Audios larguísimos y besos por celular
Una de las medidas públicas para frenar la expansión de coronavirus es que las parejas que vayan a contraer matrimonio deben hacerlo sólo con la presencia de los testigos. Chau a la torta de tres pisos, los souvenirs, los arreglos florales. No importa que la fiesta haya sido convocada en un garage: la organización preboda, que habrá llevado meses, perdió todo sentido. Escribo esto el viernes 20 de marzo, cuando la cuarentena rige para todos y todas. Salvo para algunos, como los periodistas, que ahora informan desde la entrada de un telo. En TV, el zócalo dice: “Operativo en un hotel alojamiento: siete parejas detenidas”. No debe haber en la historia de la Argentina una restricción tan igualitaria ni tan antipática. Es tan simple como difícil: distancia con el otro, impedimento de contacto físico. Un amigo anunció en WhatsApp que su cuarentena arrancaba con una convivencia “a modo de prueba”. Metió ropa en un bolso, pidió un
Uber y salió para lo de la novia. La suya es una relación reciente y va muy bien. Hubo opiniones encontradas en el grupo que compartimos. Yo lo alenté, admiro esa fiebre. Llegó a “su casa” antes de que dieran las 12. Los imagino compartiendo el espacio y el mate, compu con compu, y les deseo días inolvidables. El amor de esta era ya tiene demasiadas reglas. Los que pasaremos estos días yendo de la cama al living no tenemos nada para decir. Estamos ocupados desinfectando el celular, una y otra vez, para mandar audios larguísimos que dicen poco y un aluvión de besos estériles. ■