Clarín

Un policial atacado por los lugares comunes

La serie islandesa que emite Netflix está bien actuada, con un marco geográfico atrapante, pero decae al hundirse con demasiada frecuencia en lo previsible.

- Diego Jemio Especial para Clarín

Crítica Los asesinatos de Valhala

Género: Policial Creador: Thordur Palsson Disponible: Netflix Duración: ocho episodios de 45 minutos.

“El frío complica las cosas...”, dice una detective, frente a un cadáver, cuando alguien le pide precisione­s sobre el momento en el que se produjo el asesinato. Afuera, como siempre, las calles de Islandia están heladas. El país, con una población de apenas 360 mil habitantes, está aterrado. Casi nadie sale. La culpa de tanta quietud no la tiene ninguna pandemia, sino un asesino en serie que ya lleva dos muertes en 24 horas.

Ése es el escenario de Los asesinatos de Valhala, la serie islandesa de Netflix, creada por Thordur Palsson y basada en hechos reales. Katrín Gunnarsdót­tir (Nína Dögg Filippusdó­ttir) es una detective ambiciosa, pero ninguneada por su jefe; le acaban de negar un ascenso para dárselo a una persona recién llegada y con menos experienci­a.

Para resolver los crímenes -o quizás para que Katrín no investigue tan sola-, la Policía local manda a llamar a Arnar (Björn Thors), que vive en Oslo. Todos los asesinatos tienen alguna relación con un asilo de niños en las afueras de la capital, Reikiavik. Un lugar que ahora está cerrado, pero donde ocurrieron hechos atroces hace 30 años.

A partir de la primera muerte, la serie comienza a dibujar todos los palotes de un policial clásico, con las técnicas imprescind­ibles del género.

Para explicar la lógica de la serie, bien vale recordar El cuento policial, una conferenci­a de Jorge Luis Borges en la que el escritor habla de la “inteligenc­ia analítica” propia del género. “Aquí tenemos otra tradición del cuento policial: el hecho de un misterio descubiert­o por obra de la inteligenc­ia, por una operación intelectua­l”, escribió el autor de El libro de arena.

Claro que Borges se refería a Edgar Allan Poe y a otros pioneros en el género. Así como el tipo de lector cambió desde Los crímenes de la calle Morgue -el primer relato de detectives de Poe publicado en 1841-, sucedió lo mismo con los espectador­es de películas y series.

Los asesinatos de Valhala es un policial bien contado y actuado, pero quizás demasiado atado a esas reglas que mencionaba Borges. Los personajes son oscuros, abominable­s y corruptos en contraposi­ción con otros buenos y eficaces. En los episodios -son ocho de 45 minutos cada episodio-, aparecen escenas que uno vio mil veces en series y películas: un experto en informátic­a, el viejo y querido archivo policial, las fichas de los delincuent­es, las entrevista­s a los sospechoso­s y los detectives célibes, como la gran clave formal del relato.

Desde aquellos cuentos de Poe hasta la excelente serie Mindhunter, los policiales fueron creciendo en complejida­d y en el sutil arte de romper las reglas de su género. Y, por supuesto, los espectador­es -avezados o simples buscadores de novedades- son cada vez más exigentes. Esta serie nunca se desvía de su sendero y avanza con paso cansino en su trama principal y en algunas subtramas, que apenas enriquecen esta historia de densa atmósfera y preciosos paisajes nórdicos.

La inteligenc­ia analítica quizás sirva para resolver los casos truculento­s de Valhala y salvar a los justos. Pero no es suficiente para hacer una serie entretenid­a. ■

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Frío, frío. El clima -un manto de nieve cegador que se extiende hasta el horizonte- es una presencia constante en esta trama policial.

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