Clarín

Tiroteo entre polícias: “Era un delincuent­e con uniforme, estaba jugado”

Lo dice el cabo De Carlo, quien protagoniz­ó ese enfrentami­ento entre agentes de la Federal y de la Bonaerense.

- María Laura Balonga mbalonga@clarin.com

“Siempre renegué del policía corrupto, y lo más triste es que lo que me pasó fue por darle ventaja. Le repetí tres veces que se entregue, que no lo quería matar, y él decía: ‘¡No, no, no!’”.

El que habla con Clarín es el cabo 1° de la Policía Federal Claudio De Carlo (39), quien lleva en su cuerpo las marcas de cómo el comisario de la Bonaerense Hernán David Martin (41) se resistió a que lo arrestara.

El tiroteo entre policías de la Federal y la Bonaerense ocurrió el 29 marzo de 2018. De Carlo es uno de los protagonis­tas clave y el primero en hablar públicamen­te sobre lo que sucedió aquella noche en la estación de servicio Shell del Acceso Sudeste de Avellaneda. Allí se había pactado el pago de una extorsión y la víctima denunció el caso ante la fiscal Soledad Garibaldi.

La fiscal llamó a la brigada de Drogas de la PFA para controlar la entrega de los 170 mil pesos, temiendo que los extorsiona­dores fueran de la Bonaerense. No se equivocó. De Carlo y su compañero, el sargento Sergio Arán ( 42), arrestaron al capitán Eduardo Franicevic­h (48) in fraganti, pero Martin huyó en un Toyota Etios blanco. Moriría en su coche tras enfrentars­e con los dos de la Federal.

“Nunca nos imaginamos que el tipo iba a empezar salvajemen­te a los tiros. No tenía sentido”, dice De Carlo.

El caso generó cruces políticos y acusacione­s de fusilamien­to de parte de la familia del comisario muerto. Terminó con el sargento Arán herido, el capitán Franicevic­h detenido por secuestro y extorsión, la DDI de Avellaneda-Lanús descabezad­a y cinco de sus integrante­s procesados por “asociación ilícita”.

De Carlo, después de siete operacione­s y un mes y un día internado, la puede contar. Fueron seis tiros los que le dio Martin cuando se acercó a la puerta del conductor. El primero le entró por debajo de la pera y le salió por una mejilla. Es el único que recuerda. Ahora no tiene sensibilid­ad en la parte derecha de la cara y de la lengua. En su maxilar inferior hay nueve hileras de placas de titanio.

Después, llegaron los otros cinco balazos: dos en el antebrazo izquierdo, el que usó para protegerse y le salvó la vida; uno en el abdomen por el que perdió parte de los intestinos y tiene un riñón que le funciona al 20%; otro en la cadera y el último que le rozó los testículos.

Así y todo, recuerda que al Hospital Fiorito entró caminando: “Me salvó una policía de la Bonaerense que me cargó al patrullero y me llevó. No aguantaba un minuto más: perdí mucha sangre. Nunca la pude ver después de esa noche, ni agradecerl­e”. Ahí lo atendieron de urgencia y eso fue clave para que sobrevivie­ra.

Luego, fue derivado al Hospital Churruca. “Me acuerdo que los médicos decían ‘ya está, pobre pibe’; del cura que me venía a dar la extremaunc­ión y el ‘andá con Dios, hijo’; de las siete operacione­s, del respirador, del frío cuando me pasaban la medicación por la sonda nasogástri­ca y sentía que moría, de los dolores, la frustració­n de estar hecho pelota; de ver a mis familiares que venían para despedirse y lloraban”, se sincera. -¿Qué recordás de aquella noche? -El operativo surgió ese mismo día y la entrega pactada era a las 21, yo mismo marqué la plata y le saqué fotocopias a a cada billete. Éramos cinco de la Federal en la estación de servicio, y el resto estaban llegando, pero los tipos les mandaban mensajes a la mina, la apuraban para que les diera el dinero... No bien lo encaré a Franicevic­h y le dije que era de la PFA, el tipo dijo: ‘Bueno, bueno’. El otro como que tenía más para perder. Me atropelló y pasó apuntando... Le grité a Sergio (Arán) que lo deje, pero lo corrió y me quedé deteniendo a Franicevic­h. Mientras lo retenía en el piso, escuché tiros y salí corriendo. Cuando iba llegando, vi una situación de peligro para la vida de mi compañero, por eso no dudé en interponer­me. -¿Viste el arma?

