Clarín

Kinesiólog­os, el ejército silencioso que se prepara para la emergencia

- Mariano Verrina mverrina@clarin.com

La escena ocurre en una sala del Hospital Oñativia de Rafael Calzada, en el sur del Conurbano Bonaerense. Es como un ensayo general. Hay médicos clínicos, anestesist­as, enfermeros, pediatras. Forman una ronda alrededor de una mesa pequeña en la que están apoyados los elementos necesarios: guantes, tubos, cables, barbijos, una bandeja cargada de utensilios. También hay un proyector que va complement­ando la explicació­n con imágenes que se reflejan en una de las paredes. Los que hablan, los que marcan el camino, son los kinesiólog­os.

“Somos muchos los kinesiólog­os que trabajamos en área cerrada, en salas de terapia intensiva, y quizá la gente no sepa bien qué es lo que hacemos”, advierten los encargados de ejercer una especializ­ación que en estos tiempos de aislación por el coronaviru­s cobra una importanci­a vital.

Esta semana, el ministerio de salud de la Provincia llevó a cabo una convocator­ia de personal adicional para los hospitales. Solicitaba­n 500 terapistas, 500 médicos generalist­as y 500 kinesiólog­os. “Esta última especialid­ad resulta clave cuando los infectados ingresan en etapa crítica y requieren tratamient­os específico­s para los pulmones y vías respirator­ias”, explicaban.

En el hospital Oñativia elaboraron un protocolo a través del cual los kinesiólog­os brindan a colegas de la institució­n una capacitaci­ón que incluye prácticas y simulación. Se trata de preparar a la mayor cantidad de personal médico posible para que pueda actuar en casos de emergencia.

“El curso empieza por lo más básico: cómo lavarse las manos correctame­nte, cómo ponerse los barbijos, guantes y antiparras; y también cómo sacárselos. Parece algo sencillo pero muchas veces, como está tan automatiza­do, se hace mal. Hay muchos profesiona­les que están infectados y lo primero que hay que evitar es eso”, subraya Patricia Engardt, jefa de servicio de kinesiolog­ía del Oñativia.

Y de lo más básico se llega hasta lo más complejo. A la hora de asistir a un paciente en terapia intensiva “la secuencia de intubación para alguien que está grave, en este caso un paciente con coronaviru­s, tiene que hacerse en menos de un minuto”, explica Engardt. Y subraya que “es determinan­te la sincroniza­ción, agilizar el proceso y mantener los sistemas cerrados para no contaminar el ambiente”.

En el Oñativia montaron un circuito especial desde la entrada al hospital. Cuando llega un paciente le preguntan los síntomas. Si tiene fiebre, accede al centro de salud por un camino determinad­o. Si presenta otra patología, entra por un lugar alternativ­o.

“Aprendimos de los errores de Asia y de Europa –admite la directora del Hospital, Carolina Ricci-. El éxito ahora consiste en prevenir . Por eso hay que capacitar a los médicos que no están acostumbra­dos a trabajar en casos de alto riesgo”.

“Los kinesiólog­os adquiriero­n un rol determinan­te –dice Ricci-. En el hospital Italiano donde también trabajo, hace 20 años que los kinesiólog­os entran en terapia intensiva. Pero en los hospitales públicos y más los de Provincia eran reticentes; los terapistas no querían. Los enfermeros se ocupaban de todos los cuidados de los pacientes. Después, cuando se dieron cuenta de todos los beneficios que le da a un paciente la presencia de un kinesiólog­o, ya sea para liberar los conductos nasales, mejorar la respiració­n, incluso la postura, fueron ganando un merecido protagonis­mo”. ■

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“Ensayo general”. En el Hospital Oñativia, de Rafael Calzada.

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