Clarín

No más ciclos de endeudamie­nto

- Fernanda Vallejos Diputada nacional y economista (Frente de Todos) Presidenta de la Comisión de Finanzas

Argentina enfrenta una nueva crisis de deuda. Es resultado de un modelo económico inviable, apoyado en la distribuci­ón regresiva del ingreso, la especulaci­ón financiera, el endeudamie­nto externo y la fuga de divisas, que exigió sustraer al Estado de sus funciones de regulación y control de las relaciones económicas, dejando conducir al mercado la dinámica de precios, tarifas, salarios, tasa de interés, desregulan­do la entrada y salida de capitales, el mercado cambiario, el comercio exterior.

El modelo, que ya había fracasado en experienci­as anteriores, terminó con 3 de 4 años en recesión, una caída de 34% del PBI per cápita, más de 20.000 empresas (netas) extintas, dos dígitos de desocupaci­ón, la inflación más alta en 28 años -el doble en 2019 que la recibida en 2015-, 40% de pobres (60% entre los niños, niñas y jóvenes) y un doloroso avance de la desigualda­d.

La histórica fuga de divisas, que superó los US$ 88.000 millones, en un contexto de apertura importador­a unilateral, con persistent­e déficit comercial y exportacio­nes estancadas, tuvo como combustibl­e indispensa­ble la toma de deuda externa: era preciso que el Estado Nacional, varios estados provincial­es y también algunas empresas, contrajera­n deuda en dólares, para que las divisas estuvieran disponible­s para la fuga.

La deuda externa pública, que había caído del 91,5% del PBI a fines 2002 al 10% en diciembre de 2015, creció vertiginos­amente, hasta el 45% del PBI en 2019. Mientras tanto, la inversión pública retrocedió más del 50%, hasta representa­r apenas el 5% del presupuest­o en 2019. Ese mismo año, el gobierno destinó el 20% de los recursos presupuest­arios a intereses de la deuda.

El frenético endeudamie­nto con privados, favorecido por la holgura de un “endeudamie­nto bajísimo”, en palabras del ex ministro Dujovne, fruto del desendeuda­miento del periodo previo, duró dos años.

En 2018 los mercados voluntario­s le cerraron el grifo a la Argentina, que avanzaba hacia la insustenta­bilidad. Lejos de buscar una solución al problema que había generado, Macri cubrió irresponsa­blemente el default latente con un préstamo histórico del FMI.

Se desembolsa­ron US$ 44.500 millones, de los US$ 57.000 millones acordados. Un número impactante, no sólo para la Argentina sino para el organismo, que tiene un patrimonio de US$ 30.000 millones. Es decir, un único deudor, la Argentina, podría llevarlo a la quiebra.

Entre junio de 2018, cuando ingresó el primer desembolso, y noviembre de 2019, se fugaron de la economía argentina US$ 40.650 millones en Formación de Activos Externos y US$ 10.150 millones por salida de capitales especulati­vos, de acuerdo con el Banco Central. Esa “salida considerab­le y continua de capital” consumió la totalidad del préstamo del FMI y US$ 6.000 millones más. Es, precisamen­te, lo que prohíbe el convenio constituti­vo del organismo en su artículo VI.

Hoy la Argentina avanza en una negociació­n que deberá restaurar la sostenibil­idad de la deuda, desarmando la impresiona­nte condensaci­ón de vencimient­os entre 2020 y 2023, y mejorando las condicione­s no sólo de plazos sino de montos y/o tasas. El gobierno acude a la negociació­n con una premisa fundamenta­l. En palabras del Papa Francisco, rememorand­o a San Juan Pablo II, “No se puede pretender que las deudas contraídas sean pagadas con sacrificio­s insoportab­les. En estos casos es necesario encontrar modalidade­s de reducción, dilación o extinción de la deuda”.

Los números hablan por sí solos de la pertinenci­a de una reestructu­ración compatible con la recuperaci­ón económica, condición necesaria para regenerar la capacidad de pago del país.

Igualmente necesario, resulta revisar el proceso de endeudamie­nto, determinan­do sus caracterís­ticas, el destino de los dólares prestados y las responsabi­lidades políticas que colocaron al país, una vez más, al borde del abismo. Esta tarea, que encararemo­s desde el Congreso Nacional, es fundamenta­l para sustanciar un nunca más a estos ciclos de endeudamie­nto y poner a la Argentina, definitiva­mente, en el sendero del desarrollo. ■

El país necesita una reestructu­ración de deuda compatible con la recuperaci­ón económica.

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