Nosotros, ante las sabidurías y experiencias
Hay una clase de sabiduría que es intangible; algo así como la intuición o el presentimiento, o esas cosas que están al borde entre la realidad y lo imaginario, y que se llama experiencia. Ocurre que aunque la historia nunca se repite igual, sí se repiten las bases que fundan las historias, las pasiones humanas a las que Dios o la fortuna han querido agregarle algún tipo de condimento para que la vida no sea un disco que se repite. Es así que vemos con sorpresa que el cobarde malvado del “Titanic”, actúa como actúa mientras la orquesta toca envuelta en un frenesí que los conduce a un inexorable destino; y nos apasiona, porque lo creemos.
Nuestra experiencia nos dice que todo eso es posible, y a la vez nos preguntamos cuál de los personajes seríamos, en una sana confusión que nos asusta de nosotros mismos. La experiencia nos da esa rara sabiduría de saber que las pasiones se repiten, pero que los hechos, no; y mientras nosotros queremos creer que si todo sigue parecido, todo resultará parecido, nuestra experiencia nos advierte que no es cierto. También la experiencia nos indica que de no haber existido el iceberg, el cobarde hubiera seguido siendo un miserable en tierra, y la orquesta una parva de negadores suicidas. Pero, cuál somos nosotros. ¿El malo... el violinista... Di Caprio muriendo por amor… el capitán que se hunde con el barco? Ninguno y todos. Nuestra experiencia nos dice que la película es creíble porque somos un poco de cada personaje, y cuando llegue el momento sabremos qué papel nos tocó en nuestro libreto. Porque nuestra experiencia es sabia... pero nosotros somos lo que somos.