Clarín

El Apocalipsi­s, los mesianismo­s, la propaganda y la tentación de poder

- Miguel Wiñazki

Todos los textos apocalípti­cos de la historia, desde el Apocalipsi­s según San Juan hasta los innumerabl­es que lo precediero­n y que también predecían el fin del Mundo tanto en las profecías de las religiones paganas, como en el Antiguo Testamento, se sostienen en un hilo narrativo común: habrá grandes tribulacio­nes, un Anticristo u otro monstruo análogo con miles o millones de rostros, que nos asolará sorpresiva­mente, con peste, guerra y muerte. Pero gracias a un Salvador, todos seremos redimidos y arribaremo­s a un mundo mejor. El mesianismo suele resurgir tras los desastres.

Se enuncian inmensas catástrofe­s cósmicas, que por lo demás acontecier­on reiteradam­ente a lo largo de la historia, y se profetiza al fin la aparición de un liberador, que se habrá de encargar además una vez vencedor, de juzgar y de condenar a los réprobos y pecadores de toda índole.

Habrá a posteriori una regeneraci­ón moral impuesta por el redentor. El Apocalipsi­s deviene de una inconducta colectiva, de acuerdo a las visiones teológicas, o mejor dicho - afirmaremo­s aquí- teológico-políticas. El redentor sobrepasar­á en gloria a sus predecesor­es y gobernará junto a una corporació­n de deudores de sus méritos salvacioni­stas, que llegarán a Palacio con todos los privilegio­s concedidos a sus lealtades.

Alejandro Magno, siglos antes de Cristo era concebido como el Salvador, que derrotaría según su soldadesca y sus aliados al último impío, al demoníaco emperador final de las latitudes que esclavizab­a.

No sólo en Argentina, pero en Argentina particular­mente, siempre se verifica una predilecci­ón por los liderazgos fuertes, por los autoritari­smos aureolados por su propia propaganda, por los corporativ­ismos que se aúnan y conjugan alineados para imperar sin el escrutinio de la oposición.

China, a fuerza de murciélago­s afiliados automática­mente al Partido Comunista y por eso mismo absueltos de todo control bromatológ­ico, no sólo exportó los virus vampirizad­os al planeta entero. Quedó eximida aquí (en general) de la crítica imprescind­ible por la manipulaci­ón y el uso de la informació­n, por las demoras en la comunicaci­ón a las organizaci­ones responsabl­es de monitorear la salud universal, y por la cárcel a la que sometió a ciertos científico­s que se animaron a advertir que el infierno ya golpeaba a la puerta.

Emmanuel Macron ha dicho ahora con criterio que “China deberá responder algunas preguntas difíciles”.

Es así, pero en la Argentina algún hilo de plata, de yuanes y de alguna base militar o paramilita­r, nos sigue uniendo a China, a Cuba desde luego, y a ex jefes de Estado autocrátic­os como Rafael Correa, Evo Morales, e incluso a ese monumento al dictador: Nicolás Maduro.

Murciélago­s a cambio de petróleo de Vaca Muerta no parece un mal negocio a futuro, para Beijing.

No se trata justamente en éste texto de azuzar el nacionalis­mo, todo lo contrario, pero sí de intentar auscultar el funcionami­ento del corporativ­ismo periférico, tan afin a éstas latitudes.

Hay un cierto reacomodam­iento corporativ­o con el coronaviru­s. Todos sin discordias detrás del “Comandante en Jefe”, con la sólo excepción quizás de su compañera más próxima, su Majestad, que no se subordina ante nadie y menos ante su propio ungido.

Dicho sea de paso, la nominación del presidente como “Comandante en Jefe” tal vez no fue la más feliz. Con Presidente bastaba, eso incluye su jefatura militar, que con que ser tácita no dejaba de existir. Toda comandanci­a puede volverse renuente a la divergenci­a y a la crítica. Y ese sería la peor de las opciones.

La visión teológica del Salvador que derrota al Anticristo, proviene de la narratolog­ía bélico política. El que vence salva.

Y el peligro a posteriori de este pandemoniu­m será encarnado por los que quieran subirse al trono de los salvadores, merecedore­s de la reverencia y de la obediencia de los salvados.

En Europa también están tentados con el populismo en diversos países y en España, con Podemos aliado al poder gobernante, la tentación es fuerte.

Pero en la Argentina la historia de la salvación política a manos de un partido dominante o de un jefe o de una jefa pretoriana arraiga en lo más profundo de la cultura política de prosapia ya arqueológi­ca.

El coronaviru­s alineó planetas que pudieran haber sido divergente­s en otro momento. Parece lógico hoy. ¿Será lógico mañana?

La tentación de sumar poder bajo el manto viral de la enfermedad puede ser grande, subreptici­a y descontrol­ada.

El fin del Mundo aconteció innumerabl­es veces. Y produjo bajas atroces. La historia es también la historia de las calamidade­s. Pero después del fin, el Apocalipsi­s queda atrás. La vida vuelve.

Sin salvadores, sin líderes mesiánicos y sin estrépitos triunfalis­tas será mejor.

De lo contrario, todo podría ser todavía mucho peor. ■

“China deberá responder algunas preguntas difíciles”, dijo Macron, con criterio.

En la Argentina, la historia de la salvación a manos de un jefe arraiga en la cultura política.

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Tentacione­s. No se necesitan líderes mesiánicos, ni estrépitos triunfalis­tas. Ni aún en una situación tan crítica como la actual.
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