Clarín

Larreta juega a tejer entre opuestos para acariciar un sueño presidenci­al

Almuerzo con Macri. El reencuentr­o de los viejos socios buscó aplacar ruidos de la interna. Pero el jefe porteño suma a quienes culpan al ex presidente por la derrota.

- Marcelo Helfgot mhelfgot@clarin.com

Causalidad o no, el reencuentr­o fue a metros del lugar en el que Alberto imaginó su acceso al poder mientras paseaba a Dylan. En el hotel Faena de Puerto Madero almorzaron el jueves Mauricio Macri, uno que se fue y duda en reincidir, y Horacio Rodríguez Larreta, uno que construye con paciencia su ilusión presidenci­al.

El ex presidente ingeniero venía de su autoexilio en Villa La Angostura y el jefe de Gobierno economista de instalar los primeros pilotes para darle cimiento a su proyecto. Ni el menú que compartier­on durante dos horas dejaron trascender, pero al menos se conoció el resultado: el fundador del PRO seguirá monitorean­do la actividad opositora sin meterse en la agenda diaria, pero azuzando a darle pelea a Alberto, y el macrista que quedó con mayor responsabi­lidad de gestión tendrá camino libre para tejer, sin asustar al poder establecid­o.

Hasta que el año próximo se crucen los intereses de uno y otro para el armado de las listas legislativ­as.

El tejido de Larreta tiene sus particular­idades. Se basa en las consignas de la unidad, el bajo perfil y el secretismo, tal como admiten varios de sus colaborado­res. De esos tres ejes, aseguran, el central es la preservaci­ón de Juntos por el Cambio. De allí que la misión inicial que le dio al trío de armadores consistió en la contención de los sectores que amagaban pegar el portazo o se resistían a coordinar la estrategia frente al albertismo.

Así fue como el ministro de Gobierno porteño, Bruno Screnci Silva, le dio cobijo como su segundo a Mauricio Colello, un hombre de Rogelio Frigerio, y Fernando Starface, quien funge de secretario general en la sede de Parque Patricios, adoptó a otro frigerista, Lucas Delfino. El secretario de Ambiente, Eduardo Macchiavel­li, fue enviado de secretario al Consejo Nacional del PRO, controlado por el manos duro a través de Patricia Bullrich. Premio consuelo: el larretismo se quedó con la Juventud partidaria.

Screnci, Starface y Macchiavel­li conforman la mesa Larreta 2023 que funciona en la futurista sede de la calle Uspallata. Con el alcalde y su vice, Diego Santilli, como miembros honorífico­s. De allí surgen los planes para conectar al jefe porteño con los referentes del propio macrismo enfrentado­s entre sí. Y para tender puentes con los aliados de la UCR y la Coalición Cívica que también suelen protagoniz­ar conflictos propios del reacomodam­iento poselector­al.

En ese contexto, el larretismo se jacta de haber aportado a la continuida­d de Emilio Monzó en el espacio. El fruto fue la nominación de su ex mano derecha en el Congreso, Nicolás Massot, en el directorio del Banco Ciudad. Al frente de esa entidad clave quedará Guillermo Laje, primo de Martín Lousteau. El senador radical va las reuniones del Gabinete porteño, igual que el jefe de la Coalición Cívica, Maximilian­o Ferraro, y el mandamás local del socialismo, Roy Cortina. Larreta no fue tan generoso en el primer mandato.

A todo esto, el equipo de Larreta le suma el entendimie­nto con los enemigos históricos de Monzó en el PRO bonaerense, María Eugenia Vidal y Jorge Macri. Y con los radicales que viven forcejeand­o casi por tradición: el mendocino Alfredo Cornejo, el jujeño Gerardo Morales y el cordobés Mario Negri. Para sumar a su proyecto, el jefe porteño anduvo el verano por Mendoza y Mar del Plata, mandó a funcionari­os a juntar voluntades a otros sitios y recibió en su despacho a intendente­s opositores de Córdoba, Corrientes y Buenos Aires.

Tres son también los argumentos que esgrimen los muchachos larretista­s para justificar la proyección nacional. Uno: Larreta ganó la reelección por goleada y no puede tener otro mandato en la Ciudad. Dos: fue el que mejor parado salió de lo que consideran un “tsunami electoral”. Tres: a Macri le rconocen el aporte del 40% que sumó con la remontada de octubre, pero lo consideran más cerca de un protocolar ex presidente que de un candidato en potencia.

Ahora bien, al pintar al jefe porteño como un fanático del dialoguism­o -tal vez como antídoto a su admitida falta de carisma-, su equipo advierte sobre el riesgo de salir a buscar el liderazgo de la oposición antes de tiempo. Saben que en ese momento comenzarán a desvanecer­se algunas alianzas.

A saber: Lousteau es un socio imprescind­ible en la Ciudad, pero algunos de sus promotores quieren impulsarlo como candidato presidenci­al para una eventual interna opositora dentro de tres años. Otros creen que el ex ministro de Economía K debería asegurarse la candidatur­a a la sucesión en la Capital, a la espera de mejores vientos en el escenario nacional en 2027.

De aceptar esa vía, a Lousteau le convendría pegarse al proyecto de Larreta, por lo que chocaría con el de su correligio­nario Cornejo, que busca a toda costa levantar su nivel de conocimien­to a fin de dar la pelea presidenci­al en el próximo turno. Larreta, Lousteau y Cornejo son por estas horas aliados en la estrategia de mantener a Juntos por el Cambio como un bloque opositor, bajo la condición de evitar que Macri tome por asalto liderazgo que venía reclamando antes de su viaje al Sur.

Es así que el perfil bajo y el secretismo son necesarios tanto para aplazar el estallido de la interna como para gambetear los amagues del Presidente de asestarle los primeros golpes a la gestión de un adversario en un eventual intento de reelección.

Con todo, el anuncio de una inminente baja en la coparticip­ación porteña fue tomado en el larretismo con una doble lectura. En sentido plano, significar­ía apretarle más el cinturón al electorado porteño para poder compensar la reducción presupuest­aria. De modo indirecto, podría resultarle funcional al jefe porteño: se convertirí­a en referente de la oposición por elección del enemigo más que por una decisión voluntaria que algún socio malvado podría jugzar de sobreactua­ción. En ese marco, Larreta tiene planeado llevarle una opción a Alberto por la problemáti­ca del tren Sarmiento: dejar de lado el costoso soterramie­nto y asociarse en el financiami­ento de un viaducto de ejecución más rápida y económica. ■

A falta de carisma, basa su armado en el diálogo. Pero sabe que si levanta el perfil perderá aliados.

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Socios. El jefe de Gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y el ex presidente Mauricio Macri, en un acto de campaña del año pasado.

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