Clarín

Hablar, y escuchar algo más que el propio eco

- Sensacione­s Daniel Ulanovsky Sack dulanovsky@clarin.com

No todas las vidas son iguales. Algunos sienten el divorcio como una liberación; otros como el quiebre de un proyecto que no pudo ser; también como una nueva etapa en la que –ante todo– privilegia­n la autonomía. Todos ellos, sin embargo, tienen algo en común: si el aislamient­o social los sorprendió sin compañía sus sueños o tristezas quedan encerrados. Una cosa es ser libres con las puertas abiertas; otra cercados por el miedo y la prohibició­n a la calle.

Hay dos sensacione­s –cuentan– que atraviesan a los separados en estos días, más allá del tema de los hijos, si son menores, y cómo se “reparten” en la cuarentena. Una está asociada a los temores: muchos, antes, tomaban la decisión de a dos, para mal o para bien. Aunque fuera en la discordia había una responsabi­lidad compartida. Ya no, ahora toca hacerlo solo y si bien eso no debiera ser un problema, suele asustar en medio de la peste. Es una época de inestabili­dades.

El otro temor es afectivo. La gente que permanece sin nadie entre cuatro paredes siente una necesidad de cercanía y de contacto aún más fuerte que quienes están en familia. En esta época se hace difícil lo físico, lo tradiciona­l pero los espacios virtuales crean lazos fuertes. No abrazan –ni besan, ni reemplazan a las apps de citas– pero permiten compartir. Y eso nos hace sentir más humanos, a menudo.

Reconozco, lo he contado ya, creo, que soy poco amigo de los grupos de whatsapp que no tienen una finalidad muy concreta. Pero admito que la cuarentena me ha puesto en otra frecuencia: los leo más a menudo, hasta participio de tanto en tanto. Y no estoy solo pero a veces necesito un ping pong con el afuera, saber que el mundo no se termina en casa.

Para quienes les tocó estar en soledad estos días, intuyo, el grupo es más que eso, se traduce en un apoyo, una voz. ¿Te cansa en un momento? Te das de baja o lo silenciás. Mientras tanto, hay alguien del otro lado, no hablás con tu eco. De a poco se disipa esa cerrazón, la angustia por no compartir. Uno necesita a los otros. Quizá suene a poco pero a las tres de la mañana, insomne y sin nadie cerca, parece -es– mucho.

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