“Premios y castigos: no por antiguo carece de eficiencia”
Cuando en rueda de veteranos que cumplieron los 50 hace algunas navidades se abordan temas de actualidad inherentes a jóvenes que tienen la edad de nuestros hijos, sin hacer un tango de la conversación pero sí con preocupación concluimos en que el motivo es la falta de códigos o mejor dicho, en la tergiversación que se han hecho de los mismos en las últimas décadas haciendo una necesaria comparación con lo que se vivía por aquella época. Cuando hago mención de códigos, entiéndase a aquellas leyes intrínsecas que hacen a la convivencia, usos y costumbres.
Creo humildemente que gran parte de los excesos en los que incurren tienen por culpables justamente a nosotros, los adultos. A partir de las libertades a veces carentes de límites consecuentes de la crianza en casa, pasando por la educación estresada por la falta de vocación (con las excepciones a las cuales pido disculpas), sin olvidar la falta de remuneración a la que están sujetos y los apartan de su rol principal que es dedicarse a la docencia. Es justo señalar que ante la queja del maestro ante la desatención o inconducta hoy se le da la espalda en gran medida, esgrimiendo que la responsabilidad del problema es precisamente del educador.
Y así llegan a su primer trabajo en donde la realidad se los lleva puestos y les cuesta insertarse al mundo laboral por la falta de compromiso con el deber. Y por supuesto formarán una familia mucho más “light” que el concepto que nos inculcaron en los años sesenta pero este tema lo dejo para los psicólogos que son quienes entienden en la materia.
Estoy convencido de que existe un sólo régimen para mitigar esta problemática y no por antiguo carece de eficiencia: “premios y castigos”. Es tan sencillo como elocuente. Su vigencia hoy menos sustanciosa es mucho más moderada; las ideas garantistas y el proceder permisivo de autoridades que han perdido el respeto (muchas veces por sus propios errores) han edulcorado las obligaciones que como individuos tenemos para vivir en sociedad. El “ejemplo” es el espejo en el cual los mayores nos enseñaron a ver la vida... Hoy ese espejo está empañado por violencia y corrupción que baja desde las mismísimas autoridades hasta el ciudadano común y desgraciadamente padecemos todos pero que en mayor o menor medida somos responsables.
Gustavo Faga gefaga@hotmail.com