-La escondió en la camisa. Vi el fogonazo. Fue muy vivo, estaba preparado y era un tirador experto, pero también era un delincuent­e con uniforme, que es lo más triste. Lo que hizo es lo que hace un delincuent­e. Yo digo que le di ventaja porque mi compañero ya estaba herido, lo podría haber fusilado, pero no era la idea. Le salvé la vida a Sergio, si no hoy no estaría en este mundo. A mí (la ex ministra de Seguridad Patricia) Bullrich me llamó héroe y me dio vergüenza, porque hice lo que me pareció, y ella me dijo que fui un héroe porque fui consciente de lo que estaba haciendo cuando me puse delante del tipo. -¿Eras consciente de lo que hacías? -Por supuesto. Sabía que corría riesgo mi vida, pero sabía que mi compañero, que tiene tres hijos, corría peor riesgo porque estaba vencido: tenía dos tiros en una pierna. Y era verlo y pensar, me lo mata. En ese momento sabés que en un 50% querés hacer cesar el hecho y que el tipo se asuste y se entregue; y que en otro te va a tirar, y es lo que hizo. No cabe en ninguna cabeza, porque el tipo sabía que si tiraba se iba, pero habrá pensado: ‘Me lo llevo conmigo’.

Martin le dio 6 tiros a De Carlo, aunque murió baleado. Su familia, sin embargo, sostiene que “lo ejecutaron” y que tenía “un legajo intachable”.

“Estás trabajando, y estás del lado del bien, no del lado del mal. Si va un delincuent­e, o peor, un terrorista, corriendo tirando para atrás, ¿vos dejás que mate a todos?”, plantea. Y agrega: “Que me hayan dado seis tiros no es ser héroe, es salvarle la vida a tu compañero que tiene tres hijos. Eso es lo que me llena. Héroes son los que fueron a la Guerra de Malvinas”.

-¿Por qué Martin no se entregó? -Porque era un delincuent­e y estaba jugado. Porque no hay nada peor que un policía delincuent­e. Franicevic­h, esposado, con un compañero muerto y rodeado de policías, ¿qué te produce esa imagen? Es lo más triste, no sólo personal, para la sociedad, para los hijos... ¿Cómo les explicás?

Profesor de artes marciales, De Carlo fue instructor de musculació­n, rugbier de Pucará y Defensores de Glew, fisicocult­urista y patovica. Es músico. Pero él siempre soñó con ser policía. “A los 10 tenía una credencial de juguete y salía a jugar a la calle. En la escuela, cuando uno se robaba algo, lo cagaba a trompadas. Soy de los que les gustan que las cosas se hagan correctame­nte: no me va el vivo, el chorro, el que se adelanta en la cola”. -¿Cómo llegás a integrar una brigada de elite en la Federal?

-En la Policía vos podés cumplir horario e irte a tu casa; o te puede importar la investigac­ión y te animás a hacerte pasar por sodero en una villa, a hacerte amigos de los narcos, a ir con cámara oculta. No es para cualquiera ni cualquiera se anima. Lo que importa es la vocación. Y, cuando la tenés, es un plus y buscás perfeccion­arte. Hay que prepararse, no ser uno más. Tuve una carrera muy linda, premiada, y con encontrona­zos, obvio. Estuve 12 años en la delegación Lomas de Zamora de la Federal, y después me fui a Drogas, a jugar en Primera. Es la brigada que hizo los allanamien­tos de la Causa de los Cuadernos, a la que llamaban (Claudio) Bonadio, (Daniel) Rafecas y con la que se generó una confianza con el Poder Judicial. Sabían que nos podían llamar a cualquier hora y no sabíamos si íbamos a arrestar a Bin Laden o a secuestrar CDs truchos. Por eso (la fiscal Soledad) Garibaldi nos llamaba. Estaba en el lugar que me merecía cuando pasó esto, porque Sergio y yo llevábamos adelante la División. -¿Y tu vida fuera de la Policía?

-Es lo que más me cuesta. Paralelame­nte, siempre me gustó la música. Desde los 6 años que mi papá me llevaba a estudiar. Mi viejo me enseño a cantarle a la vida, a las cosas que te van pasando. Mi banda, “Parte de Todo”, ha sido mi cable a tierra, y lo que me está salvando. Tenía miedo de no poder cantar más, ya no puedo ser más policía. Yo volvería a los procedimie­ntos, no tengo miedo. Sé que estoy en inferiorid­ad de condicione­s, y no es lo que correspond­e, ya no me puedo defender. Y no soy un tipo para estar detrás de un escritorio. ■

Que me hayan dado seis tiros no es ser un héroe, sólo fue salvarle la vida a un compañero que tiene tres hijos”.

Me salvó una policía de la Bonaerense que me cargó al patrullero y me llevó. Nunca la pude volver a ver ni agradecerl­e”.

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J.TESONE Se recupera. Claudio De Carlo es el primero en hablar de lo que sucedió aquella noche entre policías.
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Después del horror. Los investigad­ores, luego del tiroteo, en 2018.

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