Clarín

“Cuando pase la pandemia, los comercios tendrán menos clientes y viajar será mucho más costoso”

Santiago Niño Becerra. Economista catalán

- Marina Artusa Madrid. Correspons­al

“El gran problema que tiene esta enfermedad es que lo que es bueno a nivel sanitario es fatal para la economía -dice a Clarín el economista catalán Santiago Niño-Becerra-. No hay manual para afrontar esto. Al margen del miedo que está generando, es muy posible que el virus altere las costumbres, cambie hábitos y que esto tenga consecuenc­ias económicas.”

En pleno revuelo por el modo dispar en el que algunas comunidade­s autónomas recuentan sus contagiado­s y sus muertos por coronaviru­s, España declaró ayer más de 188.000 casos de personas infectadas por Covid-19 que han podido ser diagnostic­adas y casi 19.500 que, luego de haber sido testeadas, no lograron superar la enfermedad y murieron.

La pandemia y el futuro escenario económico que nos dejará como secuela a su paso por nuestras vidas no escapan al análisis filoso de Niño-Becerra, que además es catedrátic­o de Estructura Económica en la Universita­t Ramon Llull de Barcelona y cuyo último libro, El Crash. Tercera Fase, plantea una realidad que la epidemia global del Covid-19 está acelerando.

-¿La irrupción de este virus acelera un proceso de fractura que se iba a producir de todos modos?

-Seguimos en la tercera fase de la crisis que es cuando el nuevo modelo tenía que implementa­rse abiertamen­te. Ese nuevo modelo implicaba el declive del papel del Estado, la prepondera­ncia total de las grandes corporacio­nes, la implementa­ción del dinero electrónic­o, el uso de tecnología e inteligenc­ia artificial a mansalva, la prepondera­ncia del capital, el declive de la importanci­a del factor trabajo, la demanda de trabajo según necesidad. Todo esto, que iba a llegar igual, el virus lo ha acelerado.

-¿De qué manera?

-Al pararse la economía, por ejemplo, la tecnología se ha hecho mucho más importante. Se ha potenciado. Y, sin embargo, tecnología­s que antes eran muy importante­s están paradas, como por ejemplo, el automóvil. Es un sector que genera el 10 por ciento del Producto Bruto Interno de España y está totalmente parado. Este virus ha sido un acelerador de los cambios. Se compara esta situación con la quiebra de Lehman Brothers, con el crash que empieza en el 2008, se la ha comparado con la Gran Depresión. Yo creo que estas comparacio­nes son incorrecta­s.

-¿Por qué?

-Porque ni en 2008, ni en 1929 ha pasado lo que ha pasado ahora y es que se ha paralizado la economía. El confinamie­nto, el lockdown ha paralizado fábricas, despachos, el sector de servicios, se han cerrado hoteles. Ni en 2008 ni en 1929 se había realizado un parón de la economía. El parón significa que se deja de generar Producto Bruto Interno y sólo hay gastos: gasto público porque los gobiernos inyectan dinero público para sostener la actividad y que no se disparen los despidos.

-¿Con qué otro período histórico se podría comparar entonces lo que el mundo está viviendo hoy con el coronaviru­s?

-Si tenemos que compararlo con algo, tenemos que remontarno­s al siglo XVIII y compararlo con las crisis agrarias. Épocas de malas cosechas en las que se moría el ganado, había hambrunas y se paraba absolutame­nte todo. Sólo sobrevivía quien tenía grano almacenado.

-¿Cuál va a ser la reacción de Europa ante esta crisis?

-Se habla de que Europa es un conjunto, es un todo. Se habla de colaboraci­ón europea, se habla de eurobonos, pero eso son palabras. Hemos desarrolla­do una ficción durante la época en la que las cosas fueron bien. Entre los años 2002 y 2007, de cada 100 euros que un banco español daba en crédito, 55 venían de afuera. Pero hoy la realidad no acompaña. Porque no hay una Europa. Hay varias Europas.

-¿Cuáles son?

-Hay una Europa que tiene una homogeneid­ad económica, luego hay otra Europa, que vive un poco a remolque de esa Europa, y luego hay otra Europa, marginal, que lo que hace es nutrir de trabajador­es a las demás.

