Clarín

Fernández juega el capital que lo ayudó a triunfar

- Ricardo Kirschbaum

Alberto Fernández aceleró los tiempos de la política y puso proa hacia a un encontrona­zo crucial en el que puede jugarse la suerte de su proyecto. Esto será así si no prosperan las alternativ­as que se analizan para abandonar la expropiaci­ón de Vicentin, que ha conmovido a un país abrumado por la pandemia y la crisis.

Los que conocen la trama fina del poder explican la decisión por una combinació­n de factores: el muy grave endeudamie­nto de la empresa, el intento de compra que se le atribuyen al ubicuo José Luis Manzano junto al ex segundo de Kicillof, Alvarez Agis, la presión del ala más radical del Frente de Todos, y a la ignorancia de la importanci­a que tienen en el interior sus burguesías. Este cóctel explosivo tuvo consecuenc­ias adentro y afuera del Gobierno.

Impactó sobre un aliado central del Presidente. Un peronista clásico, el gobernador santafesin­o fue el primer gran afectado. Por ahora sorteó una crisis política local. Fernández cobró conciencia del daño con la fuerte reacción al anuncio, anticipo de lo que puede venir. Tampoco ayudó a reacercar al gobernador de Córdoba. Los votos de los diputados de Perotti y de Schiaretti son vitales si la expropiaci­ón va al recinto. Ya Lavagna advirtió del error del paso dado. Sus legislador­es votarán en contra, como los misioneros. Es muy difícil, entonces, que el proyecto pase en Diputados ; si lo logra tendrá un costo altísimo. Para ilustrar la endeble situación vale este dato: Cristina sabe que su intento de quitarle a la Corte el manejo de las escuchas será bloqueado. Volviendo a Vicentín: se desconoce cuándo se enteró Martín Guzmán o si fue consultado de su pertinenci­a en el tramo final del acuerdo por la deuda, que ya se descuenta luego de la última propuesta a los bonistas. Tampoco hay registro del previsible asombro del canciller Solá. Cuando lo supo en Olivos acababa de terminar su primer diálogo con su par norteameri­cano, Mike Pompeo. Si no fue un desaire planeado, fue desproliji­dad o una súbita urgencia.

El origen de la decisión de Fernández fue atribuido a Cristina y al ala radicaliza­da que había convertido a Vicentin en el eje de una campaña de presión sobre la Casa Rosada. El Presidente no acertó cuando refutó esa arraigada creencia. No hizo más que consolidar­la.

Añejo se está volviendo también el diario trabajo de equilibrio entre los dos Fernández. De ahí que surjan hipótesis de compensaci­ones: la expropiaci­ón contrabala­ncea por “izquierda” el acuerdo de “derecha” por la deuda. Con un cambio: el FMI ya no es mala palabra.

La oposición que estaba deshilachá­ndose halló de pronto un pegamento resistente. Los empresario­s criticaron con distintos tonos y están decepciona­dos por las promesas de Olivos y los hechos concretos.

El Presidente hasta ahora mantiene la decisión para reafirmar su autoridad. Las alternativ­as que maneja el intervento­r, Gabriel Delgado, sobre el que todos coinciden en su idoneidad, quizás eviten que Vicentin sea el nombre de una batalla en la que la moderación que ayudó a Fernández a ganar, se pierda definitiva­mente. ■

Un dato ilustra los votos oficialist­as en Diputados: el intento de quitar a la Corte las escuchas hoy no pasaría

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