensa de la libertad de expresión y fue citada y reinterpre­tada desde entonces por jueces, políticos y periodista­s. El último que la trajo a la escena pública en la Argentina fue Carlos Fayt, en 2013, tres años antes de su muerte, para defenderse de las críticas de Cristina Kirchner.

Los hechos de los últimos días no tienen mucho de sagrados, pero sí empiezan a clarificar diferentes interpreta­ciones y disputas en el universo oficialist­a. La semana desnudó desencuent­ros en materia de seguridad, en el manejo y en el relato de la negociació­n con el Fondo Monetario Internacio­nal y los bonistas y, sobre todo, en el debate sobre si hay o no presos políticos en el país. Sería oportuno pensar que esta cuestión llegó para quedarse: Amado Boudou, Julio De Vido, Luis D'Elía, Milagro Sala y Ricardo Jaime cuentan con importante­s aliados dentro y fuera del edificio de Balcarce 50 para exigir su pronta liberación.

La movida más reciente apunta ni más ni menos que a una reforma constituci­onal. El autor intelectua­l de esa corriente de pensamient­o es Eugenio Zaffaroni. "Alberto sabe perfectame­nte las soluciones que existen", alimentó la discusión, con cierto tono didáctico. Y agregó: “No podemos tolerar que un grupito de jueces meta presa a gente que no debería estarlo”. El ministro de Seguridad bonaerense, Sergio Berni -quien no duda nunca en afirmar que su jefa política es Cristina-, había sido el primer funcionari­o en subirse al tema que agitan desde intelectua­les hasta piqueteros y militantes. Berni hizo una encendida defensa de De Vido y dijo que "es inocente". Cuarenta y ocho horas antes, el funcionari­o también había desafiado el poder de Sabina Frederic, su par a nivel nacional, al pedirle que retirara las fuerzas federales de la Provincia. Dato: Axel Kicillof siempre estuvo al tanto de los movimiento­s de Berni. Estuvo al tanto porque los incentiva.

La interpreta­ción de buena parte de aquellos hechos, para Alberto Fernández, es que “nos quieren hacer pelear entre nosotros”. Lo dijo el lunes, antes de salir de la Quinta de Olivos - cuando ya la discusión sobre los “presos políticos” estaba en la tapa de los diarios- y fue un mensaje destinado a los integrante­s de su propia fuerza: “No seamos tontos”, insistió. Si buscó apaciguar las diferencia­s, tuvo un éxito relativo.

Por otra parte, ¿quién o quiénes serían los que están moviendo los hilos para agitar esas internas? ¿Quién, por ejemplo, le habría pedido a la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad, Elizabeth Gómez Alcorta, que planteara que en el país hay presos políticos cuando el Presidente declama todo lo contrario? Fernandez pareció apuntar a intereses exógenos que no supo o no quiso precisar. Alguno de sus hombres más cercanos intentó minimizar el hecho: "A la ministra le hicieron una pregunta en una entrevista y contestó. ¿Qué iba a contestar si viene de ser la defensora de Milagro Sala?". La teoría tiene patas cortas. Hace menos de un mes, en Twitter, Wado De Pedro también reclamó "por los y las presas políticas". Wado, el ministro del Interior y el más cercano a Cristina.

Un dirigente sin cartera, pero con una red de influencia­s importante en el albertismo, se preguntaba días atrás cuál es el costo de desautoriz­ar en público al presidente. Un presidente que, además, tiene detrás la sombra de su vice. Hay quienes arriesgan que Alberto no piensa detenerse en estas cuestiones, por lo menos, hasta que se defina la renegociac­ión con el FMI y los bonistas. "El 31 de marzo habrá otro Alberto", aseguran. La fecha podría correrse. Martín Guzmán, el ministro de Economía, ya habla de que, con suerte, las tratativas se terminaría­n en abril.

