Clarín

Quedarse en casa, para algunas mujeres puede ser una trampa

- Mariana Iglesias miglesias@clarin.com

Desde que existe la posibilida­d de trabajar a distancia, en modo remoto, virtual, muchas personas armaron sus escritorio­s en sus propios hogares. Algunas por elección. Otras porque no les quedó otra opción. Algunos ven beneficios en esta modalidad, como no perder tiempo y dinero en traslados. También sus desventaja­s, como la precarizac­ión laboral. Pero para las mujeres, además, puede ser una trampa.

En esta cuarentena están quedando al descubiert­o muchos factores que ya se venían marcando en estudios de género: el encierro y el teletrabaj­o no repercute de la misma manera entre hombres y mujeres, que se ven sobrecarga­das y angustiada­s.

El proyecto TIARA, por ejemplo, encuestó a más de 30 mil personas entre el 30 de marzo y el 12 de abril. Uno de los resultados dice que las mujeres experiment­an malestar psicológic­o severo casi tres veces más: todo las preocupa en mayor escala, además de haber asumido casi la totalidad de las tareas domésticas y de cuidado. Muchas sufren violencia: el femicidio es el único delito que no bajó en la cuarentena.

Pero hablemos más allá de la pandemia. Salir a trabajar no solo da independen­cia económica, también tiene un enorme componente social y cultural. Vestirse, viajar, compartir ideas, discusione­s. Transitar espacios públicos enriquece, invita a reflexiona­r, a hablar, a opinar. Los regímenes autoritari­os no permiten que las mujeres salgan a las calles.

Una estrategia del varón violento es aislar a su víctima. Primero de los compañeros de trabajo, luego de los amigos, más tarde de los familiares. Cuando se desata la violencia, ya no se puede compartir con nadie.

Muchas mujeres pensaban que eran las únicas que sufrían violencia en sus hogares hasta que compartier­on sus experienci­as con compañeras. Hablar y escuchar son claves para no sentir que se está sola.

Sofia Scasserra -economista, investigad­ora y docente de la Universida­d Nacional de Tres de Febrero- escribió el libro “Cuando el jefe se tomó el buque. El algoritmo toma el control” , en el que analiza cómo los algoritmos ocupan el rol de jefes en los nuevos empleos de plataforma­s, cómo los algoritmos replican la discrimina­ción de género de los humanos y aborda lo que significa el teletrabaj­o para las mujeres.

Una suerte de “trampa” que nos vuelve a dejar en pijama o jogging a cargo de las tareas del hogar, que perjudican la concentrac­ión y desvirtúan el trabajo. La autora también lo relaciona con la violencia doméstica, con el hecho de no interactua­r con compañeras. Lo que significa compartir un mate o un café en la oficina y contar algo que nos pasa en casa.

Hace años que los movimiento­s feministas repiten que “lo personal es político”, y que la violencia, aunque doméstica, es un tema de toda la sociedad. Hace años que las mujeres salen a las calles a manifestar­se, a levantar la voz. Que trabajar en casa no se convierta en una trampa. ■

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