-¿Usted dice que Europa, en realidad, no existe?

-Durante 1.950 años, en Europa se mataron unos a otros en guerras cruelísima­s y larguísima­s. La historia de Europa, desde fines del imperio romano, es la historia de una guerra de familias. Los Habsburgos, los Borbones. Es verdad que la Iglesia jugó un papel, pero la historia de Europa es una guerra de familias para conseguir mayor dominio en unos territorio­s u otros. A partir de la Segunda Guerra Mundial, alguien dijo: “¿Por qué no colaboramo­s, empezamos a hacer negocios juntos y dejamos de pelearnos?” Se crea la Comunidad Económica Europea. El problema es que los seis primeros países que la forman son ricos -Alemania Occidental, Países Bajos, Luxemburgo, Bélgica y Francia-, excepto Italia, que la metieron porque tenía frontera con Yugoslavia y era un territorio sensible. Se fue creando así un monstruo, formado por 27 países -porque el Reino Unido ya se ha ido-, de los cuales 18 tienen una moneda común, pero no una política fiscal común. Las políticas presupuest­arias también son distintas.

-Dentro o fuera de Europa, en este momento que se empiezan a plantear los escenarios de apertura o de desescalad­a de las medidas de confinamie­nto, ¿cuánto hay que ceder a las presiones de los sectores económicos para tomar estas decisiones?

-Nuestra economía se basa en la movilidad, en el movimiento, en el tránsito. El gran problema que tiene esta enfermedad, como ya le comenté, es que lo que es bueno a nivel sanitario es fatal para la economía. Pienso que hay presiones, pero creo que esas presiones van a disminuir a medida que los contagios vuelvan a aumentar. Parece ser que en mayo puede haber un repunte de la enfermedad y en octubre, una segunda ola. Hasta que no haya una vacuna, si este repunte de la enfermedad genera más contagios, se volverá a frenar otra vez la apertura. Mi opinión es que tendrían que dedicarse todos los recursos posibles a investigar una vacuna porque es la única forma de frenar la enfermedad. Tenga en cuenta otro aspecto: en la mentalidad de la población, este tiempo de confinamie­nto está generando posturas que van tender a que mucha gente permanezca más en casa en vez de viajar. Y eso tendrá consecuenc­ias económicas.

-¿Por ejemplo?

-En vez de ir al bar a tomarse la cerveza una vez al día, se irá una vez a la semana y el resto de los días se tomará la cerveza en casa. Y si además las medidas de distanciam­iento de un metro y medio se mantienen, será peor. Es decir, es posible que el virus se vaya y, sin embargo, que a esa normalidad anterior no se vuelva nunca más.

-¿Cuál podría ser una nueva normalidad?

-Que se pase a una normalidad en la que se salga menos, se viaje menos, se consuman otras cosas, la comunicaci­ón sea de otra manera, se reduzcan los desplazami­entos. Este virus va a tener efectos económicos importante­s.

-¿Cómo impactaría esa nueva normalidad en la economía?

-El tema de la distancia de un metro y medio se va a mantener durante meses. Para muchos restaurant­es va a significar menos mesas, tener que prescindir del 65 por ciento de las sillas. Habrá restaurant­es que lo podrán soportar y habrá otros que tendrán que cerrar. Si a una línea aérea le dicen lo mismo, un avión tendrá que prescindir del 65 por ciento de sus asientos. El precio del pasaje se disparará. Y usted, en vez de ir cada mes a Argentina, por ejemplo, irá cada dos meses.

-La Argentina ordenó el confinamie­nto total con pocos casos de contagios y sw muertos y el presidente Alberto Fernández dijo que prefería tener un 10 por ciento más de pobres que 100.000 muertos en el país. ¿Qué opina?

-La pregunta sería si Argentina, a nivel social, puede permitirse un 10 por ciento más de pobres. Un 10 por ciento más de pobres en un país como Suecia sería un problema pero, temporalme­nte, ese país podría permitírse­los. Habría que ver si, tal cómo están las cosas hoy en día en Argentina, el Estado argentino puede permitirse un mayor gasto social o si, en todo caso, no habría algún tipo de disturbio social. ■

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Contundent­e. Para el economista catalán Santiago Niño-Becerra, la crisis del 2008 aún no ha concluído.

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