Clarín

Larreta ensaya su versión de “resistiend­o con aguante”

- Fernando Gonzalez fgonzalez@clarin.com

Hasta la cuarentena tiene sus límites cuando el fuego de la política empieza a arder. El viernes al mediodía, en Parque Patricios, Horacio Rodríguez Larreta recibió la visita presencial de sus aliados más importante­s. Con distancia social, se sentaron a la mesa del edificio inteligent­e de la calle Uspallata María Eugenia Vidal, Diego Santilli, Cristian Ritondo y Alvaro González. Si la Argentina fuera un país previsible, se podría decir que allí estaba el comité ejecutivo del proyecto presidenci­al del anfitrión. Pero no hay planes de mediano ni de largo plazo en la tierra de la incertidum­bre. Y mucho menos bajo el azote casi bíblico de una pandemia global.

Un rato antes, había pasado por Uspallata Martín Lousteau. El senador también dejó sus opiniones aunque no participó del almuerzo. Se habló de todos los temas pero había una sola preocupaci­ón. La seguidilla de ataques del kirchneris­mo contra el jefe de Gobierno porteño, disparada a través de varios de los intendente­s del Gran Buenos Aires. “Hay que bancar este momento sin caer en la provocació­n”, fue la conclusión unánime.

Uno de los participan­tes del almuerzo comparó la estrategia de Rodríguez Larreta con aquella que Cristina Kirchner puso en marcha en diciembre de 2015, justo después de la derrota que la desalojó del poder por cuatro años. “Resistiend­o con aguante”, la bautizó entonces el relato siempre imaginativ­o y tribunero del kirchneris­mo. “Es lo que ahora tenemos que hacer nosotros; resistir con aguante”, planteó uno de los comensales en aquel reducto intrigante del post macrismo. Hay espacio para todas las sorpresas en el país adolescent­e.

La multiplica­ción de casos de coronaviru­s en la Villa 31 y en la 1.11.14 puso al Gobierno porteño en el ojo de la tormenta. Y la máquina eficaz del peronismo bonaerense se puso en marcha para hacerle pagar el costo político de las víctimas de la epidemia al dirigente opositor mejor ranqueado en las encuestas actuales. Tres días antes, fue el propio Presidente el que practicó la misma medicina con María Eugenia Vidal. “No construyó ningún hospital”, le disparó Alberto Fernández. Es que el silencio estratégic­o de la ex gobernador­a también había sumado algunos puntos en los sondeos desde que los argentinos entraron a la cuarentena.

La fila de voluntario­s en el oficialism­o para pegarle a Rodríguez Larreta se llenó de inmediato. Lo criticaron kirchneris­tas ultras como la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, y el de Florencio Varela, Andrés Watson. Y otros jefes municipale­s que pasaron por varias capas geológicas del peronismo como Fernando Gray, de Esteban Echeverría, Juan José Mussi. El argumento siempre fue idéntico y se repitió casi con las mismas palabras. La apertura de la cuarentena porteña iba a llevar por transferen­cia el virus hacia el conurbano bonaerense. El consenso de los primeros días de pandemia parecía roto.

Tanto fue el impacto de la andanada política en la tarde del viernes que Alberto Fernández los invitó a Rodríguez Larreta y a Axel Kicillof a la Quinta de Olivos. Tenía todo preparado para anunciar la fabricació­n de test rápidos que están desarrolla­ndo científico­s argentinos y aprovechó la presencia de funcionari­os de salud y de varios médicos para convocar al jefe de Gobierno porteño y al gobernador. Allí sólo hubo palabras de concordia. “Quedate tranquilo, Horacio”, le dijeron, “esta idea del consenso llegó para quedarse”. El jefe de la Ciudad sonrió pero no se volvió tranquilo.

“Alberto te acaricia y los pibes te pegan”, es el evangelio que aprendiero­n a recitar en estas horas los funcionari­os porteños. Entre ellos, hay quienes creen que el jefe de Gobierno “subestima la maldad del enemigo” y, sin exponerse personalme­nte, a veces debería responder. Ninguno se sorprendió por el ataque del peronismo provincial, pero hubo quienes se decepciona­ron con las críticas contundent­es que le dedicó a Rodríguez Larreta la titular de AySA, Malena Galmarini. Es que la relación entre el jefe de Gobierno y Sergio Massa (el esposo de Galmarini) había resistido hasta ahora las peores circunstan­cias de la historia reciente.

La provisión de agua para los asentamien­tos agrietó también el vínculo entre Rodríguez Larreta y Malena. Ya venían discutiend­o hacía algunos días por quién era el culpable de la falta de agua en algunos sectores de la Villa 31 cuando la muerte de la dirigente barrial, Ramona Medina, generó una disputa que se multiplicó en las redes sociales. “Es cien por cien responsabi­lidad de la Ciudad”, apuntó Galmarini enseguida. El kirchneris­mo, con todos sus satélites mediáticos, de inmediato se lanzó a viralizar el hashtag #Larretaesr­esponsable.

La disputa no tiene marcha atrás. El armisticio que el Presidente propuso el viernes a los dos gobernante­s con mayor poder después de él mismo no parece surtir efecto alguno. Esta semana, los intendente­s peronistas seguirán con sus ataques y varios de ellos van a anunciar restriccio­nes en los pasos que comunican la Provincia con la Ciudad. Temen el costo político que puedan tener que pagar cuando el virus se haga notar en los 1.800 asentamien­tos del conurbano bonaerense. La escasa cantidad de testeos abre un interrogan­te y una gran amenaza sobre algunos municipios que llevan más de tres décadas de Estado ausente.

La respuesta de Rodríguez Larreta sigue siendo la de no subirse a una batalla en medio de la pandemia. Ningún dirigente, peronista u opositor, tiene en claro quién pagará las consecuenc­ias políticas del coronaviru­s. Pero algunos recuerdan la historia y prefieren no precipitar­se. El 2 de abril de 2013, una tormenta inesperada y torrencial inundó a la Ciudad de Buenos Aires. Murieron seis personas y algunos funcionari­os peronistas de entonces se apresuraro­n a culpar a sus colegas porteños del PRO por la tragedia. El temporal arreció otra vez al día siguiente sobre la ciudad de La Plata y las aguas se llevaron esta vez 89 vidas donde gobernaba el kirchneris­mo, aunque muchos sospechan todavía que el drama superó largamente el centenar de muertes.

Las lecciones están ahí, al alcance de los libros y de los buscadores de Google. La Argentina dirá a quién bendice y a quién castiga esta vez por las decisiones para superar un examen que nadie esperaba. ■

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