La oposición, salvo algunas voces aisladas en el Congreso, no se desvela por cuestionar al Ejecutivo. Ni siquiera en un tema del que pudo sacar provecho, como el recorte a las jubilados que ganan más de 16.195 pesos. Podrían hacerlo Mauricio Macri o María Eugenia Vidal, pero siguen con otros planes, más concentrad­os en su vida privada.

Macri volvió de vacaciones y mantuvo algunas reuniones en su nuevas oficinas. Ninguna trascenden­te. También podría hacerse oír Horacio Rodríguez Larreta, pero lleva más de dos meses sin conceder entrevista­s, acaso creyendo que eso lo ayuda a enfriar la discusión por los fondos que la Nación podría podarle a la Ciudad. O Elisa Carrió, que está en una etapa zen y solo se expresa por carta. O tal vez podrían aprovechar­lo los tres gobernador­es radicales y sin embargo sólo han hecho silencio.

“La oposición hoy no es Cambiemos. Son ellos mismos. Esta película ya la vimos”, explica un veterano dirigente radical. La historia del PJ está plagada de antecedent­es: peronistas que se comportan como oficialism­o y oposición al mismo tiempo y que especulan con el transitar de la administra­ción. Un funcionari­o que el lunes llegó a su despacho después de escuchar la entrevista que a Fernández le hicieron por Radio Continenta­l no hacía suya la hipótesis de que alguien los quiere hacer pelear: "mos nosotros, solitos”.

Fernández evitó cualquier reunión de Gabinete. Mucho más para hablar de estas cuestiones. Descree de esa dinámica de todos los ministros sentados a una misma mesa, como hacía Macri. Le agradan las reuniones bilaterale­s. Mano a mano con los ministros, en especial si tiene que formularle­s algún reproche. Y si es necesario se reúne con dos o tres a la vez, no más.

Es probable que Alberto sí haya abordado los roces internos en su largo desayuno del viernes en la residencia de Olivos con Cristina. “Hablaron de todo y de todos”, cuentan en el círculo presidenci­al. El primer mandatario la recibió luego de su viaje a Cuba, desde donde había cuestionad­o las políticas del Fondo. "Cristina nunca dice una boludez, siempre tiene argumentos", dicen que afirma Fernández cuando alguien le habla de ella.

Las negociacio­nes con el Fondo están sumergidas en una etapa gris. Pero recién acaban de comenzar. Se estima que las conversaci­ones serán largas y tediosas. En el Gobierno reconocen que fue efímero el efecto que tuvo la gira por Europa. Lo atribuyen, en parte, a la delicada situación económica que atraviesa el país, que eclipsa la agenda. "Yo le digo a Macri que, si él hubiera ganado, el país estaría incendiado", sorprendió Alberto a uno de los presidente­s con los que se reunió en la estadía europea al revelar que mantiene diálogo con su predecesor.

El equipo del FMI, encabezado por la directora adjunta del Departamen­to del Hemisferio Occidental, Julie Kozack, y por Luis Cubeddu, jefe de la misión para la Argentina, lleva cuatro días escuchando lamentos. No sólo de parte de Guzmán. El ministro de Desarrollo Social, Daniel Arroyo, recibió a ambos y a otras seis técnicos en el piso 14 de su ministerio. "Estamos ante una catástrofe social", les dijo. Arroyo llegó con una carpeta, en la que se destacaban dos datos: el 40 por ciento de pobreza y el 60 por ciento de pobreza en niños y niñas en las zonas más vulnerable­s. Los enviados, ayudados por dos traductore­s, tomaron nota. No hay mucho para ilusionars­e: no se caracteriz­an por ser demasiado sensibles frente a las penurias ajenas. ■

“Cristina nunca dice una boludez”, dice Alberto F. en privado cuando habla de su socia.

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JUANO TESONE Socios. Alberto Fernández y Cristina Kirchner, el día de la asunción, en Plaza de Mayo.

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