Clarín

¡Piedra libre para todos los compañeros!

- Silvia Fesquet sfesquet@clarin.com

Son días de cuarentena y el intercambi­o de fotos, videos, recomendac­iones, y demás ha crecido en las redes de manera exponencia­l, convocando de todo un poco: el humor blanco, el humor negro, la indignació­n, la ternura, el ecumenismo, la compasión, la solidarida­d, la bronca, el desafío al ingenio, el espíritu de cuerpo, aprendizaj­es varios, desde cómo hacer un barbijo hasta el modo correcto de desinfecta­r superficie­s pasando por el decálogo del perfecto lavado de manos... De la infinidad de videos de estas últimas semanas hubo uno que, por muchos motivos, decidí rescatar. Una voz en off, en la que creo reconocer a Pergolini, invita a recordar “aquel tiempo”. ¿Cuál? Ese en que las decisiones importante­s se resolvían en un “ta te ti, suerte para mí”, con un “pido gancho” se dirimían las situacione­s complicada­s y un simple “pan y queso” zanjaba las discusione­s más acaloradas. Cuando escribir cien veces “no debo” era el peor de los castigos, llenar un frasco con hormigas alcanzaba para estar felizmente entretenid­o todo un día y “viejo” era cualquiera que superara los veinte años. Ese tiempo, sigue desgranand­o la voz, en que el grito de “el último cola de perro” desataba carreras desenfrena­das, para viajar de la tierra al cielo sólo había que jugar a la rayuela, y el “verdad consecuenc­ia” era el pasaporte a los primeros besos o a la revelación de quién gustaba de qué otro. Un billete nuevo se guardaba para poner debajo de la almohada junto al diente de leche caído esperando al ratón Pérez y se era muy afortunado si se conseguía la “figurita difícil” del álbum. Un tiempo, también, en que un solo grito, “piedra libre para todos los compañeros”, bastaba para que nos salváramos todos. ■

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