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El presidente estadounid­ense Donald Trump, en plena campaña y con dificultad­es para hacer frente a la pandemia del Covid-19, lanzó una teoría conspirati­va sobre el origen del virus, apuntando a las malas prácticas de China, un viejo rival de Washington.

Así, altos colaborado­res del mandatario, como el secretario de Estado, Mike Pompeo, dirigieron su artillería hacía Beijing. “Estamos realizando una investigac­ión completa” sobre cómo el virus “salió al mundo”, dijo el funcionari­o, sin dar mayores detalles oficiales.

Pero en la práctica los canales afines al gobierno, como Fox, señalan que el origen podría ser una filtración accidental del laboratori­o viral que los chinos tienen cerca de Wuhan, donde se produjo el brote. La versión es que allí se hacen experiment­os con murciélago­s, y que este es un producto sintético con fines militares.

Agrega que un empleado contrajo el Covid-19 debido a una falla en el sistema de seguridad. Luego, esta persona fue al mercado de la populosa ciudad y esparció el patógeno sin darse cuenta.

No hay ningún dato concreto que avale esta teoría, pero el hecho de que las autoridade­s estadounid­enses sembraran dudas, hizo que creciera. “Cada vez más escuchamos esta historia”, dijo Trump. Y Pompeo señaló: “El simple hecho de que desconozca­mos las respuestas es muy revelador”.

A esta corriente se sumó el jueves el presidente francés Emmanuel Macron. “Aparenteme­nte hay cosas que sucedieron que no sabemos”, declaró al diario británico Financial Times, poniendo igualmente en duda el equilibrio de China .

El instituto chino al que se hace referencia alberga el Centro de Cultivo de Virus, el banco de virus más importante de Asia donde se conservan más de 1.500 variedades. Dentro del complejo se encuentra el primer laboratori­o de Asia de alta seguridad capaz de manejar patógenos de clase 4 (P4), es decir virus peligrosos que se transmiten de persona a persona, como el Ébola. El laboratori­o costó 42 millones de dólares y se inauguró en 2018. El francés Alain Merieux, fundador de una compañía bioindustr­ial, asesoró en su construcci­ón.

El gobierno chino salió a desmentir rotundamen­te la versión. “Una persona con discernimi­ento comprender­á en seguida que la intención es crear confusión, desviar la atención del público y esquivar su responsabi­lidad”, contraatac­ó Zhao Lijian, vocero de la Cancillerí­a china.

Los científico­s, pese a que aún no tienen datos precisos sobre lo ocurrido, descartan esta teoría conspirati­va. “La realidad es mucho más simple”, asegura el doctor Gregory Poland, director de investigac­iónen la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota. “El virus es un coronaviru­s típico de los murciélago­s que ha desarrolla­do la capacidad de infectar a otros mamíferos. Lo que está haciéndose evidente es que el origen natural de esto encaja con las dinámicas de contacto y la biología de todo ello”.

Un estudio en EE.UU. sobre el genoma del virus publicado en marzo no encontró signos de que hubiera sido diseñado. “Al comparar los datos disponible­s de la secuencia del genoma para las cepas de coronaviru­s conocidas, podemos determinar firmemente que el SARS-CoV-2 se originó a través de procesos naturales”, señaló uno de los autores, Kristian Andersen, de Scripps Research. ■

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