El Papa rezó por el fin del coronavirus en una plaza vacía
Francisco dio una bendición transmitida a todo el mundo. “Nadie se salva solo”, dijo, en una misa con imágenes cinematográfico.
Por primera vez en la historia milenaria de la Iglesia católica, el Papa rezó este viernes en solitario ante la inmensa plaza vacía de San Pedro, donde instó al mundo a enfrentar “juntos” la pandemia de coronavirius.
En una tarde lluviosa y acompañada por el repicar de las campañas y la sirena de las ambulancias, el Pontífice cumplió un gesto sin presedentesa al impartir la bendición y la indulgencia plenaria al mundo entero por la terrible pandemia que lo azota. “Señor, no nos abandones”, suplicó el Papa al hablar de una “tormenta inesperada y furiosa”, de “una tempestad que desenmascara nuestra destrucción y deja al descubierto esas falsas y superfluas seguridades”.
Se trató de un inédito rito, que incluyó la bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo) a todos los fieles, y fue retransmitido por televisión, Internet y radio. Esta bendición se imparte habitualmente en tres ocasiones: cuando el Papa es elegido sucesor de Pedro, el 25 de diciembre por Navidad y en Pascua.
“Desde hace algunas semanas parece que todo se ha oscurecido. El aire, se siente en los gestos, lo que dicen las miradas. Nos encontramos asustados y perdidos “, dijo Jorge Bergoglio al comenzar su homilía. Y continuó: “Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos”. En esa línea exhortó a la gente “a activar la solidaridad, capaz de dar sentido en estas horas en las que todo parece naufragar”.
La Santa Sede ha ordenado el cierre hasta el 3 de abril de la plaza y la basílica de San Pedro, como medida de precaución ante la propagación de esta pandemia, que ha dejado ya al menos cinco casos positivos en el interior del Vaticano.
Lo de este viernes fue “un evento extraordinario presidido por el papa , en un momento particular, cuando el mundo cae de rodillas por la pandemia”, explicó el Vaticano a través de un comunicado.
Como lo ha hecho en varias ocasiones desde que se desató hace cinco semanas la epidemia de coronavirus en Europa, que golpea con particular fuerza a Italia y España, el papa Francisco elogió el sacrificio de “tantos que comprendió que nadie se salva solo”. Francisco enumeró entre ellos a “médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosos y tantos, pero tantos otros”, dijo.
Son “personas comunes que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último espectáculo, pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia”, remarcó.
También tuvo un recuerdo especial para los “padres, madres, abuelos y abuelas, docentes” que enseñan a los niños “, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración”.
E invitó a toda la humanidad a reflexionar en medio de esta crisis sobre la importancia de la fraternidad y de la solidaridad, frente al individualismo y el egoísmo. Desde el atrio de San Pedro, sostuvo que es el momento “para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es”.
Francisco suele presentar cada mañana la pandemia del coronavirus antes de celebrar la misa matutina privada que desde la crisis es transmitida en directo desde el pequeño capitolio de su residencia en la Casa Santa Marta, donde vive dentro del Vaticano.
En alusión al importante papel de la Iglesia católica durante las pestes que azotaron a Europa en el pasado, el Papa salió el pasado 15 de marzo del Vaticano para rezar ante el crucifijo de la iglesia romana de San Marcello, que fue sacado en 1922 en procesión por los barrios de Roma para invocar el fin de la peste que la asolaba, por lo que se considera “milagroso “.
El crucifijo fue trasladado a la plaza de San Pedro para la bendición de este viernes. Francisco, que ha tenido que limitar sus actos y agenda para evitar eventuales contagios, prepara una celebración la primera Semana Santa de la era moderna sin fieles ni procesiones. ■
“Estamos todos en la misma barca y somos llamados a remar juntos”, dijo Bergoglio.