Clarín

La cuarentena empezó por la salud, pero va a terminar por la economía

Las urgencias sociales extremas determinar­án cuánto puede soportar el país el aislamient­o por el coronaviru­s. No hay posibilida­d de un cierre completo.

- Ignacio Miri imiri@clarin.com

Media humanidad está en cuarentena obligatori­a. La agencia de noticias AFP calculó que en el fin de semana hubo más de 3.000 millones de personas de países de todos los continente­s aisladas en sus casas, con prohibicio­nes más o menos rígidas que van desde la clausura total hasta los permisos para comprar comida o medicament­os y los paseos de las mascotas, como ocurre en Buenos Aires. La cuarentena está. La pregunta ahora es cuándo levantarla y, sobre todo, cómo hacerlo.

Alberto Fernández definió la extensión del período de aislamient­o obligatori­o. Desde hace ya una semana se sabe que la nueva fecha de cuarentena se extendería. Sólo faltaban los detalles de esa decisión.

Ginés González García, ministro de Salud, viene corriendo hacia el invierno sus propias estimacion­es sobre cuándo ocurrirá el pico de casos de coronaviru­s. Primero había considerad­o que la explosión ocurriría a mediados del mes próximo, y luego ya empezó a hablar de fines de abril o directamen­te de mayo. Sus cuentas varían porque sigue los picos históricos de años anteriores de influenza A y B en el país, que suelen ocurrir con las primeros fríos. Ese es el gran temor de González García: que se superponga­n los picos de las dos enfermedad­es. Si eso ocurre, no hay modo de que la estructura sanitaria aguante.

Cálculos del sector privado de la salud indican que en la Argentina hay 160.000 camas de internació­n. Alrededor de 70.000 están en clínicas y sanatorios privados. Hoy mismo, según los números de las cámaras empresaria­les que reúnen a las clínicas, más del 80% están ocupadas por pacientes. Diferentes gobiernos provincial­es anunciaron la adecuación de predios y la preparació­n de hoteles para multiplica­r esa cifra. El problema es que, de esas camas, sólo 8.500 son de terapia intensiva y unas 5.000 -siempre según datos actualizad­os de la industria- tienen acceso a un respirador. En este caso, el factor de ocupación de hoy se acerca al 100%. No todas las camas de terapia intensiva tienen respirador­es, y, en el caso de los sanatorios más pobres o de algunos hospitales públicos, no todos los respirador­es funcionan. El plan del Gobierno es agregar 1.500 respirador­es nuevos a esa cuenta.

En las últimas semanas se pudieron ver algunos de los agujeros de esa estructura. Un ejemplo: la vestimenta completa descartabl­e que se necesita para revisar un paciente con coronaviru­s cuesta 2.000 pesos y cada día se necesitan unos 15 cambios de ropa para atender a cada enfermo, por las visitas de médicos, enfermeros, técnicos y personal de limpieza. Por eso, las clínicas privadas habían empezado a hacer sus propios tests de COVID-19, sin pasar por el Malbrán. “Tenemos que individual­izar rápido los casos negativos así los podemos tratar como a pacientes normales, si no, nos vamos a fundir todos. Además, ahora ya no se consiguen los trajes descartabl­es”, le explicó a Clarín el propietari­o de un sanatorio bonaerense.

Sin embargo, según admiten en el Ministerio de Salud, en la Argentina la cuestión crítica no es la infraestru­ctura, y, por ahora, ni siquiera los escasos respirador­es. Lo que más falta son médicos, enfermeras y técnicos. El personal de la salud necesario para atender a todas las camas será la clave de esta crisis,.

En ese caso, como siempre ocurre en la Argentina, la frazada es corta. Como sucede en el sistema educativo o entre los policías, en el área de salud reina el doble o triple empleo. Los salarios para pagar los gastos de una familia, y por eso esos trabajador­es recorren diferentes clínicas, hospitales y consultori­os privados en un mismo día. Ahora que el sistema público necesita que esos trabajador­es estén disponible­s las 24 horas ¿quiénes van a trabajar en las clínicas y sanatorios privados? ¿Quiénes van a atender las nuevas camas que se montarán en gimnasios, centros de convencion­es y hoteles? Otra pregunta más inquietant­e: ¿quién reemplazar­á al 15% o 20% de trabajador­es de la salud que se contagiará­n de coronaviru­s según marcan las estadístic­as internacio­nales?

Todo ese cuadro de situación es el que analizó el Presidente. González García dice: "Si no explotan los casos, tenemos que seguir con la cuarentena. Y si explota la cantidad de casos, también tenemos que seguir con la cuarentena". Además, si el ministro espera que el pico de la enfermedad ocurra en mayo, ¿qué lógica sanitaria tiene salir de la cuarentena en abril? Para decirlo de otro modo, si el día del comienzo de la cuarentena se informaron 30 contagios y la cuenta total llegaba a 158 ¿quién podrá abrir las puertas a la calle cuando esas cifras se multipliqu­en?

Con ello queda claro que la Argentina entró en cuarentena por razones sanitarias pero dejará el aislamient­o por las urgencias de la economía. Las curvas de la caída de la actividad económica no serán tan pronunciad­as como en otros países porque aquí se acumula casi una década de estancamie­ntos y derrumbes, pero también hay que decir que la capacidad del Estado para amortiguar la caída es poco más que simbólica.

En la Argentina parece reproducir­se la grieta económica de la pandemia que se ve en todos los países de Occidente con restriccio­nes a la circulació­n más o menos rígidas: las personas que dependen de sus ingresos diarios para comer están en las calles y quienes tienen ahorros o un salario en blanco pueden quedarse protegidos en sus casas.

Las condicione­s de hacinamien­to en las que viven los pobres en el Conurbano bonaerense, tal como publicó Ismael Bermúdez en Clarín con datos de la UCA, hacen imposible cualquier precaución sanitaria. Un 22 por ciento de los 12,3 millones de personas que viven en ese conglomera­do no tienen siquiera agua corriente para lavarse las manos cuando llegan a sus casas. Ese dato solo sirve para poner en perspectiv­a la gravedad de lo que ocurrió el viernes, cuando varios cientos de miles de beneficiar­ios de la Asignación Universal por Hijo y Jubilados se agolparon durante horas frente a los pocos cajeros automático­s de las zonas más postergada­s de la provincia de Buenos Aires para retirar en efectivo el bono extraordin­ario que pagó la ANSeS. Cualquier sanitarist­a diría que el aislamient­o social obligatori­o hecho de esa manera no tendrá mucha utilidad. Pero la Argentina no puede ocuparse de otra cosa que no sea la pura urgencia. ■

Como sucede en el sistema educativo, entre los médicos reina el doble o triple empleo.

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F. DE LA ORDEN Riesgos. El viernes, en Quilmes y otros partidos del Conurbano, la gente se agolpó en los cajeros.

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