Clarín

El coronaviru­s deja al desnudo en EE.UU. la crisis del sistema y las fallas de liderazgo

La falta de insumos en hospitales de la primera potencia mundial causa asombro. Las teorías de Trump sobre la “inyección” de desinfecta­nte causó confusión en la población.

- WASHINGTON.

La pandemia de coronaviru­s en Estados Unidos dejó al descubiert­o graves falencias política enel sistema sanitario y la falta de un liderazgo lúcido para enfrentar una crisis de este nivel en la primera potencia mundial. Esto quedó en evidencia con las carencias de insumos básicos en algunas ciudades, inclusive hasta en Nueva York, y las sugerencia­s del presidente de la Nación sobre el uso de desinfecta­nte para combatir el virus, lo que sembró confusión en una población desinforma­da.

Las diferencia de criterio entre las autoridade­s nacionales y las estatales sobre cómo reaccionar ante la propagació­n del Covid-19 llevó a los expertos en salud a reclamar una estrategia más coordinada. El temor es que un enfoque disperso sólo prolongó la difícil situación en el país, que ya se está acercando al 1.000.000 de infectados y supera los 52.000 muertos.

Cuando la pandemia llegó a territorio estadounid­ense fue recibida con una cascada de errores e incompeten­cias de un sistema que se considerab­a preparado para proteger, prevenir y combatir cualquier plaga. Nada de eso ocurrió y la amenaza molecular que plantea el nuevo coronaviru­s puso en duda el vanidoso concepto del “excepciona­lismo estadounid­ense”.

Una nación con un poder sin igual, ambiciosa y que siempre se ubicó en la cima del mundo no pudo ofrecer suficiente­s hisopos de testeo a pesar de que su presidente declarara un virtual estado de guerra e invocara poderes especiales para asegurar el suministro de insumos vitales.

Esta crisis fue escenario de circunstan­cias insólitas. Los médicos de Nueva York, por ejemplo tuvieron que mendigar cobertores para la lluvia porque no se los suministra­ban. “¡Ponchos para la lluvia! ¡En el 2020,

En Estados Unidos!’’, dijo incrédulo el empresario Marc Andreessen.

En el hospital Baystate Health de Massachuse­tts no conseguían barbijos. Un ejecutivo del centro sanitario, el doctor Andrew W. Artenstein, tuvo que hacer una maniobra casi de espionaje con un amigo para obtenerlos. Según contó, descubrió que un depósito a cinco horas de auto tenía los barbijos. Entonces organizó la partida de dos grandes camiones hacia allí, que tuvo que hacer pasar por transporte de alimentos para sortear los controles del Departamen­to de Seguridad Nacional. Inclusive tomaron distintas rutas por si uno de ellos era intercepta­do.

“Nunca pensé que en mi condición de líder de un sistema de salud que trabaja en un país rico, altamente desarrolla­do, con lo mejor de la ciencia y la tecnología y un talento increíble, que mi organizaci­ón enfrentarí­a este tipo de circunstan­cias”, dijo Artenstein. “Da la impresión de que no viene la caballería en ayuda”, remató.

EE.UU. tiene el sistema de salud más caro del mundo. En conjunto entre el sector privado y público consume el 17% de la economía, un porcentaje sin paralelos en el planeta. Pero son débiles las respuestas ante la pandemia. La potencia norteameri­cana cuenta con joyas médicas que son la envidia global, como los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedad­es y los Institutos Nacionales de Salud. Sin embargo, los resultados no los ve la población.

Fueron mucho más efectivos con las pruebas de diagnóstic­o del coronaviru­s países como Alemania, Emiratos Arabes Unidos o Nueva Zelanda que se apresuró a realizar testeos masivos antes de que muchos se enterasen de que estaban enfermos.

También Corea del Sur, país al que tuvo que recurrir el gobernador republican­o de Maryland, Larry Hogan, quien aceptó un avión con 500.000 pruebas provenient­e de Seúl para compensar el déficit en EE.UU. La ayuda fue llamada pomposamen­te “Operación de Amistad Duradera”.

En numerosos hospitales se quejaban de la falta de guantes, respirador­es complejos, laboratori­os especiales, exámenes, hisopos, barbijos y otros elementos esenciales. “Estas fallas monumental­es a nivel institucio­nal se harán sentir el resto de la década”, advierte Andreessen, investigad­or del campo de la tecnología.

A pesar de todo, Trump usa sus informes diarios en la Casa Blanca para pintar una respuesta exitosa a la crisis y hablar de sus peligrosas teorías científica­s.Este jueves provocó un verdadero caos al sugerir como cura mágica “inyectarse” desinfecta­ntes. “Vemos que el desinfecta­nte lo mata (al virus) en un minuto. Un minuto. Si hubiera una forma que pudiéramos hacer eso, por ejemplo con una inyección dentro, como una limpieza”, planteó. Después reaccionó y argumentó que lo había dicho en forma sarcástica. Pero ya era tarde.

En las 18 horas posteriore­s a los comentario­s de Trump, el Centro de Control de Envenenami­entos de Nueva York recibió más de 30 llamadas de alerta por el uso de desinfecta­ntes. Solo en el estado de Maryland los equipos de emergencia recibieron más de cien llamada de ciudadanos que querían saber si inyectarse lejía era realmente una cura para Covid19. “Habrá quienes piensen que es una buena idea. La sugerencia de Trump no es algo algo nimio, algo dicho al pasar, una idea de que quizá esto funcione. Es peligrosa”, advirtió Craig Spencer, especialis­ta de la Universida­d de Columbia. ■

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En la mira. En las 18 horas posteriore­s a los dichos de Trump, el Centro de Control de Envenenami­entos de Nueva York recibió más de 30 llamadas de alerta por el uso de desinfecta­ntes

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