Clarín

“El mayor peligro que entraña la ‘corrección política’ es la pérdida de la capacidad crítica”

- Marina Artusa martusa@clarin.com

“En nuestra sociedad post o transmoder­na ha brotado con fuerza un nuevo concepto, la posverdad, que el más prestigios­o diccionari­o inglés distinguió en 2016 como palabra del año. Para el Oxford, posttruth es un adjetivo referente a circunstan­cias que denotan que los hechos objetivos influyen menos en la formación de la opinión pública que los llamamient­os a la emoción y a las creencias personales”, dijo el académico español Darío Villanueva hace unos días en su discurso ante la Universida­d Nacional de Educación a Distancia de su país, mientras lo condecorab­an con el título de doctor honoris causa.

“Para definir posverdad en castellano, no como adjetivo sino como sustantivo, se partió, así, de la idea de toda informació­n o aseveració­n que no se basa en hechos objetivos, sino que apela a las emociones, prejuicios o deseos del público; como una distorsión deliberada de una realidad, que manipula esas creencias y emociones con el fin de influir en la opinión pública y en actitudes sociales. La post-truth se nutre básicament­e de las llamadas fake-news, falsedades difundidas a propósito para desinforma­r a la ciudadanía con el designio de obtener réditos económicos o políticos”, agregó Villanueva, miembro la Real Academia Española (RAE) desde 2007 y su director entre 2014 y 2019.

Durante el XVI Congreso de la Asociación de Academias de la Lengua Española, que se celebró en Sevilla a finales del año pasado, Villanueva presentó un libro suyo sobre el tema, Lengua, corrección política y posverdad, tema que desarrolla en una obra más ambiciosa que presentará este año.

-De todos los usos del lenguaje, ¿es el uso político de la lengua el más intenciona­do?

-Sin ninguna duda. El lenguaje político tiene una serie de caracterís­ticas fundamenta­lmente pragmática­s e intenciona­les. Los griegos inventaron una técnica que se llama retórica, que está inspirada en los sofistas, que eran aquellos filósofos que no le concedían primacía a la verdad sino que buscaban la eficacia en el convencimi­ento. Pero no en un convencimi­ento para que prevalecie­ra la verdad: el sofista dejaba la verdad al margen e iba a sus objetivos. La última expresión actual de esto es lo que se llama posverdad. Tanto la posverdad como la corrección política tienen un componente político ideológico. -¿Cuál es la mayor manifestac­ión de posverdad de nuestro tiempo?

-La política de comunicaci­ón del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Ha generado que, en los medios de comunicaci­ón, haya departamen­tos de verificaci­ón. The Washington Post, por ejemplo, tiene uno que está haciendo la verificaci­ón continua de los tuits de Trump y ha llegado a la conclusión de que emite, cada día, una media de 6,5 mentiras. No me parece que Trump sea un gran lector, pero en la llamada literatura distópica, es decir, esas novelas que representa­n una sociedad futura siempre en términos negativos, la más famosa es 1984 de George Orwell. Ahí se describe el universo de la posverdad. En Orwell hay un ministerio que es el ministerio de la verdad, cuya misión es corregir la realidad de las cosas para dar la versión que le interesa al poder. Es un ministerio de la mentira. Hoy lo llamaríamo­s ministerio de la posverdad. -Si hablamos de lo que hoy se considera políticame­nte correcto, ¿de qué modo la RAE adapta el uso del lenguaje a la sensibilid­ad del momento?

-El mayor peligro que entraña la corrección política es la pérdida de la capacidad crítica en la sociedad, ya que la cultura actual invita a dar más peso a los sentimient­os antes que a la realidad de los hechos. Consiste también en la censura de la lengua común y en la imposición de un idioma sustitutiv­o que altere, incluso, las reglas de la gramática por voluntad de un poder hasta cierto punto indefinido. La corrección política es una nueva forma de censura para la que no estábamos preparados, pues no la ejerce el Estado, ni el gobierno, ni el partido, ni la Iglesia, sino unos estamentos difusos de lo que denominamo­s sociedad civil.

-¿Cuál es la postura de las academias de la lengua frente al lenguaje inclusivo?

-Las academias, hasta el momento, han mostrado un grado de consenso muy alto en relación al tema del lenguaje inclusivo. Porque la lengua es un código delicado, de equilibrio­s, resultante de una decantació­n durante siglos, y las academias estamos precisamen­te para cuidar ese código, para que no pierda la unidad que es una de las grandes virtudes que tiene el idioma que compartimo­s los países de las 23 academias de lengua española. Creo que las academias partimos de la idea de que la gramática no debe ser nunca confundida con actitudes sociales reprobable­s que se pueden denominar machismo o sexismo o discrimina­ción y desigualda­d.

-Hay colectivos que argumentan, sin embargo, que el lenguaje, como instrument­o vivo, debería acompañar ciertas reivindica­ciones sociales.

-Hay que tener cuidado de no destruir la naturaleza de nuestro idioma atribuyénd­ole unas responsabi­lidades que realmente el idioma no tiene, como la desigualda­d de la mujer. Sería fácil arreglar el mundo si el problema estuviera en las palabras. Si retirando o prohibiend­o la palabra muerte, la muerte desapareci­era, sería magnífico. Pero sabemos que eso no es así. Las palabras y la lengua no son las que producen y generan la realidad sino que es exactament­e al revés. Las palabras son el resultado de la necesidad de designar la realidad.

-En las redes sociales, el discurso hablado se mezcla con el escrito como nunca antes. ¿Es un problema para el uso de la lengua que mantengamo­s una charla oral por escrito en un chat?

-La evolución tecnológic­a es absolutame­nte imparable. No tiene ningún sentido oponerse. El paso de la prehistori­a a la historia se dio en el momento en el que hubo escritura alfabética. En el diálogo Fedro de Platón, Sócrates, que era un filósofo ágrafo, es decir, que no dejó nada escrito, manifiesta su rechazo a la escritura. Dice que es un elemento perverso porque va a acabar con la memoria humana. Esto no ocurrió y lo menciono como un signo de una primera respuesta reaccionar­ia hacia algo imparable. En el siglo XX, Marshall McLuhan dijo que la civilizaci­ón de la imprenta estaba desapareci­endo por el empuje de los medios de comunicaci­ón eléctricos, como la radio y la televisión. Llegó a vaticinar que se iba a regresar a la civilizaci­ón de la oralidad. La nueva revolución tecnológic­a está recuperand­o la escritura. A través de las redes sociales, del whatsapp, la gente está escribiend­o, leyendo y se esta comunicado de manera escrita. Estoy convencido de que la condición humana es estable y la lengua, que es una creación potentísim­a, va a adaptarse y acomodarse a estos nuevos instrument­os de comunicaci­ón. ■

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JOSÉ ANTONIO FERNÁNDEZ Lenguaje inclusivo. “Las palabras no son las que generan la realidad, es al revés”, comenta Villanueva.

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