Espera en galpones y micros a sus casas, qué hacían con los repatriados del Interior
Les ofrecían viajar a su lugar de destino y las autoridades debían controlar que hicieran la cuarentena.
Cuando al pediatra infectólogo Fernando Polack le preguntaron qué opinaba de la repatriación, dijo: “Traer a los argentinos tiene lógica en el contexto de un plan que los mantenga aislados”. La pregunta la había formulado el periodista Luis Novaresio y con su respuesta el médico asesor de la Organización Mundial de la Salud alertó sobre el peligro que significa que los argentinos repatriados entren al país sin vigilancia.
Desde el viernes, el Gobierno porteño no confíaba en la palabra de estos viajeros. Por eso, a los residentes de la Ciudad que llegaban desde destinos considerados de riesgo por el Ministerio de Salud los obligaban a hacer el aislamiento en 12 hoteles que fueron acondicionados para recibirlos. Este martes sumaban alrededor de mil, entre familias y personas solas. Pero, ¿qué pasa con los que viven en otras provincias argentinas? ¿A dónde los llevaban y cómo hacían la cuarentena?
Desde el 13 de marzo -el día que entró en vigencia el DNU de Alberto Fernández sobre cuarentena obligatoria para personas llegadas de zonas críticas- hasta este domingo, entraron vía Ezeiza 84.500 personas. Y según cifras del Gobierno nacional, 100 mil conformaban el universo que debe ser observado en forma especial, ya que vinieron o pasaron, por aire o por tierra, por puntos de circulación alta de coronavirus.
En el caso de los vuelos, el protocolo se repetía: la nave que llegaba no se acercaba a la manga, sino que esperaba a un costado del aeropuerto internacional.
Entonces, cuatro o más personas, vestidas con camisolín celeste, gafas o máscaras faciales y barbijos quirúrgicos, tomaban la fiebre a todos los pasajeros. Desde atrás y hacia adelante, o al revés. Mientras tanto, los viajeros llenaban una declaración jurada de salud, donde daban -entre otros datos- su teléfono e indicaban en qué domicilio harían la cuarentena obligatoria de 14 días.
Este lunes funcionó como ejemplo de fecha crítica: vuelos con residentes en Capital fueron derivados a sus casas ( circunstancia excepcional), mientras que pasajeros con domicilio en el conurbano u otras provincias fueron trasladados por Gendarmería a un predio próximo al aeropuerto de Ezeiza.
Algunos de esos pasajeros estuvieron 12 horas esperando en un galpón del Instituto Superior de Seguridad Aeroportuaria para luego ser llevados a un hotel que no estaba en condiciones: sin cortinas y con poca o nula limpieza. A algunos recién llegados incluso les propusieron compartir la habitación con un desconocido. Traducido: hacer la cuarentena con un compañero de vuelo.
Según pudo chequear Clarín, este martes, y antes de la suspensión de las repatriaciones dispuesta por el Presidente Fernández, las condiciones empezaban a regularizarse. Tres vuelos provenientes de Panamá, uno con un pasajero con coronarivus, habían provocado el desajuste.
En condiciones normales, a quienes viven fuera de Capital se les ofrecía un servicio de transporte. Entre el viernes y este martes, hubo 35 servicios dispuestos por el Ministerio de Transporte de la Nación. Van a Tucumán, Rafaela, Salta, Santa Fe, Paraná, Rosario o el punto del país que sea necesario. Aunque no tienen horarios fijos de salida, por lo que el pasajero puede estar horas y horas esperando a que alguno parta.
En el caso de destinos cercanos, los viajeros pueden usar transporte público, combis de la empresa Tienda León, Cabify o taxis habilitados. Luego de cada arribo los gobernadores e intendentes están obligados a seguir el control de los viajeros. ¿Cómo? A través de llamados telefónicos diarios y visitas casa por casa, algunos con efectivos policiales y personal de salud para controlar síntomas. ■