Una obra que se adapta a la pandemia
Valeria Alonso es directora y vive en Madrid. Su idea es reponer una performance de 2000.
Cuarenta espectadores. Cada uno adentro de una cabina metálica con un visor transparente, todos en círculo rodeando un escenario donde suceden distintas situaciones. La obra se llama El huevo y no es fruto de un nuevo recurso teatral debido a la pandemia: sucedió hace 20 años en Buenos Aires. Su creadora, Valeria Alonso, ahora vive en Madrid y el confinamiento le trajo la idea de resurgir aquella creación en un contexto de obligada distancia social.
Actriz, directora teatral y artista multidisciplinaria, Alonso generó aquella obra, entre 2000 y 2002, cuando tenía veinte años, junto a un grupo de diez actores y actrices. Fue un trabajo experimental de seis meses durante los cuales El huevo pasó por el mítico Cemento y por los galpones del Ferrocarril Mitre, gracias a que el empresario Omar Chabán y el escultor Carlos Regazzoni se interesaron por el material.
La pandemia del coronavirus afectó al teatro en todo en el mundo, de una manera brutal, y por eso, artistas y productores están buscando alternativas para continuar en pie. “El teatro online no es teatro, tiene que ver más con las ganas que con otra cosa”, dice Valeria en una charla telefónica desde Madrid. “En realidad, el teatro puede existir en cualquier lado, se puede hacer en una casa, por ejemplo”. Con su propia compañía La Cabra está acostumbrada a experimentar, a mezclar teatro, danza y video. “A generar tipo laboratorio”, asegura. Incluso, la enorme armadura de hierro que sostenía las cabinas también fue realizada por la actriz. “Fue todo autogestión. La estructura la diseñé y realicé con mi padre Gerardo Alonso, que era ingeniero, y falleció hace 7 años”.
Con todos aquellos que formaron parte de El huevo Alonso siguió en contacto. “Iride Mockert, Mariela Asensio, Debora Zanolli, Martin Buzzo, y el fallecido Alejandro Alvarez, al que llamábamos ‘el viejo’ con mucho cariño”, cuenta.
Con la reciente muerte de Regazzoni, los ex compañeros volvieron a comunicarse y la idea de reflotar aquella experiencia volvió a aparecer. “Ahora todo esto tiene un valor más allá del hecho de armar cabinas individuales para los espectadores. El contexto es completamente distinto y la obra no sería exactamente igual”.
En la obra, por ejemplo, se arrojaban hacia las cabinas 200 huevos por función. “Por una cuestión ecológica eso es impensable hoy en día. Y la escena del nacimiento de un personaje, ‘el viejo’, hoy sin duda sería una mujer. Estoy reversionando algunas cosas, pero siendo leal a la esencia que tiene mucha actualidad”, cuenta, y dice que está contactando festivales y espacios en distintas ciudades del mundo interesados en reponer la obra 20 años después. “Si fuera en Buenos Aires sería ideal”, dice.
El huevo no es el único proyecto que tiene entre manos Alonso. “Me incentivan los desafíos y éste, para quienes tenemos la posibilidad de contar con nuestras necesidades básicas cubiertas, es un buen momento para ver hasta dónde llega la creatividad”, dice. “A veces nos adormecemos en situaciones cómodas y establecidas y necesitamos despertar”.
La actriz y directora vive esta pandemia en su casa en Madrid junto a su marido y su hijo de 3 años. Y siente de cerca el drama que instaló el virus, en un país como España, con decenas de miles de muertos. “Al principio, no se dejaban de escuchar ambulancias, era algo desolador. Ahora está un poco más tranquilo, con una sensación de que hay que empezar a vivir a pesar del miedo”, cuenta. “La creación no para nunca y confío en que nos vamos a reinventar. El teatro no va a morir, estoy segura de eso”. ■